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Vuelta a Juárez

03 de enero de 2025 00:03

Benito Juárez es la pieza maestra de nuestro perfil patrio y ahora particularmente es ámbito de esperanza, guía de la fortaleza salvadora de la soberanía y del Estado nacional mexicano.

La luminosidad de su vida tuvo varios momentos críticos: gobierno de Oaxaca, Ayutla, la guerra de 1854-57, la Constitución, Veracruz y sus leyes, la Intervención Francesa, crear la Segunda Independencia de México y sólo entonces acoger su crudelísima muerte.

Ahora necesitamos a Juárez otra vez. Lo necesitamos aparentemente dormido en San Fernando, donde después de mil actos siguientes a Querétaro y poner orden en casa marchó rumbo a lo inmortal.

Lo necesitamos porque hoy otra vez tenemos a la embozada derecha dentro del país y enemigos externos dispuestos a todo. Es de ahí que un renovado fervor mexicanista sea indispensable. Estamos por vivir nuevos episodios de registro histórico.

Estamos otra vez frente al vecino yanqui, que debiera ser el buen vecino y no la amenaza constante.

Debemos refrescar nuestras convicciones y ajustándolas a la realidad, disponernos a echar mano del respaldo de lo justo, de la sagacidad del intelecto y de la habilidad persistente.

La doctrina que fue del prócer y ahora es nuestra fuerza proclama: las naciones tienen que luchar hasta salvarse o sucumbir cuando se intenta ponerlas fuera de la ley y arrancárseles el derecho de existir por sí mismas y de regirse por voluntad propia. Benito Juárez, 15 de abril de 1862.

Por parte de los extremistas de derecha, Marko Cortés, Claudio X. González, Aguilar Camín, Enrique Krauze, Televisa, el periódico de colores y miles más que bien encapotados, navegan en un cómodo anonimato, ya que se avergüenzan de abrirse plenamente como derechistas. Viven siendo tan cobardes como vergonzantes. Son los nuevos polkos.

Este es el enemigo interno, el que cree correcto apoyar una fuerza combinada de Canadá-Estados Unidos-México que, sin costos para la soberanía, dignidad y legalidad, vendría a barrer de malandros las calles mexicanas. Lo que no dicen es si esa fuerza triangular barrería también libremente los escondrijos de Chicago y Montreal.

Es sorprendente en un líder social, Marko, o empresarial, Claudio X., sostener ideas como las expresadas que denotan candidez, ingenuidad. ¿Creer que Donald Trump viene por las buenas? Trae miras distintas, pero saña igual al yanqui de 1836, 1846 o 1914. Si estos líderes no lo creen así, entonces la respuesta es que ¡así lo desean!

Todo lo contrario de la gente de izquierda que se siente orgullosa militante, abierta y claramente comprometida con toda emoción social, que va por la igualdad del ser humano, que milita contra la acumulación de capital y está a favor del laicismo.

Donald Trump no viene a ver qué se lleva, viene sabiendo a qué viene, viene por todo. Lo que él sintetiza, en una palabra: sometimiento de todo lo que él crea bad hombres y actos derivados, todo eso que deba cuadrar con su voluntad. Padece de una suerte de lepra moral.

No es necesario conocer a fondo la obra de aquella noble generación, vivimos en una nación en el fondo tan juarista como la de aquellos. Sus principios no son retórica sapiente, son un ánima o espíritu que nos compele.

De esta argumentación surge una verdad: Juárez no estuvo solo, fueron varios los Manuel Ocampo, Mariano Escobedo, Ignacio Zaragoza, Porfirio Díaz, Santos Degollado, Guillermo Prieto, Ignacio Mariscal, Ignacio Ramírez, Francisco Zarco y Jesús González Ortega. La verdad referida es que este esplendoroso grupo tuvo sobre todas las cosas a un guía moral, político, diplomático y militar: don Benito Juárez.

Toda esta claridad nos lleva prontos a buscar la extrapolación con sus congéneres actuales. En ello hay dudas centrales: ¿los hallaríamos en los líderes de ambas cámaras o en los de los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional, de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano? ¿Llora usted o lloro yo?

La señora presidenta Claudia Sheinbaum Pardo naturalmente aún no posee la madurez ni instrumentos en esta contienda dispar (no se estudia para ser presidente), pero aun así ya siente profundamente los pasos extraviados de tantos mexicanos que la quisieran ver débil ante la ponzoñosa figura de Donald Trump. ¡Tengo fe en todo lo nuestro!

A Patricia Galeana,

con admiración.

carrillooleajorge@gmail



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