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‘Cuadernos Políticos’: algo más que una revista de culto

02 de enero de 2025 07:30

Ciudad de México. Pocas publicaciones de corte intelectual generan tanta pasión como Cuadernos Políticos (CP, en adelante). Iniciada hace cinco décadas, en el cierre del verano de 1974, mantuvo vigencia hasta 1990, cuando, a decir de Bolívar Echeverría, las condiciones ideológicas mundiales habían cambiado tan radicalmente que no era posible sostener su existencia. Su cierre, en el número 60, expresaba que aquel periodo que Gyorgy Lukács había denominado como el de la “actualidad de la revolución” había llegado a su fin. No por otra cosa, en dicha edición se cerraba con un balance del significado del año 1989.

Dentro de la pléyade de revistas marxistas, tanto mexicanas como latinoamericanas, CP guarda un lugar muy especial. El periodo de su forja se encuentra en el lejano triunfo cubano de 1959 y en la terrorífica derrota chilena de 1973, y en cuyo epicentro se encontraba el auge del marxismo como la veta principal de análisis del pensar crítico y militante. El primer número reconocía la eclosión de corrientes amparadas bajo el nombre de Marx, pero también que “el movimiento real avanza mucho más rápidamente y es mucho lo que falta por hacer”. Bajo este imperativo, se inauguró la aventura intelectual que encontró amparo en la infatigable voluntad de Neus Espresate, creadora de Ediciones Era. Es preciso decir que se configuró como una de las publicaciones más originales del periodo, en buena medida gracias al conjunto intelectual que la sostuvo, entre los que destacan por sus aportes Carlos Pereyra, Bolívar Echeverría y Ruy Mauro Marini.

En su materialidad la revista guardó un formato idéntido entre su primer y último número, variando sólo en su color de acuerdo con cada edición. En su contenido podía pensarse una cierta discordancia, pues no era una revista de coyuntura, pero ésta no faltaba como motivo reflexivo; tampoco era una revista de análisis histórico, pero el pasado siempre animó sus páginas; y, aunque una noción de producción teórica podía dibujarse como el transfondo de la misma, las variaciones de esta proposición eran inmensas. Además, la publicación tenía una poderosa vocación latinoamericana, constatable en temas y autores.

Del primer registro mencionado puede pensarse desde las discusiones a partir de la crisis chilena, del seguimiento espóradico de eventos políticos en Argentina, Perú y Bolivia, o bien de la propia evaluación del caso mexicano en momentos específicos, como el temblor de 1985 o la huelga de 1987. La noción de coyuntura que opera en CP está vinculada con la urgencia del momento, ataviada por la idea de la revolución, pero también de la fortaleza de las tendencias contrarrevolucionarias. En el campo de la historia la veta es más clara, aunque sumamente plural. Por mencionar algunos, aparecieron textos de Arnaldo Córdova, Ellen Meiksis Wood, Alan Knight, Sergio Bagú o Jorge Aguilar Mora: el pasado era motivo de disputa, de reconfiguración y, sobre todo, de insumo para el presente de la lucha política.

El tercer terreno que mencionamos, el de una acepción de la teoría, es sin duda donde CP muestra mayor riqueza. No deja de constatarse como un espacio plural y hasta contradictorio, pero es expresión misma de la diversidad de preocupaciones que recurrían a Marx como interlocutor preferente. Además de autores clásicos como Fernand Braudel o George Simmel, aparecieron otros tantos que podemos considerar hoy canónicos, como Eric Hobsbawn, Perry Anderson, Robin Blackburn, Etienne Balibar y Louis Althusser. En tanto que entre los latinoamericanos estuvieron Vania Bambirra, Aníbal Quijano, Carlos Monsiváis, Theotonio Dos Santos, por mencionar algunos. La teoría forjada por los tres autores mencionados –Echeverría, Pereyra y Marini– no es menor, pues sus aportes en el campo de la crítica de la economía política, la crítica política y la teoría de la dependencia son quizá el insumo más importante de las últimas décadas en el pensamiento marxista.

Esta pincelada sobre CP da cuenta de un ánimo renovador, es decir, de una izquierda que buscaba estar atenta a las producciones globales, pero también a las especificidades locales. Más aún, los debates sobre izquierda y democracia que CP albergó dan cuenta bien de una problemática esencial para la cultura política mexicana y que no puede ser despachada rápidamente. Ella muestra que los marxistas pensaron el problema de la democracia desde mucho antes de la caída del muro de Berlín.

Un balance después de cinco décadas de iniciada y cinco lustros de su desaparición, muestra la dificultad de sostener producciones en el espacio teórico marxista. Ella estuvo marcada por la gran expansión de dicha forma teórica y por unos convulsos años marcados por la lucha política. Mirarla en correspondencia con otros esfuerzos que se dieron en la región la coloca en valía mayor. Puede pensarse para este trayecto a la cubana Pensamiento Crítico, la argentina Pasado y Presente, la mexicana Historia y Sociedad, la peruana Sociedad y Política o la uruguaya Cuadernos de Marcha. Así, un mirador menos encerrado en autores canónicos de nuestra tradición y más abierta a comprender la marea de los días de eferversencia política muestra los movimientos y cambios teóricos, y, sobre todo, la originalidad de los esfuerzos colectivos. CP y las revistas que mencionamos, además, nos devuelven una parcela del tiempo histórico en el que, pese a todo, se pensaba que la revolución estaba a la vuelta de la página, cosa no menor en tiempos de crisis civilizatoria.

* Investigador UAM

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