Anticipar la dimensión cambiante que ocurrirá próximamente en los diversos grupos que conforman nuestra población es necesario para focalizar las políticas públicas. En colaboración anterior me referí al acelerado envejecimiento de la población del planeta y la expresión de este proceso en México, el cual se acompaña de la disminución de la población infantil, que abordo brevemente en este espacio.
En 2025 nacerán en México 2 millones 19 mil 907 personas y fallecerán 836 mil 585. Seguiremos con una tasa lenta de crecimiento poblacional, de ser 133.4 millones de habitantes seremos cerca de 138 millones en 2030 (0.7 por ciento anual de crecimiento). En 2052 llegaremos al tope, con 147 millones de habitantes y comenzará a descender el volumen de nuestra población, volumen que hubiésemos alcanzado en 2000, de no haber descendido la fecundidad.
Al acercarnos a las infancias importa reconocer su amplia diversidad: 9.5 por ciento de niños de tres a nueve años hablan alguna lengua indígena; 3.4 por ciento de menores de nueve años se adscriben afrodescendientes; 69 por ciento de menores de 14 años cohabitan con sus padres; 22 por ciento viven sólo con la madre; 3 por ciento vivían únicamente con su padre, y 6 por ciento no vivían con sus progenitores por fallecimiento (Cuestionario ampliado del Censo de Población y Vivienda 2020).
El decremento de la población menor de 11 años es visible. De representar 18.8 por ciento de la población total en 2025, bajará a 17.3 por ciento en 2030 (irá de 25 millones a 23.9 millones). Paralelamente la población joven y adulta es mayoritaria y lo seguirá siendo por cinco décadas más: el grupo de 12 a 29 años pasará de representar 30 por ciento a ser 28.4 del total (pasará de 40.1 a 39.2 millones), las personas adultas de 30 a 59 años incrementarán su participación de 38.3 por ciento a 39.3 (su volumen irá de 51.1 a 59.8 millones). En tanto, la población mayor de 60 años seguirá creciendo: de representar 12.8 por ciento pasará a conformar 15 por ciento (al pasar de 17.1 millones a 20.6 millones).
Conforme al cambio en la estructura por edad las líneas de acción a desarrollar implican la necesidad de anticiparse en el corto, mediano y largo plazos. Especial importancia reviste el sector educativo. Hay menor oferta en educación básica (primaria y secundaria) y se incrementa la demanda de educación media superior y superior. El volumen de la población que requiere matricularse en primaria, los niños de seis a 12 años, descendió en un millón 200 mil en 15 años (de 2010 a 2025), tan sólo en los últimos tres años el descenso en este grupo de edad fue de 515 mil 434 (de ser 15.6 millones en 2021 pasaron a conformar un volumen de 15.1 millones).
En los próximos seis años, la demanda a las escuelas primarias descenderá en 626 mil 781 estudiantes (de 14 millones 974 mil a 14 millones 348 mil niños de seis a 12 años, 2025 a 2030). El ritmo del descenso es muy variable en las entidades; la menor demanda la tendrá la Ciudad de México (con más avanzado proceso de envejecimiento poblacional), donde el grupo de niños de seis a 12 años bajará de ser 7.7 al ser 6.5 por ciento de la población capitalina; en el otro extremo se encuentra Chiapas (con la población más joven), donde la demanda al nivel primaria pasará de 14.5 a 14.4 por ciento de su población (estimaciones con base en Conciliación demográfica de México y proyecciones de la población de México y las entidades federativas 2020-2070, Conapo/Colmex/UNFPA).
La menor proporción de población infantil es producto del descenso de la fecundidad (las mexicanas tienen 1.6 hijos per cápita en promedio), de la reducción de la mortalidad en edades avanzadas y del aumento en la esperanza de vida al nacer (en niñas es de 79 años y en niños de 72.4 años). Poco a poco se irá invirtiendo la pirámide poblacional. En 2040 la proporción de niños de cero a 11 años bajará a 14.5 por ciento y, en 2070 conformarán 10.5 por ciento del total de nuestra población.
Estos cambios demográ ficos abren oportunidades para el desarrollo. Una fecundidad moderadamente baja y un crecimiento lento tiene repercusiones favorables. El menor volumen de población infantil es ocasión para extender el ejercicio de sus derechos, de impulsar la calidad de la educación y los programas de prevención de la salud.
A la caída de la fecundidad y la reducció n del tamaño de las familias corresponde el menor número de horas de la jornada de trabajo doméstico y de cuidados, lo cual permite a las mujeres alcanzar más altos niveles de escolaridad y mejores oportunidades para acceder al trabajo remunerado. La mayor proporció n de personas jóvenes y adultas, así como de mujeres en la fuerza laboral, impulsa la productividad y el crecimiento econó mico. Un reto a anticipar, como señalé en colaboración anterior, será la atención de un mayor número de las personas mayores dependientes.
La autonomía económica y la igualdad sustantiva han cobrado gran importancia en la agenda de la Presidenta de México. Entre muchas acciones, la construcción del Sistema Nacional de Cuidados implica acortar y flexibilizar la jornada laboral para conciliar de manera equitativa el trabajo remunerado con el de cuidados. Para desarrollarse y estar cerca de sus hijos y familiares, mamás y papás necesitan apoyos del Estado y alianza con el sector empresarial. El empoderamiento de niñas y mujeres, así como la corresponsabilidad masculina son indispensables para anticiparse al envejecimiento de la población.
*Secretaria general del Conapo
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