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Negocios y empresas

14 de enero de 2025 07:53

El discurso de Trump es contradictorio, como es su personalidad. Por un lado, pone todo tipo de trabas al comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, y por otro lado, habla de incorporar a Canadá y México como estados integrantes del país vecino.

Es cierto que simplemente se trata de demagogia para fortalecer su imagen frente a sus seguidores. Las fronteras en América del Norte no se cerrarán en la región porque ninguna economía moderna puede vivir en la autarquía, pero tampoco desaparecerán, porque dividen a naciones consolidadas con historias distintas.

La construcción de murallas es casi infinita. No hay ciudad medieval sin protecciones. El propio paraíso se concibe como un espacio cercado: parí significa alrededor y daeza, muro. De ahí surge el concepto de paraíso.

Hay murallas famosas: la de Constantinopla, la China, la de Jericó, la de Uruk (mencionada en la Epopeya de Gilgamesh) y recientemente el muro de Berlín, la valla en Cisjordania, el Muro de los Lamentos en Jerusalén y el muro entre México y Estados Unidos que quiere ampliar Donald Trump para volverlo inexpugnable.

Por el otro lado está la utopía de una tierra sin fronteras, donde todos los seres humanos se conviertan en ciudadanos del mundo. La América Latina que Simón Bolívar soñó era la de una sola nación. El ideal comunista era la integración del globo a través de una sociedad igualitaria. La concepción de la Comunidad Europea era la integración de los países miembros en una sociedad sin fronteras, con respeto a las culturas locales. Así hay decenas de proyectos para derribar fronteras.

Pero en el caso de América del Norte el avance que se ha logrado hasta la fecha es la integración de tres países mediante acuerdos comerciales. Se trata de una sociedad en la cual los productos generados en cualquier parte de esta región puedan circular con el menor número de trabas posibles. Si México produce automóviles y alimentos más baratos surtiría al resto de la región sin grandes cargas impositivas y lo mismo sucedería con la tecnología y otros bienes generados en Canadá o en Estados Unidos.

Este es el proyecto concreto de integración regional. Esperemos que con Donald Trump no se revierta el proceso, ya que beneficia a los tres países.

 
 

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