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Territorios en pugna

06 de enero de 2025 00:03

El segundo gobierno de Donald Trump se presenta con la expectativa de acciones relevantes en materia de relaciones internacionales, con claras implicaciones geopolíticas y sus posibles consecuencias estratégicas y hegemónicas. Trump podrá ejercer una fuerte influencia en las corrientes del comercio internacional por medio de la aplicación de tarifas, así como en los mercados financieros, con las decisiones presupuestales, los flujos de inversión y de endeudamiento. En cuanto a las decisiones político-militares, se apunta a intervenciones en conflictos como los que se extienden por Medio Oriente, la guerra en Europa, la relación con China y las medidas que se desplieguen en el espacio de la integración económica de Norteamérica. Esta será una versión “recargada” de su movimiento MAGA (hacer a América grande otra vez).

La geografía expresa una dimensión política explícita. A primera vista y desde la región que abarca el T-MEC, la postura planteada en la campaña y mantenida una vez siendo presidente electo se ubica como un encuadramiento de las relaciones comerciales y de inversión de índole proteccionista, lo que podría forzar ajustes en los patrones de producción, el flujo de mercancías y capitales. Tanto Canadá como México están muy expuestos en esta cuestión. Canadá reaccionó y Trudeau visitó Mara-Lago de inmediato. Trump arremetió con la baladronada de anexar a ese país como el estado número 51.

En Navidad Trump hizo señalamientos respecto a otros objetivos territoriales. Uno de ellos fue el caso de Panamá. En un mensaje que emitió en su propia plataforma de comunicación social llamada Truth Social (verdad social), aludió a los “maravillosos soldados de China que… de manera ilegal, operan el Canal de Panamá”. The New York Times se refirió a este asunto hace un par de días diciendo que aquello era inexacto, pero añadió que se ha extendido la influencia de las empresas navieras chinas y del gobierno de ese país en materia de transporte marítimo y en los puertos globales, incluyendo el Canal de Panamá. En seguida indicó que esto se ha convertido en una preocupación para el gobierno de Estados Unidos. Parece que el río trae algunas piedras.

En otro episodio asociado con cuestiones territoriales, Trump dijo que Groenlandia es un territorio necesario para los propósitos de la seguridad nacional de Estados Unidos, que la población los quiere ahí y que ahí estarán. Como gran empresario del sector de los bienes raíces, ofrece comprar Groenlandia. Hasta ahora no está a la venta. Este caso expone cuestiones que pueden ser el sustrato de las declaraciones de Trump y que deben estar en la órbita de las apreciaciones de los estamentos de la seguridad y las fuerzas militares de Estados Unidos. Así lo expresó el político, diciendo que para los propósitos de la seguridad nacional y de la libertad en el mundo, se considera que la propiedad y el control de Groenlandia es de absoluta necesidad.

Trump ya había propuesto comprar Groenlandia en 2019; Dinamarca se negó, al igual que el gobierno autónomo de ese territorio con superficie de 2 millones de kilómetros cuadrados y alrededor de poco más de 56 mil habitantes. Así las cosas, hasta ahora.

Como asienta el periodista Enric Juliana en un interesante artículo publicado a fin de año por el diario La Vanguardia, en 1867, cuando Estados Unidos compró Alaska pretendió adquirir Groenlandia y también Islandia, lo que entonces no prosperó. En la Segunda Guerra Mundial tomó el control de Groenlandia para evitar que los nazis lo hicieran, luego de que ocuparan Dinamarca. Al final de la guerra hizo una oferta por el territorio, que fue rechazada.

Además de una posición geográfica estratégica, Groenlandia, como apunta Juliana, tiene recursos cuyo control representaría una gran ventaja, como son petróleo, oro, uranio y, sobre todo, una serie de las llamadas “tierras raras”, usadas para desarrollos tecnológicos en muchos procesos industriales como motores eléctricos, baterías de gran capacidad, equipos de resonancia magnética, memorias de computadoras, reactores nucleares, etcétera.

En juego están también las rutas de transporte naval, en lo que se ha llamado La ruta de la seda helada. El contexto indica que las tensiones políticas y los ataques terroristas y hasta el cambio climático han afectado el tráfico naval por el mar Rojo, el Canal de Suez y el Canal de Panamá. Esto ha provocado una fuerte subida de los costos del transporte de mercancías. Lo que ha surgido es la posibilidad de que el Ártico se convierta en una ruta alternativa que uniría los océanos Atlántico y Pacífico.

Según la Fundación Modern Diplomacy, las rutas del Mar del Norte, el paso Norte-Oeste y la Ruta Marítima Transpolar permiten cada vez más la navegación comercial. La evidencia indica que el Ártico se está calentado cuatro veces más rápido que el promedio global. Desde 1978 la cubierta de hielo se ha reducido en 78 mil kilómetros cuadrados. Un estudio indica que el Ártico podría ser navegable entre julio y octubre a partir de 2030 y que el primer verano sin hielo podría ocurrir ya en 2040, ampliando las posibilidades de navegación. Ya están operando esas vías; en el caso de la del Mar del Norte, controlada por Rusia, se ha incrementado el volumen de carga de modo significativo entre 2014 y 2022 y se espera que crezca hasta 10 veces en el periodo que abarca hasta 2035.

Hay que ver los mapas de la zona para percatarse de la relevancia estratégica que adquiere un territorio como Groenlandia, y de paso la costa oriental de Canadá, para ubicar las declaraciones de Trump. Es claro que hay mucho en juego en términos de dominancia, como se expresa en cuanto al control de los recursos y el poderío económico y militar.

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