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Muestra en Los Ángeles explora el nexo del color con la cosmología mesoamericana

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Piezas de la muestra "Vivimos en pintura: La naturaleza del color en el arte mesoamericano". Arriba: vasija del dios de la lluvia (ca. 1100-1400), cerámica policromada de El Chanal, Colima, periodo Posclásico Medio (1200-1400, Mixteca-Puebla). Abajo: vasija de alabastro estucada y pintada del Clásico Tardío (600-900 dC), de Xochicalco, Morelos. Foto tomadas del catálogo de la exposición editado por el recinto
02 de enero de 2025 07:59

El blanco, el negro, el rojo, el amarillo y el azul/verde, como unidad, son los cinco colores fundamentales en Mesoamérica. No es que los artistas no hayan creado una multiplicidad de tonos secundarios, sino que esos cinco capturan la esencia del mundo creado, conceptualmente, mediante luz y materia.

Los pobladores de Mesoamérica asociaban estos cinco colores fundamentales con el centro del universo y los cuatro puntos cardinales, escriben los especialistas Diana Magaloni, Davide Domenici y Alyce de Carteret sobre la exposición We Live in Painting: The Nature of Color in Mesoamerican Art (Vivimos en pintura: La naturaleza del color en el arte mesoamericano), montada en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (Lacma).

La muestra de más de 270 piezas, entre ellas textiles teñidos, fragmentos de murales y vasijas de barro, explora la ciencia, el arte y la cosmología del color en Mesoamérica. De acuerdo con Michael Govan, director del recinto, la exhibición considera dos ciencias en diálogo: la occidental emprendida por académicos contemporáneos y la indígena de la producción artística que, a lo largo de milenios de práctica empírica, logró pigmentos artificiales del mundo natural.

Crear el mundo

Para el Lacma, los artistas mesoamericanos sostenían una responsabilidad cósmica: mientras teñían las superficies de los edificios, vasijas de barro, textiles, amates y esculturas, literalmente crearon el mundo. El poder del color emergió de la materialidad de sus pigmentos, las manos hábiles que lo fabricaron y las comunidades cuyo conocimiento fue imbuido con significado. Estos tonos mapeaban el mismo orden del cosmos, el tiempo y el espacio. Al utilizar los tintes, los artistas ejercían el poder de la creación cósmica en sus manos.

Historias de colonialismo e industrialización en un Oeste adverso al color han minimizado el significado profundo de ello en la América indígena. We Live in Painting sigue dos líneas interconectadas de investigación –análisis de técnicas y materiales y las concepciones indígenas de arte e imagen– para llegar a una riqueza total de color, se señala.

La exposición se divide en siete núcleos temáticos, tres de los cuales examinan el papel de los colores específicos en el arte mesoamericano, mientras otros revisan la historia de la producción de tintes en la región. La relevancia de las tonalidades en el arte y la sociedad mesoamericanas también se explora mediante 17 trabajos comisionados para la muestra, entre otros, a Porfirio Gutiérrez, artista zapoteco del textil, que demuestran el resurgimiento de prácticas antiguas de creación de pigmentos.

 

La mayoría de las piezas provienen originalmente de México, aunque también hay de Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice. En muchas fichas técnicas se deja abierta la procedencia exacta. Por ejemplo, un recipiente para beber con una mujer serpiente podría ser del sur de Campeche o el norte de Petén, es decir, México o Guatemala. Se exhiben facsímiles de una nutrida lista de códices.

Labor de Miguel Covarrubias

En el prefacio al catálogo, The missing palette (La paleta ausente), Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología, trae a colación la labor del artista e investigador Miguel Covarrubias (1904-1957) en el estudio y la recuperación de la unidad esencial de las expresiones artísticas de las primeras culturas de América, aspecto que destacó en los objetos recuperados del subsuelo de Tlatilco en el valle de México en los años 40: “Sus hallazgos en una ladrillera no sólo incrementaron la edad estimada de las culturas ‘clásicas’ de mil 600 años a acerca de 3 mil años, sino también atrajo atención a los colores más antiguos, en cerámica extraordinaria”.

Concluye: Siempre será posible apreciar mejor esta paleta antigua; sin embargo, en su obra original, Covarrubias reveló un universo ignorado. Su lección consistió en aprender a observar el color con el fin de comprender su presencia en el arte mesoamericano. Goethe escribió que cualquier estudio de los colores debe empezar con una discusión acerca de la luz. En el arte y la escritura de alguien como Covarrubias, parece inevitable reconocer la luz de un precursor (uno de relativamente pocos) en el reclamo de la naturaleza del color y sus valores manifiestos en el arte mesoamericano.

We Live in Painting: The Nature of Color in Mesoamerican Art permanecerá hasta el 1º de septiembre de 2025 en el Museo del Condado de Los Ángeles (Wilshire Bulevar 5905, Los Ángeles, California).

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