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2025, los cruentos desafíos de la 4T

14 de enero de 2025 00:03

Como lo señalamos en la primera parte de este ensayo, la segunda plataforma teórica que es de utilidad para entender los desafíos de la Cuarta Transformación (4T) es la que está contenida en la obra México profundo, una civilización negada (1987), de Guillermo Bonfil-Batalla. En ese libro su autor distingue entre tradición (“México profundo”) y modernidad (“México imaginario”), el primero visualizado en la periferia y el segundo en el centro, dos espacios donde habitan dos diferentes modelos civilizatorios en permanente interacción.

El primero de carácter rural, producto de la larga historia de la civilización mesoamericana de varios miles de años, y representado por los pueblos indígenas u originarios y comunidades equiparables (campesinos mestizos). El segundo resultante de la inserción del país en el mundo urbano industrial y en consecuencia en la globalización. La pregunta es: ¿qué tanto prevalece esta situación hoy en día dado que fue formulada por Bonfil-Batalla hace 37 años? La respuesta la encontramos en dos fuentes estadísticas: el Censo General de Población y Vivienda 2020 y el recientemente publicado Atlas de la propiedad social de la tierra en México, 2024. El primero deja la población urbana en 79 por ciento y la rural en 21 por ciento con la novedad de que esta última no sólo se mantuvo en relación con lo registrado en 2010, sino que se incrementó ligeramente. El Atlas, por su parte nos indica, mediante 60 mapas de gran detalle, que la mitad del territorio del país (99.6 millones de hectáreas) sigue siendo propiedad social: 32 mil 251 núcleos agrarios con 29 mil 827 ejidos y 2 mil 824 comunidades.

Lo anterior sigue vigente a pesar de la contrarreforma agraria de Carlos Salinas de Gortari, de 1992, que modificó el artículo 27.

Este panorama se torna decisivo cuando lo situamos en el contexto de los valores civilizatorios. En el “México imaginario” tiende a predominar el individualismo, la competencia y el racionalismo; en el “México profundo”, por el contrario, prevalece el sentido de comunalidad, la ayuda mutua, la solidaridad y el sentipensamiento. Desde esta perspectiva una política de Estado debe favorecer lo centrípeto (ruralizar las ciudades) por sobre los centrífugo (urbanizar e industrializar el campo).

En el fondo se trata de reconocer lo que hemos sostenido desde hace tiempo. Si la modernidad está en crisis, es en los pueblos tradicionales donde encontraremos cosmovisiones, saberes y prácticas para superarla.

Concluyendo. Considero que en el diseño del Plan Nacional de Desarrollo, que está movilizando a miles de voces en decenas de seminarios, talleres y reuniones, no se debe perder de vista la discusión filosófica y ética, y por supuesto una perspectiva de largo plazo. Tomemos solamente el tema de la pobreza o marginación social que dejaron los 30 años de neoliberalismo como ejemplo trágico de un país devastado. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en el pasado año 37.7 millones de mexicanos padecen pobreza moderada y 9.1 millones pobreza extrema, equivalentes a 36 por ciento de la población nacional. Si el gobierno de AMLO logró en seis años (2019 a 2024) rescatar de la pobreza a entre 9 y 10 millones, nuevos gobiernos progresistas necesitarían cuatro sexenios o 24 años para alcanzar una nación sin pobres.

Ello deja claro que el actual gobierno deberá al menos duplicar el esfuerzo del sexenio pasado (“primero los pobres”) para abatir este problema que tanto lastima y avergüenza.

Ojalá y así sea.



2025, los cruentos desafíos de la 4T

Si el gobierno de AMLO logró en seis años rescatar de la pobreza a entre 9 y 10 millones, nuevos gobiernos progresistas necesitarían cuatro sexenios para alcanzar una nación sin pobres.

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