Uno. Con perdón de Kant, la “cosa en sí” de hoy discurrirá sobre lógica, física, filosofía, política y… tangos. ¿Que si todavía cargo con la cruda decembrina? Pongamos. Pero le cuento que a los Reyes Magos pedí que las izquierdas aprendan a identificar las “falacias de asociación”, y en mis zapatos dejaron una zanahoria envuelta con un papelito que decía: “Estamos en eso. Feliz Año”.
Dos. En la secundaria aprendí algo de lógica, disciplina que el profesor Domínguez introducía en sus clases de física. Por ello, en los ejercicios, nos obligaba a revisar premisas que podían ser falsas o verdaderas.
Tres. En sus “Refutaciones sofísticas”, Aristóteles clasificó 13 clases de falacia y, con el tiempo, otros grandes identificaron centenares en la política, el derecho, la ciencia, la religión, y en cualquier área en la cual la argumentación y la persuasión adquieren relevancia.
Cuatro. Sutilmente, el adjetivo “falaz” se diferencia del vocablo “falacia”. A un sofista, por ejemplo, le tiene sin cuidado si sus argumentos son falaces, pues su propósito es engañar, con razonamientos aparentemente verdaderos. En cambio, puede que alguien, bienintencionadamente, induzca a conclusiones falaces.
Cinco. V. gr.: el politólogo ligero de argumentos, cuando afirma que el nacionalismo es propio de regímenes fascistas. Con lo cual, los de Washington o Tel Aviv equivaldrían a los de Vietnam o Palestina. Y es que fuera de que un argumento falaz no necesariamente implica que sus premisas sean falsas o verdaderas, habrá que ver si la falacia no radica en la invalidez del argumento en sí. Y las derechas, sean liberales, conservadoras o extremistas, odian que se argumente nada.
Seis. En política, abundan las llamadas “falacias lógicas” que remiten a equivalencias aparentemente lógicas, sin que las haya. Entonces, irrumpen puntos de vista opuestos que suelen ser forzados, y a los que se les otorga igual credibilidad, sin evidencia alguna. Cosa que obliga a negar, selectivamente, otros rasgos que no son comunes.
Siete. V.gr.: Innegablemente, Donald Trump, Javier Milei, el húngaro Victor Orban, el turco Recip Erdogan, y el prófugo de la justicia Benjamin Netanyaju, son de extrema derecha. Pero la “cosa en sí” es un tanto más compleja, pues Trump es proteccionista, Milei aperturista, Orban xenófobo, Erdogan sueña con la restauración del imperio otomano, y el judeo-nazi Netanyahu con el reino bíblico de David.
Ocho. Hace poco, un académico anclado en el “browderismo” (por razones de espacio, consultar en la Wiki), escribió que la llamada “ruta de las ratas” de los criminales nazis “contaron con el apoyo de Perón en Argentina, Stroessner en Paraguay o González Videla en Chile”. Así, el lector desprevenido concluirá que la ideología nazi era intrínseca a los personajes referidos.
Nueve. Volvamos a casa. En agosto pasado, mi otrora admirado subcomandante Marcos (luego Galeano y hoy capitán Marcos), asoció la gestión de AMLO a la de sus antecesores en la Presidencia. Falacia que puede llevar a trazar cierta coincidencia entre los anarquistas de la Casa del Obrero Mundial (1912-1917), y los del EZLN. Y es que las falacias apelan a una suerte de “razonamiento circular”, en que el argumento requiere que la conclusión deseada sea verdadera.
Diez. Por otro lado, y ya que topé con la geometría euclideana de “los de abajo”, quisiera dejar en claro que los neozapatistas han sido consecuentes con los principios y valores que caracterizan a las izquierdas: altruismo, fraternidad, solidaridad. Sin embargo, las experiencias insurgentes del siglo pasado probaron que el intento de hacer progresar la lucha contra la explotación promoviendo un sentido de certeza acerca del futuro, carece de evidencia. A más de no sonar muy dialéctico que digamos.
Once. Hace 60 años, el profe Domínguez sostenía que el capitalismo entraba en una etapa de incertidumbre, desorden, y grandes falacias de asociación. Fenómeno que ejemplificaba con la noción de “entropía”, y la segunda ley de la termodinámica. Ley en la que todos los procesos que ocurren en el universo se realizan de manera que siempre aumenta el desorden. Añadía: “cuantas más opciones haya en este sistema, más aumentará la incertidumbre”.
Doce. Otras falacias de asociación: socialismo=pobreza, capitalismo=progreso; islamismo=barbarie; libertarismo=libertad; democracia=meritocracia; antisionismo=antisemitismo o judeofobia.
Trece. Ya lo ve. El año empezó desafiante, y en caso que este artículo le haya resultado plomizo, sugiero que entonemos Uno, tango de Enrique Santos Discépolo, que el profe tarareaba cuando ingresaba al salón: “Uno busca lleno de esperanzas / el camino que los sueños prometieron a sus ansias / Sabe que la lucha es cruel y es mucha / pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina…”, etcétera.
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