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Acerca de Venezuela deben decidir los venezolanos

11 de enero de 2025 09:36

El día de ayer, en Caracas, Nicolás Maduro juramentó ante la Asamblea Nacional y 120 delegaciones internacionales, como presidente de la República Bolivariana de Venezuela, para un tercer mandato (2025-2031). Varias horas después, a 945 kilómetros de distancia y con un mar de por medio, en Santo Domingo, República Dominicana, a través de un mensaje en redes, el opositor Edmundo González, autonombrándose comandante en jefe, ordenó al alto mando militar desconocer las órdenes ilegales que les sean dadas por quienes confiscan el poder.

Apenas el pasado jueves, en el Palacio Nacional de Santo Domingo, cobijado por un grupo de expresidentes latinoamericanos conservadores, incluidos los mexicanos Vicente Fox y Felipe Calderón, González anunció que tomaría posesión de la presidencia en Caracas. No pudo hacerlo. Y, a pesar de decir en su comunicado de ayer que los soldados son parte del mismo pueblo y le deben obediencia a través de mí, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana ratificó su lealtad a Maduro.

Sus seguidores tampoco mostraron músculo en las calles. A pesar de que dijeron que movilizarían a un millón de personas, a sus protestas del pasado jueves asistieron apenas un par de miles. Así que, para alcanzar notoriedad, inventaron un supuesto arresto de su líder María Corina Machado, que nunca aconteció y del que no presentaron evidencia alguna.

Sin embargo, aunque no comande al ejército de su país, ni tenga control sobre territorio alguno, ni gobierne y tenga que enviar mensajes públicos desde otra nación, González cuenta con el apoyo de una parte de la comunidad internacional –de manera destacada de Estados Unidos e Israel–, que lo reconoce como presidente. Se ha convertido así en la caricatura del ya de por sí personaje de historieta Juan Guaidó, que tan buenos servicios brindó a las potencias imperiales que lo auparon, entregándoles riquezas venezolanas.

Y, aunque este apoyo colonial se presente como parte de una cruzada democrática y por la defensa de los derechos humanos (tan convenientemente olvidados en el caso del genocidio en Gaza), las razones por las que las elecciones venezolanas alcanzaron notoriedad mundial son de otra naturaleza. Venezuela es una potencia en materia de energía. Cuenta con la mayor reserva petrolera del planeta, la cuarta reserva de gas y con una poderosa industria petroquímica, que las grandes potencias quieren controlar para su beneficio.

Acompañando las medidas coercitivas unilaterales en su contra, Estados Unidos y Gran Bretaña han cometido contra Caracas verdaderos robos en despoblado, que en nada envidian a los perpetrados por los antiguos corsarios. El fondo buitre Elliot Mangement se quedó con la empresa estatal petrolera Citgo y su red de distribución y refinerías en Estados Unidos, cuyos activos equivalían a 10 por ciento del PIB venezolano. Mientras tanto, los piratas británicos retienen 31 toneladas de lingotes de oro del país caribeño, que se encuentran bajo la bóveda del Banco de Inglaterra, con un valor de mil 900 millones de dólares. Al apoyar a González, los Amos del Universo quieren seguir adelante con ese pillaje.

El reconocimiento del candidato opositor, está sustentado en la divulgación en la página web de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), de 83.5 por ciento de las actas electorales, que supuestamente demuestran su triunfo en los comicios del pasado 28 de julio. Sin embargo, como quedó demostrado desde el primer momento, muchísimas de esas actas son falsas. El análisis de los metadatos de los supuestos comprobantes de mesas electorales presentados confirma el megafraude opositor.

Al asumir ayer como presidente, Nicolás Maduro advirtió el porqué las grandes potencias no lo quieren al frente de su país. No he sido, ni seré jamás presidente de las oligarquías, de los apellidos, de los supremacismos, ni de los imperialismos. Tengo un solo dueño: el pueblo de a pie, dijo. De paso, hizo un llamado a un amplio diálogo para avanzar en una reforma constitucional.

En representación de la presidenta Claudia Sheinbaum asistió a la toma de posesión de Maduro nuestro embajador en ese país. Y, en una acción que revindica las mejores tradiciones de la diplomacia mexicana, basada en la autodeterminación de los pueblos, la mandataria afirmó: quien debe decidir sobre Venezuela es el pueblo de Venezuela. Así de claro y sencillo: el país caribeño debe de ser para los venezolanos, no para las imperios y sus trasnacioanales, que ambicionan su petróleo, su gas y sus recursos naturales.

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