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Jimmy Carter, el presidente honorable

02 de enero de 2025 07:40

Ciudad de México. El 3 de octubre de 2000 se produjo el primer encuentro cara a cara entre Fidel Castro y James Carter. El líder cubano y el ex presidente de Estados Unidos asistían al funeral de Pierre Trudeau, el padre del actual primer ministro de Canadá, en la Basílica de Notre Dame del viejo Montreal. Una ola de viento y frío extremo helaba los exteriores del imponente edificio ubicado en la Place d’Armes, por donde poco antes había pasado el féretro, escoltado por familiares de Trudeau, los invitados internacionales y miles de canadienses.

Mientras esperaban el inicio del servicio religioso, ambos conversaron animadamente en una pequeña sala protegida por una puerta de cristal. Afuera, los periodistas nos preguntábamos de qué hablarían tan animadamente ambos líderes en el encuentro que disputaría titulares al funeral de Trudeau. Luego se supo cuál era el tema de la conversación: los problemas de salud que afectaban al Tercer Mundo, particularmente a África, y la urgencia de buscar soluciones para salvar la vida de millones de personas. Fidel tuvo el tacto de no abordar el diferendo histórico de Estados Unidos con Cuba, pero invitó a Carter y a su esposa, Rosalynn, a visitar la isla.

Carter, fallecido el pasado domingo a la edad de 100 años, no sólo fue el primer ex presidente estadunidense que conversó con Castro y visitó Cuba en dos ocasiones (2002 y 2011), sino que sería el primer presidente que expresó por escrito, a través de una nota ejecutiva, su voluntad de avanzar en un proceso que culminara en la “normalización” de las relaciones entre ambos países. En septiembre de 1980, llegó incluso a trasladar a Fidel, a través de un emisario secreto (Paul Austin, presidente de la compañía Coca-Cola), su deseo de sostener de manera confidencial un contacto directo al más alto nivel y habló de la posibilidad de levantar el bloqueo que castigaba al pueblo cubano.

“Quien, en medio de plena guerra fría y en las profundidades de un mar de prejuicios, fue capaz de intentar una mejoría de las relaciones entre ambos países, merece respeto”, expresó Fidel al recibir a Carter y a su esposa en el Aeropuerto José Martí de La Habana, el 12 de mayo de 2002.

El líder cubano nunca olvidó que durante el mandato de Carter se suspendieron los vuelos rasantes sobre la isla de los aviones espías SR-71, se abrieron oficinas de intereses en Washington y La Habana, se establecieron numerosos canales de comunicación para dirimir conflictos como los límites de las aguas territoriales, y se realizaron en secreto intensas conversaciones entre representantes de ambos países para resolver el diferendo histórico. Estos hechos han quedado registrados exhaustivamente en el libro Back Channel to Cuba: The Hidden History of Negotiations Between Washington and Havana , de los investigadores estadunidenses William Leogrande y Peter Kornbluh.

“Creo que, en retrospectiva, sabiendo lo que sé desde que dejé la Casa Blanca, debería haber seguido adelante y haber sido más flexible en el trato con Cuba, y haber establecido relaciones diplomáticas plenas”, dijo Carter en entrevista con los investigadores Leogrande y Kornbluh. Derrotado por Ronald Reagan en las elecciones de noviembre de 1980, Carter no pudo tener un segundo mandato para hacer lo que quería, pero sí manifestó una y otra vez su desacuerdo con el bloqueo de su país a la isla vecina.

“A mí me gustaría que [el bloqueo] se acabara hoy mismo. No hay razón para que el pueblo cubano siga sufriendo”. Estas declaraciones de Carter al diario Folha de São Paulo, en mayo de 2009, motivaron un extenso artículo de Fidel, casi confesional, el primero y único donde contó sus impresiones sobre el demócrata y algunas revelaciones inesperadas, como los esfuerzos del líder cubano para persuadir al presidente de Panamá, Omar Torrijos, de que evitara posiciones extremas en la negociación para la devolución del canal. “Sin hablar con nadie en Estados Unidos –escribió Fidel–, pude vaticinarle que tal vez Carter fuera el único presidente de ese país con el que podía alcanzarse un acuerdo honorable, sin derramar una gota de sangre.” Torrijos le agradeció públicamente el consejo a Fidel, tras la firma del acuerdo que puso fin a la presencia estadunidense en Panamá.

Mientras Carter quería superar el conflicto con Cuba, sus asesores recomendaron oportunistamente sacar partido de la negociación, imponiendo como moneda de cambio el fin de la presencia militar de Cuba en Angola, cuando ya se había producido la invasión en ese país del ejército del régimen racista que mantuvo encarcelado a Nelson Mandela durante 27 años. Fidel organizó la defensa junto a las fuerzas del primer presidente de la Angola independiente, Antonio Agostinho Neto.

“Ni nos marcharíamos de Angola, ni suspenderíamos la ayuda ya comprometida con los países de África. Carter nunca llegó a solicitarlo, pero es evidente que muchos en Estados Unidos pensaban de esa forma,” y añadió Fidel unas líneas adelante: “No buscamos ventajas unilaterales. Los revolucionarios que así actúan no sobreviven a sus errores”.

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