Aquello del eterno retorno vuelve a tomar cuerpo y hacerse presente en pleno siglo XXI.
A los gigantescos poderes regionales y globales se les antoja volver a expandir sus territorios y revivir la colonización.
En el continente americano, Mr. Trump invita a Canadá, para constituirse en un nuevo estado de la Unión Americana; al pequeño y gigante de hielo, el Estado de Dinamarca, le dice que requiere de Groenlandia para consolidar sus pretensiones de seguridad nacional y a Panamá le recuerda que los tratados se pueden disolver, reformar o interpretar, si no se acomodan a sus caprichos y que recuerde la última guerra e invasión del viejo Bush con el pretexto de Noriega (1989).
Hace más de un siglo que Estados Unidos hizo la guerra a España y se quedó, entre otros territorios, con Puerto Rico, que actualmente se define como “Estado libre asociado” porque sencillamente fue anexado, pero no incorporado, como un Estado de la Unión y lo tienen sumido en la pobreza y el abandono. Pero sí le proponen la incorporación a Canadá, ¿será por aquello de que son anglos, blancos y protestantes (WASP) y los otros hispanos, católicos y latinoamericanos?
En Medio Oriente, Israel hace lo propio al expandirse, confinar y dividir a los palestinos en dos territorios separados, al permitir a sus colonos invadir y atropellar propiedades de palestinos. Ya se quedó, hace décadas, con los Altos del Golán, territorio sirio, y ahora vuelve a expandirse, a invadir arbitrariamente y a capturar militarmente amplios territorios de su vecino, que se encontraba desprotegido en una cruenta guerra civil en contra del dictador Bashar al Assad.
Para el gobierno de Israel, no se trata del destino manifiesto calvinista de los estadunidenses, tienen su propio discurso sionista al considerarse como el pueblo elegido, que justifica su presencia en Palestina desde tiempos inmemoriales, además de su expansión territorial, su dominio colonial y su actual proyecto de limpieza étnica. Por décadas, el Estado de Israel justificó su anexión territorial como recompensa a las atrocidades que sufrió en el Holocausto y, actualmente, en respuesta al terrorismo desesperado de una facción de palestinos, hacen una guerra de exterminio, de tierra arrasada, cuando hay que recordar que ellos mismos fueron terroristas al luchar por su independencia.
El Estado de Israel se arrogó la exclusividad del Holocausto, cuando muchos otros pueblos fueron igualmente masacrados y casi exterminados a lo largo de la historia. Y todo esto para convertirse, finalmente, en un Estado genocida, que ni siquiera respeta un mínimo de equidad bíblica, por aquello del ojo por ojo, diente por diente y termina arrasando, por partida céntuple, a soldados y civiles a hombres, mujeres, niños y cooperantes solidarios.
También hay que tomar en cuenta el cambio radical de mapa geopolítico de Europa del Este, donde la expansión occidental, con el argumento inocente del libre comercio y el señuelo de la integración a la Unión Europea, ha rediseñado el equilibro de fuerzas de la OTAN y expandirse hasta la misma frontera con Rusia. Lo mismo que hace Israel en Palestina y Siria, bendecido por Occidente, lo hace Rusia en Ucrania, pero en este caso no se vale y hay que hacerle la guerra.
Cada caso es, obvio, diferente y podrían ponerse sobre la mesa argumentos distintos, pero lo que también es obvio, es la expansión territorial, real o pretendida, de territorios por parte de Estados Unidos, Israel, el tándem de la OTAN con Estados Unidos y Rusia que también justifica la guerra y la intervención por argumentos de seguridad nacional.
Lo peor de todo, es que en realidad no hay salida decente en ninguno de los casos; la anexión de territorios en el pasado, de la franja del canal que pertenecía a Colombia, con el consabido argumento de la “compra” de territorio por parte de Estados Unidos, se vuelve a repetir en el caso de Groenlandia. Tampoco hay salida civilizada y negociada, en el caso de Israel y Palestina, salvo el exterminio total, que ambas partes proponen, propiamente facciones israelitas y palestinas. Y en el caso de Rusia y Ucrania, no es posible la salida militar, por más que estén empeñados Estados Unidos y la Unión Europea en apoyar o dejar masacrar al pueblo ucranio.
Tres casos donde el destino manifiesto se ha hecho presente y donde el mundo entero espera por una salida civilizada por parte de los poderes regionales enfrentados, salida que no existe, salvo la prepotencia de las potencias regionales y globales, con países y pueblos, en comparación minúsculos, como Dinamarca, Panamá, Palestina y Ucrania.
¡Cuidado! No sea que al pato Donald se le antoje la Baja California…