Entender al México actual es esencialmente examinar lo que el poder público no autoritario está haciendo para beneficio de la sociedad.
La centenaria revolución mexicana se desarrolló, como se sabe, a través del uso y control que las fuerzas revolucionarias participantes hicieron de los ferrocarriles. La nueva revolución pacífica que se echó a andar de manera legal y legítima desde enero de 2019 se está definiendo no sólo por las profundas reformas al marco constitucional y legal del país, sino también por la decisión gubernamental de éste y el anterior gobierno federal por renovar y rehabilitar social, económica y políticamente a la nación, a través de la línea férrea.
El Estado impulsa una promoción al desarrollo económico que tiene su base social en las regiones del país. Las sociedades locales olvidadas del sur, y, muy pronto, las del centro y norte del país se beneficiarán del impacto que está causando y provocará, la obra más grande de infraestructura promovida por el poder político federal en muchas décadas: la empresa pública de los trenes de pasajeros y carga.
Quien recorra, por ejemplo, desde abril del año pasado y participe con imaginación sociológica de la ruta completa del novedoso Tren Maya podrá ser testigo del impacto económico, ecológico, turístico, cultural y político que esta magna obra provoca ya en las cinco entidades sede del sureste mexicano: Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas. En primer lugar, difícilmente se encuentran a lo largo de muchas ciudades de la península, personass reticentes o contrarias a esta obra monumental. Los opositores al proyecto son los que fueron avasallados electoralmente el año pasado. Con la salvedad de que ya no tienen fuerza política para desafiar al gobierno.
El sureste mexicano está convertido en el nuevo laboratorio político donde se está construyendo en un espacio, territorio y región una novedosa articulación de grupos y clases sociales que hasta antes de la obra ferroviaria lo único que los unía era ser ejemplo de opresión, despojo, discriminación; además de los factores naturales y geográficos.
Un espacio geográfico construido históricamente –como lo ejemplifica la península yucateca–, por relaciones sociales, está ligado siempre a la noción de poder. Las relaciones de poder se muestran por la articulación del territorio (municipios), la gestión de los recursos públicos y la compleja política administrativa. La novedad de los últimos años está que en el conjunto de las cinco entidades donde cruza el Tren Maya la propuesta política y de gobierno triunfadora es la de Morena y aliados. En estas entidades las oposiciones se han reducido a niveles intrascendentes, con excepción de Yucatán.
El Tren Maya está rompiendo con la habitual manera de impulsar el turismo en México sólo por la condicionante presencia de extranjeros y nacionales ricos en algunos consagrados sitios naturales y culturales. No se puede ignorar que a pesar de dos o tres sitios espectaculares en la península de Yucatán el abandono de las necesidades de la población local fue el tradicional comportamiento de las autoridades de los tres niveles de gobierno. La desigualdad social y regional disminuirá ante la creciente explosión de la oferta turística en toda la península, no sólo en las zonas archiconocidas.
La transitoriedad del turismo que caracterizaba básicamente a lugares como Cancún, Chichén Itzá o Playa del Carmen se romperá próximamente, pues la restructuración de toda una compleja red de infraestructura con nuevos puentes vehiculares y peatonales; áreas naturales protegidas; amplias y novedosas carreteras internas y la recuperación de zonas arqueológicas con hoteles impresionantes y accesibles para la mayoría, incrementará la movilización y articulación de la población local, nacional y extranjera. La derrama económica para la mayor parte de los municipios de toda la península se convierte en realidad. Sin mencionar lo exitoso que está resultando para la región el programa Sembrando Vida.
Se recuperan playas, áreas verdes para el esparcimiento. La gran molestia aún es la de desarrolladores, fraccionadores, constructores privados y ejidatarios corruptos que no soportan el freno a años de impunidad que se presentaba, en especial en Quintana Roo.
De entre lo más destacable del gobierno federal que cumple sus primeros 100 días, no sólo es la fidelidad al proyecto del gobierno anterior, sino el fabuloso ritmo político descomunal de locomotora que está imprimiendo a este sexenio.
*Sociólogo e historiador. Investigador titular del IISUNAM