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Brigada contra incendios: ejemplo de solidaridad

12 de enero de 2025 09:21

Ayer arribaron a Los Ángeles 73 especialistas en combate de incendios que forman parte del Ejército, de la Comisión Nacional Forestal, de la Secretaría de Relaciones Exteriores y de la Coordinación Nacional de Protección Civil, quienes partieron de la Base Aérea Militar número 1, en Santa Lucía, Zumpango, estado de México, para apoyar en el combate a los devastadores incendios que han costado la vida de 13 personas en la segunda mayor ciudad de Estados Unidos. La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo anunció el envío de la brigada, cuyos integrantes llevan consigo la valentía y el corazón de México. El gobernador de California, Gavin Newsom, agradeció el apoyo afirmando que México ha mostrado lo que hacen los amigos en necesidad: están allí el uno para el otro; queremos estar allí para la gente de México en momentos de necesidad y desastres, un gesto que no le sorprende, pues forma parte de una relación que se remonta a hace tantos años.

Es ciertamente encomiable la celeridad y el desinterés con que las autoridades federales mexicanas se han movilizado para auxiliar en lo que podría ser el peor siniestro en la historia de la megalópolis con casi 200 mil personas evacuadas, 14 mil hectáreas devastadas y daños económicos estimados hasta ahora en 150 mil millones de dólares (alrededor de la tercera parte de todo el presupuesto público mexicano de este año). Con esta actitud, el Estado mexicano ratifica los valores solidarios que han dado a conocer a la nación entre la comunidad internacional. Al mismo tiempo, manda el poderoso mensaje de que el socorro a los damnificados y la contención de los desastres naturales están por encima de cualquier consideración política, pues no se titubeó en extender la mano pese a la continuada hostilidad de legisladores, agencias de espionaje, gobernadores y otras figuras políticas, empresariales y mediáticas, incluido el ex embajador de Washington Kenneth Salazar, quienes violentan la soberanía nacional, se expresan de los mexicanos en términos racistas o colonialistas y culpan a este país de los graves problemas que la superpotencia no resuelve en el interior de sus fronteras.

Ante estas acciones, los estadunidenses xenófobos deben abrir por fin los ojos al hecho de que, si tienen algún enemigo, no es México ni los mexicanos. Por el contrario, de este lado del río Bravo no reciben sino solidaridad y una firme voluntad de resolver los asuntos comunes mediante el entendimiento.

Por otra parte, no puede ignorarse el papel del cambio climático en la creciente frecuencia y magnitud de éstas y otras catástrofes naturales, un dato que la colectividad científica reitera constantemente. En este sentido, es alarmante para Estados Unidos y para el mundo entero que el próximo presidente, Donald Trump, no sólo se empeñe en negar la incontestable realidad del calentamiento global inducido por las actividades humanas –y, de manera destacada, por el insostenible estilo de vida inventado por los estadunidenses y difundido al resto del planeta–, sino que además use su influencia para divulgar bulos que abonan a la confusión y obstaculizan la toma de decisiones urgentes a fin de atenuar catástrofes que cada vez tienen menos de naturales y más de antropogénicas.

Cabe desear que los fuegos se apaguen pronto en California, que la tragedia tenga el saldo positivo de hermanar a dos pueblos vecinos, y que la sociedad estadunidense se haga con la sabiduría para visualizar las verdaderas causas de los incendios, así como la capacidad para revertir el estropicio ambiental.

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