Para el registro histórico, en unos días más ocupará la Oficina Oval el primer presidente estadunidense formalmente declarado delincuente (ha habido muchos más, pero sin juicio criminal de por medio, aunque sus deleznables acciones ameritan cadena perpetua), condenado y sentenciado por un delito grave. Aun así, se mantendrá impune –al menos durante su mandato–, pues no pisará la cárcel.
La Jornada (David Brooks y Jim Cason) lo reseñó así: Donald Trump fue obligado a presentarse de manera virtual en un tribunal en la ciudad de Nueva York para enfrentar su sentencia, después de que un jurado lo condenó en mayo de 2024 por 34 cargos criminales por falsificar documentos de sus negocios para encubrir un pago de 130 mil dólares durante la campaña electoral de 2016 a cambio del silencio de la actriz porno Stormy Daniels sobre un encuentro sexual años atrás. Fue el encubrimiento de un delito que lo entrampó. Aunque no pudo evitar la conclusión del juicio, Trump sí logró evitar un castigo
.
Algo más: “el juez Juan Merchan, del Tribunal Supremo de Manhattan, declaró que la única sentencia que podía imponer, por tratarse de un presidente electo, era un descargo incondicional, o sea, una pena simbólica sin condena de prisión (podría haber sido condenado a cuatro años de cárcel), multas o libertad condicional. Pero insistió en que a pesar de que un mandatario electo goza de ciertas protecciones ante la ley, un poder que no ofrece dicho blindaje es el de borrar una sentencia emitida por un jurado. Donald Trump, el ciudadano ordinario –Donald Trump, el criminal acusado– no tiene derecho a tales protecciones considerables de evitar una sentencia. Uno de los fiscales en el caso, Joshua Steinglass, señaló que el acusado se percibe como si estuviera por encima de la ley y no acepta responsabilidad por sus acciones, y acusó que la retórica pública del procesado antes y después del juicio puso en peligro a los funcionarios y testigos involucrados en el juicio, incluyendo a sus familias. ‘Este acusado ha causado daño duradero a la percepción pública del sistema de justicia criminal’, afirmó”.
De cualquier suerte, el altanero y bravucón magnate permanece impune y el próximo lunes 20 de enero, sin complicación alguna para él, por segunda ocasión –no consecutiva– tomará posesión de la presidencia de Estados Unidos (país en el que, presumen, ante todo, el respeto a la ley
) en medio de sus intentos desestabilizadores y su catarata de insultos, amenazas y chantajes a la comunidad de naciones, con México en primer lugar.
Ante tal panorama, la presidenta Sheinbaum reiteró que nos coordinaremos y colaboraremos, pero nunca nos subordinaremos; hemos tenido momentos dolorosos en nuestra historia, pero resalto los buenos ejemplos de respeto a nuestras soberanías y de colaboración y apoyo, como cuando Benito Juárez recibió una invaluable ayuda de Abraham Lincoln en su lucha contra los invasores franceses, y el respeto del presidente Franklin Delano Roosevelt al general Lázaro Cárdenas
, así como la buena relación de respeto y colaboración del primer periodo del presidente Trump con el presidente López Obrador
, como la firma del T-MEC.
En un Zócalo abarrotado, la mandataria rindió un informe por sus primeros 100 días de gobierno, y en él reiteró que la relación entre México y Estados Unidos será buena y de respeto, y prevalecerá el diálogo. Nuestra visión es el Humanismo Mexicano, la fraternidad entre los pueblos y las naciones. Eso sí, siempre tendremos la frente en alto: México es un país libre, independiente y soberano
.
En vía de mientras, otro delincuente despachará en la Oficina Oval.
Las rebanadas del pastel
Con los atentos saludos de la presidenta Sheinbaum a las hordas de enfrente: Se van a quedar con las ganas; no regresaremos al modelo neoliberal, no vamos a regresar al régimen de corrupción y de privilegios, no dejaremos que regrese la decadencia del pasado, donde se gobernaba para unos cuantos. ¿Qué esperaban, que dijera una cosa y actuara de otra forma, que me comprometiera en campaña con el pueblo y después lo traicionara? No somos como ellos. La autoridad moral y la honestidad que nos caracterizan no se compran en la esquina; se construyen con una sola mística, la de luchar por un México con justicia, democracia y libertad. Ha quedado claro a estas alturas de la historia que no es la corrupción, la triquiñuela, el odio, el clasismo, el racismo y el machismo, reminiscencias de la sociedad de castas de la Colonia y del neoliberalismo, lo que produce libertad y democracia; todo lo contrario, eso ensucia y pervierte todo
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X: @cafevega