México se transforma lo mismo en lo político que en lo social; también, por supuesto, en lo económico; la profunda reforma para democratizar al Poder Judicial, que tanta polémica ha despertado, tiene ya un sólido sustento en la aprobación de las reformas tanto constitucionales como legales.
Otros hechos y decisiones políticas confirman esta transformación: los aumentos al salario mínimo; la incorporación a la legislación vigente de los programas sociales; la elección de una mujer a la Presidencia de la República por vez primera en nuestra historia; obra pública útil, como el Tren Maya, puentes, carreteras y las refinerías, y otros muchos cambios que nos demuestran una voluntad política en esa dirección sustentada en un gran apoyo popular, que se manifiesta lo mismo en votaciones abundantes que en opiniones compartidas y manifestaciones públicas.
Recientemente, la presidenta de la República, doctora Claudia Sheinbaum Pardo, mencionó que impulsará la creación de sociedades cooperativas, lo cual, en mi opinión, es una decisión congruente con los fundamentos éticos de la Cuarta Transformación y del partido Morena que la impulsa, en el que ella milita al lado de muchos mexicanos.
Durante décadas y especialmente en los gobiernos de finales del siglo pasado y de los primeros años del actual, se consolidó abiertamente un sistema económico neoliberal apoyado tanto por el gran capital privado, que se benefició con ese sistema, como por los poderes formales y fácticos que integran el complejo entramado de la sociedad mexicana. Grandes empresas nacionales y extranjeras crecieron y produjeron enormes ganancias, que sólo beneficiaron a los accionistas y a los bancos que financiaban las operaciones, que hicieron crecer la economía nacional, pero beneficiando a muy pocos y profundizando con ello las diferencias abismales entre los muy ricos y los más pobres.
Es importante recordar que la Constitución reconoce en el ar tículo 25 de su capítulo económico, que hay tres grandes sectores en la economía: el sector público, el privado y el social.
El mismo artículo establece que el Estado tiene la rectoría del desarrollo nacional, para garantizar que este sea integral y sustentable, que fortalezca la soberanía de la nación y la democracia; reservando para el sector público las áreas estratégicas de la economía, señaladamente la industria eléctrica y los hidrocarburos, más recientemente el litio, también asegurando con ello el apoyo a los sectores sociales y privados. En resumen, nuestro sistema es mixto y en México conviven empresas, propiedad de particulares, empresas solidarias de carácter social y empresas estatales.
Durante los gobiernos neoliberales que estuvieron en el poder más de 80 años, la brecha entre los más pobres y los más ricos se amplió y prevaleció una economía de mercado, en la cual, la libre competencia, hizo que unos ganaran mucho y otros tan sólo recibieran ingresos ínfimos, casi de sobrevivencia.
La economía social como parte importante de la transformación, pretende la participación de los trabajadores en la propiedad y en la dirección de las empresas privadas y la creación y fomento de empresas cooperativas. La característica de estas es que el capital, no pertenece a los accionistas particulares, sino a los mismos trabajadores de la empresa, sus fundamentos son la solidaridad y la equidad; en las cooperativas todos son simultáneamente dueños y trabajadores con iguales derechos y privilegios.
Es muy interesante recordar que la Iglesia católica, a través del padre Pedro Velázquez, quien fue director del secretariado social del Episcopado Mexicano, durante años fundó y animó tanto cooperativas de producción como de consumo y las famosas Cajas Populares, para el ahorro y crédito accesible para los más desprotegidos, escribió libros sobre doctrina social de la iglesia y también alentó la formación de sindicatos independientes.
El que ahora la titular del Ejecutivo se proponga alentar el cooperativismo y, por ende, la justicia social, es una muy buena noticia y impulsa el renacimiento de un movimiento que busca la equidad y un mejor reparto de la riqueza nacional.
La reciente propuesta presidencial nos recuerda que empresas muy conocidas y emblemáticas con suerte diversa se organizaron inicialmente como cooperativas. Ejemplos muy conocidos de ellas han sido los periódicos Excélsior y La Prensa, la refresquera Pascual, Cemento Cruz Azul, Caja La Guadalupana, Caja Popular Mexicana y muchas de la rama pesquera impulsadas por el gobierno de inspiración social, encabezado por Lázaro Cárdenas.
Hace años, el Banco Nacional de México promovía que sus trabajadores adquirieran con ahorros y gratificaciones de fin de año, acciones de la institución. Es una idea que hay que rescatar como buena alternativa, que no enfrenta, si no une a las clases sociales y alienta la solidaridad y la equidad. [email protected]