°C -
|

La Jornada

Últimas noticias
Anuncio
Anuncio

Economía moral

03 de enero de 2025 07:34

Toda sociedad industrial debe conectar su producción crecientemente social, con consumo y elección de actividades (AV) laborales diferenciados e individualizados, dice György Márkus (GM). El capitalismo (CPL) subordina la producción (Pr) de valores de uso (VU) sociales [fragmentada en miles de unidades económicas, habría que agregar] a la lógica de intercambio mercantil y canaliza las N en formas adecuadas a la acumulación de capital. Los países socialistas de Europa Oriental (PSEO) hicieron esta conexión de manera diferente: organizaron la Pr social de manera centralizada de acuerdo con los intereses del poder burocrático. En este sentido, sometieron la satisfacción de necesidades (N) a una lógica ajena, tal como el CPL la sometió a la obtención de ganancias. Pero en lugar de canalizar N a formas prefiguradas de demanda, restringieron la oferta (y por tanto también la demanda saciable) mediante subabastos crónicos y la fijación administrativa de precios. En su forma pura, por tanto, este sistema tiende a actuar como una brutal dictadura sobre las N. Pero ninguno de estos dos sistemas opera en realidad en pureza. Para asegurar las precondiciones socio-políticas para su estabilización y reproducción, el Estado CPL no sólo tiene que intervenir para contrarrestar sus disfunciones más destructivas, sino también en algunas N remplazar los mecanismos de mercado con la satisfacción directa, con fondos públicos. Estos elementos de la economía del Estado son estructuralmente necesarios para el CPL avanzado y constituyen una condición de su estabilización. De manera similar, la estabilización posestaliniana en los PSEO tuvo que relajar el control estricto sobre las N, extendiendo las posibilidades de elección del consumo, y tolerar mercados segmentados en los que se forman precios. Es decir, la estabilización social de las relaciones de la economía de mando requirió la aceptación de mecanismos de oferta-demanda, aunque el principio de la dictadura sobre las N siguió rigiendo. Hay, pues, una analogía entre el funcionamiento de ambos sistemas: sólo pueden asegurar la reproducción de sus relaciones de propiedad (RP) dominantes, inyectando en el funcionamiento económico elementos potencialmente autodisruptivos. En contra de estos tipos existentes de organización económico-social, está la idea marxiana de una libre asociación de productores directos que involucra el proyecto de una conexión inmediata entre el carácter social de la Pr comunal-autogestiva [necesariamente fragmentada, habría que añadir] y el desarrollo irrestricto de individuos multidimensionales, incluyendo la libre elección de actividades (AV) y la satisfacción de sistemas de N personales diferenciados. Cuando los objetivos de Pr, dice GM, son determinados de manera directa-democrática por los miembros de la asociación, ya no se requieren mecanismos sociales reificados que medien entre Pr y consumo. Se convierte en una tarea meramente técnica de cómputo el establecer el equilibrio óptimo entre recursos existentes y propósitos productivos prefijados. Como tal, como una función de contabilidad social, puede delegarse a un órgano central.

Es este divorcio institucional completo entre la tarea social de definir los objetivos de la Pr y la tarea técnico-computacional de su implementación óptima como una cuestión que concierne sólo a la administración de las cosas, lo que provee la clave al proyecto marxiano de socialismo como una economía sin mercado. Pero este divorcio sólo es posible bajo condiciones específicas. Sólo puede hacerse en una sociedad donde el gasto en trabajo técnica y socialmente homogéneo constituya el único recurso escaso que deba economizarse, es decir, en una sociedad de la abundancia que sólo conoce una división técnica entre tareas Pr esencialmente similares y socialmente equivalentes. En El capital Marx enunció, dice GM, algunas precondiciones: la reducción de todas las funciones directamente Pr a trabajo simple como consecuencia del desarrollo técnico; la existencia de un límite superior natural en el caso de las N materiales; cambio muy lento en la estructura de N de consumo; y el carácter esencialmente sin costo de la satisfacción de las N culturales. En las circunstancias de la segunda mitad del siglo XIX no era irrazonable presuponer la realizabilidad de estas condiciones. Pero desde nuestro punto de vista, dice GM, de nuestras propias experiencias, son expectativas históricas mal ubicadas. Si el socialismo no debe pensarse como una utopía atractiva para un futuro tan distante que resulte poco claro cómo podemos contribuir a su avance, sino como un proyecto social práctico para el presente, entonces su economía debe ser concebida como una que pueda funcionar en condiciones de escasez relativa (más allá del trabajo el cual, como Marx subrayó, sigue siendo siempre un recurso escaso, porque el tiempo de trabajo es parte del tiempo finito de la vida) y no sólo de una división técnica, sino también social del trabajo. En tales circunstancias, sin embargo, la separación radical entre los aspectos técnicos y sociales de la toma de decisiones comunales supuesta por Marx no es realizable. En una situación en la que no todas las N se pueden satisfacer (esto es lo que significa escasez relativa) se tiene que decidir cuáles N satisfacer y hasta qué grado y esto necesariamente depende de consideraciones técnicas sobre sus costos. Pero los costos sociales de producción de cualquier VU permanecen indeterminados mientras el monto de su Pr esté indefinido. En esta situación cualquier decisión del órgano de planificación es no sólo una decisión de cálculo técnico, sino también social, que da preferencia a algunas N y, dada la división social del trabajo que está determinada por determinantes estructurales, esto significa darle preferencia a las N de algunos grupos y comunidades sobre las de otros. Más allá de esta dificultad económica-formal (la llamada paradoja de la planeación) que la institucionalización de un proceso de planeación democrática puede superar, yace una dificultad más profunda. En la situación delineada la unidad directa-inmediata presupuesta entre la organización social-comunal de la Pr y el libre desarrollo de la individualidad, incluyendo libertad de elección de AV productivas y no productivas (del ocio y en consecuencia también de consumo) ya no se sostiene. Se requieren mecanismos sociales que medien los diferenciados patrones de AV y consumo, por un lado, y el sistema requerido de división social del trabajo, por el otro, para lo cual la planeación democrática no provee solución alguna. La planeación sólo puede establecer proporciones y montos de Pr de varios bienes. Cuando estos no cubren, sin embargo, todo el rango de N individuales y comunales, tiene que haber algunos mecanismos a través de los cuales los patrones de preferencias particulares puedan sistemáticamente ser transformados en elecciones racionalmente motivadas entre los tipos de Pr y AV disponibles, pero escasos, y de una manera que retroalimente (correctivamente) al sistema de Pr (porque el resultado de elecciones individuales nunca es totalmente predecible). Ninguna historia ni teoría provee algún ejemplo de institucionalización de estos mecanismos, excepto el mercado.

Los de abajo

Huir de la violencia es sólo un signo de supervivencia.

Jazz

Adrián Escamilla. La clausura de Pizza Jazz.

Penultimátum

Censura literaria en EU, el país de las libertades.
Anuncio