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Los crímenes del capitalismo: ecocidio y exterminio

30 de diciembre de 2024 00:02

Lo que dio origen al capitalismo es un crimen y éste ha sido también su constante: conquista, colonización, sometimiento, despojo, exterminio y ecocidio. La aniquilación y esclavización de las poblaciones de América y de África para facilitar el proceso de acumulación de capital son pruebas. Es un sistema que nace chorreando sangre, nos dijeron los clásicos, y perfecciona sus métodos, nos alertan los zapatistas.

El capitalismo tiene como origen y constante el crimen, pero hay periodos de la historia en que se manifiesta con su rostro más nítido, sin maquillajes: la barbarie. El motivo de esto todavía está a debate, hay quien argumenta que se debe a que el sistema se encuentra en crisis y recurre a la violencia para recuperar su “estabilidad”, también quienes señalan que las condiciones materiales para la reproducción del sistema se encuentran en su fase límite y que las clases dominantes hacen la guerra para conquistar lo que queda. Otra lectura es que estamos frente a una disputa interimperialista por la hegemonía y la conducción del sistema. Sea por la crisis del sistema, por el agotamiento de las condiciones materiales o por las disputas interimperialistas, lo cierto es que hoy el sistema se nos muestra en toda su barbarie.

Las clases dominantes que se benefician del sistema capitalista, con sus corporaciones legales y criminales, los Estados y otros instrumentos de mediación que están a su servicio, han buscado imponerse presentándose con distintas máscaras según las modas ideológicas y mediáticas. A veces utilizan los problemas más urgentes para la sociedad a fin de diseñar sus máscaras o se apropian de ideas surgidas como críticas y las vacían de todo su contenido emancipador. Civilización, progreso, desarrollo, son algunas de ellas, pero también identificamos derechos humanos, democracia o sustentabilidad. Pero esas máscaras no logran ocultar por siempre lo que realmente sostiene al sistema: explotación y dominación, colonización y conquista, asesinato y sometimiento de pueblos y de otras civilizaciones, de desaparición de personas, extinción de especies y destrucción de ecosistemas. En algunos casos incluso llegan a justificar la destrucción de pueblos, territorios y ecosistemas en beneficio de otros sectores sociales: “necesitamos tal megaproyecto para garantizar pensiones”, dicen; “la minería nos ayuda a conseguir becas”, insisten. Buscan justificar así que ciertos territorios y sus poblaciones son sacrificables en beneficio de otras poblaciones. Son casi siempre los pueblos originarios los que deben ser sacrificados para sostener el bienestar nacional. Colonias internas, les llamaron antes; zonas de sacrificio, les dicen hoy. Esos discursos, además, buscan confrontar a sectores del pueblo trabajador: “cómo se oponen al desarrollo”, “ustedes no quieren que México progrese”, descalifcan a quienes hacen la crítica. En el fondo, todos sabemos que los verdaderos beneficiarios son las clases dominantes.

El proceso de colonización global del capital, de conformación de una economía-mundo, ha implicado también la construcción o el intento por erigir una ecología-mundo. Uno conectado para garantizar el libre tránsito de las mercancías y de las clases dominantes, pero donde cada vez se levantan más fronteras para las personas empobrecidas. Un mundo con cada vez más puertos, aeropuertos, carreteras, trenes, gasoductos, acueductos, eólicas y demás proyectos de infraestructura y comunicación que ayuden a facilitar el despojo, la extracción de materias primas, de minerales, de la agroindustria. Un mundo conectado para que las clases dominantes –y también de vez en cuando las clases medias– puedan ir a grandes balnearios con sus pirámides, llenos de hoteles, bares, antros y todo lo necesario para la diversión y descanso de “los patrones” y de los que aspiran a ser como ellos –capitalismo de resort, le llaman–.

El capitalismo como sistema de acumulación de poder y riquezas, de dominación y explotación, se construye en la naturaleza y sobre ella. Configura perspectivas, modos de pensar, sentidos comunes, emociones y deseos. Impone como máximas a seguir ideas de desarrollo, crecimiento, éxito, competencia y eficiencia. Como sistema, refuerza la idea de que sociedad y naturaleza se encuentran separadas, de que la naturaleza es parte del mundo de lo “salvaje”, que son recursos, una “cosa” que se puede controlar y administrar para alcanzar ciertos fines. Como sistema, el capitalismo debe expandirse continuamente para garantizar “crecimiento económico”: romper fronteras, colonizar territorios que antes eran considerados improductivos, colonizar cuerpos, subjetividades, otros planetas e incluso el futuro. Bajo estas premisas, en el capitalismo se observaba a la naturaleza como infinita e inacabable en el ánimo de maximizar la ganancia.

Ecocidio y exterminio son los crímenes del capitalismo que hoy nos llaman a actuar. Detener el genocidio contra el pueblo palestino y apoyar a los que defienden los territorios en todo el mundo puede ser un buen comienzo.

Extracto de la presentación en la primera sesión de los Encuentros Internacionales de Resistencias y Rebeldías

*Sociólogo

X: @RaulRomero_mx

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