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El zapatismo, la tormenta y el común

10 de enero de 2025 00:01

El reciente encuentro convocado por el EZLN, “Encuentros Internacionales de Resistencias y Rebeldías”, nos permitió conocer más a fondo y con mayores detalles la propuesta del “común”, que ya habían avanzado un año atrás. Para quienes no pudimos asistir al encuentro, fue importante escuchar a comandantas del Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) y a varias autoridades de asambleas de colectivos de gobiernos autónomos zapatistas, así como al subcomandante Moisés explicando la genealogía del “común zapatista”.

En el mismo encuentro, de forma muy clara reafirmaron su rechazo la guerra. “No queremos la guerra que hace el sistema capitalista”, dijo Moisés, y enfatizó en lo que están construyendo en los territorios zapatistas. La frase “el sistema capitalista no nos obligará a hacer la guerra” enseña no sólo el rechazo a seguir la agenda del sistema, sino que muestra que tienen un calendario propio del que no se van a apartar.

Quisiera profundizar en un aspecto del “común”. No pretendo explicar de qué se trata, pues buena parte del encuentro giró en torno a ello, y creo que las explicaciones dadas hacen innecesaria cualquier precisión.

La cuestión que me parece relevante es que el zapatismo propone algo tan radical y tan profundo, tan a contracorriente de lo que hacen los movimientos, que sorprende positivamente e induce algunas reflexiones.

Es evidente que el campo antisistémico, anticapitalista y emancipatorio atraviesa un periodo oscuro, de guerras, de catástrofes y de represiones. Es uno de los momentos peores para las luchas de abajo, ya que no se vislumbran cambios de fondo en el horizonte, sino más tormentas. En momentos como el actual, lo habitual es el repliegue más o menos ordenado de las fuerzas rebeldes.

En América Latina hemos visto que cuando las derechas han avanzado a punta de metralla, los revolucionarios se repliegan dejando la lucha, entablando “negociaciones de paz” y limitándose a incursionar sólo en aquellos campos aceptados por los de arriba, como el juego electoral en el que no se dilucida nada importante. Los que ya se habían centrado en lo legal/electoral, giran más y más a la derecha, mantienen un discurso aparentemente de izquierdas pero hacen la política que conviene al capital, o sea, contribuyen con el despojo.

Algo de esto sucedió con las guerrillas centroamericanas y la colombiana, pero también con los progresismos. Por eso el panorama actual es tan desolador, al punto de que la mayoría de los movimientos se limitan a apoyar a los gobiernos y partidos progresistas.

El EZLN, por el contrario, no se repliega, no abandona sus principios ni entra en el juego del sistema. Lejos de eso, pese a tenerlo todo en contra, está dando un enorme paso adelante al promover el “común”, no como horizonte, sino como práctica viva y concreta en los territorios donde viven y resisten las bases de apoyo. En el momento de mayor oscuridad, cuando la inmensa mayoría perdió toda esperanza, lanzan un desafío fenomenal, superan no sólo la propiedad privada, sino también la propiedad comunal, o sea toda idea de propiedad.

¿Cómo es posible que una fuerza política lance una profunda ofensiva, justo cuando se registra el mayor avance del sistema? En una primera lectura, parece un contrasentido. Sin embargo, se trata de coherencia ética y política. Así como las mujeres que luchan no dejan su liberación para un mañana que puede llegar o no, los zapatistas no esperan a “la Revolución” para superar el capitalismo, proponiendo el “común” como salida a esta difícil situación.

Es la ética que los llevó a disolver estructuras como las juntas de buen gobierno, pese a que fue una creación propia, porque llegaron a la conclusión de que ya no resultaban útiles para cumplir con los objetivos trazados. Podrían conformarse con el mundo nuevo que están construyendo, con las clínicas, escuelas, hospitales y demás espacios. Sin embargo, se preparan para afrontar la tormenta profundizando lo que ya son: rebeldes que resisten el capitalismo mientras construyen lo nuevo.

Si para resistir la tormenta fue necesario cortar la “maldita pirámide”, como dijo Moisés hace un año, para seguir construyendo lo nuevo les pareció necesario comenzar a trabajar el “común”. Creo que es una propuesta y una realidad profundamente revolucionarias, de una magnitud que aún no podemos calibrar, porque no existe nada parecido en los movimientos revolucionarios conocidos a lo largo de la historia.

Con esta propuesta, el zapatismo continúa su proceso de transformarse a sí mismo, de continuar con los cambios, un proceso sin fin, como señala el relato del viejo Antonio de que la lucha es como un círculo, que se comienza en un lugar pero nunca se termina. Creo que con los años valoraremos el “común” como un profundo viraje anticapitalista, como el comienzo de una nueva construcción de larga duración sobre la base de las creaciones anteriores.



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