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La izquierda, hoy

09 de enero de 2025 00:02

La izquierda trabajaba en 1999 por la alternancia en la Presidencia de la República a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, que encabezaba al PRD. La derecha –potencial y en acto– y ciertos liberales del sector mímesis hacían otro tanto a favor del panista Vicente Fox.

Intelectuales de izquierda, según refería yo en la primera parte del tema, se reunían en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla a fines de octubre de ese año para discutir sobre esta fuerza política (revista Dialéctica, 35, nueva época).

Los movimientos sociales que habían cobrado gran entidad y un importante reconocimiento social y político eran el feminismo, el ambientalismo y el LGTB. Martha Lamas, una de las dos únicas mujeres en el encuentro, desechaba la identidad del feminismo a partir de la mera existencia de las mujeres, y establecía la categoría de género como un producto cultural de cuyo análisis desprendía la diversidad dentro del movimiento feminista, si bien el tema no había ocupado en la izquierda el espacio merecido. Atenidos a diferentes análisis, lo mismo podría decirse del ambientalismo.

Entonces la globalización capitalista y el mayor desarrollo científico y tecnológico se intersectaban para constituir el mayor poder en manos del menor número de individuos en el mundo. Su traducción a la comunicación masiva estaba por dar el salto cualitativo. Pocos años después haría de sus medios –redes sociales incluidas– un poderosísimo instrumento de control. Control que si ha de cobrar un significado preocupante ese es el que se manifiesta en las universidades donde reina una nueva escolástica estéril, represiva y autoritaria –dirá Heinz Dieterich–.

A lo largo de la historia, e ideológicamente desde la revolución francesa, la izquierda ha sido promotora de los mayores cambios políticos y sociales: desde el paso del soberano unipersonal al soberano colectivo hasta la conquista de los derechos de los individuos en el mundo cívico-político, laboral, agrario, de seguridad social y acceso a la educación. Todas esas conquistas en relación con la sociedad y el Estado, que por lo general se identifican con la democracia, cobraron su más alta expresión dentro del tejido de la sociedad capitalista en el Estado de bienestar. Varios expositores valoran la figura de Keynes tanto como la de Marx.

Naturalmente, la izquierda promovió la primera revolución socialista en la historia de la humanidad y el Estado socialista con sus grandes logros y, en la versión soviética, su enorme fracaso.

Reformas y revoluciones han si do el legado de la izquierda. Los in telectuales reunidos en Puebla no estaban lejos de registrar la primera oleada en América Latina de gobiernos de izquierda y progresistas surgidos de intensas jornadas electorales. Las grandes masas ajenas al significado político del voto aprendieron a ejercerlo e hicieron posible el triunfo de fuerzas de izquierda.

El cambio es el presupuesto esencial de la izquierda. Un cambio que se puede intentar desde arriba, como tradicionalmente lo hacen los partidos políticos (PRD, en México, por ejemplo); pero también desde abajo, desde la sociedad civil, como subrayó el EZLN.

El aspecto de mayor búsqueda y riqueza de la discusión marcaba una considerable dispersión acerca de las definiciones de la izquierda: ¿qué es, qué significa, cuál es su valor social como instrumento de cambio?, ¿en qué consiste ser de izquierda? La palabra identidad es una de las que se destaca con mayor frecuencia en las diferentes intervenciones.

Por izquierda Luis Villoro entendía una “actitud social común” ante la dominación y la disposición disruptiva del estado de cosas creado por ella para transformarlo. Esta condición supone reconocer la injusticia y combatirla, tanto lo electoral como en lo cultural y organizativo, que es desde el cual se puede mantener viva la utopía. “Toda izquierda que prescinde de la utopía termina haciendo una política de derecha”, argumentó Luis Hernández. La restauración –desde la tercera vía o el centrismo armado de un sincretismo ideológico– siempre está al acecho y la democracia, definida só lo por la recurrencia electoral, puede ser presa fácil de esa amenaza permanente.

Para Arnaldo Córdova, la izquierda es una postura asumida personalmente por los individuos frente a problemas comunes que requieren soluciones del mismo orden. Históricamente lo ha hecho dando un contenido diametralmente distinto a los valores burgueses. Patrimonio de la izquierda –apuntó Ilán Semo– ha sido parte del bagaje de los liberales.

Tantos fueron los agentes del cambio mencionados que la parvada nubló la claridad. Dieterich puso en perspectiva la vigente pregunta leninista de qué hacer. El cambio hacia una sociedad poscapitalista requiere un proyecto histórico en que se contemple la conquista del poder del Estado y del poder del pueblo.

Ese cambio radical ya sólo es posible con un programa nacional vinculado orgánicamente a un programa regional en América Latina y a un programa mundial. Antes había hablado de un bloque regional de poder potenciado por un bloque regional de poder popular. Las condiciones económicas, sociales y tecnológicas están dadas para ese cambio. No así las condiciones subjetivas, sino en su base material: la gran mayoría de los excluidos. Falta en éstos la conciencia de clase. Hoy urge una discusión de la izquierda similar a la de hace 25 años en Puebla.



La izquierda, hoy

El cambio hacia una sociedad poscapitalista requiere un proyecto histórico en que se contemple la conquista del poder.

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