Eran los días iniciales del mes de junio de 1979. En Nicaragua, el Frente Sandinista, que se había levantado en armas en contra de la dictadura hereditaria de la familia Somoza, cobraba fuerza, ganaba territorios y cada día acrecentaba sus bases de apoyo tanto en el campo como en las ciudades.
En el ámbito internacional, el juicio no sólo favorecía a la guerrilla, sino que, además, reprobaba abiertamente al gobierno del dictador Anastasio Somoza, tanto por sus crímenes de guerra como por su cotidiana decisión de borrar del territorio nicaragüense el menor vestigio de un régimen democrático.
Uno de esos días, el director del Banco Cinematográfico, Rodolfo Echeverría, hermano del ex presidente, recibió a un funcionario del gobierno de Nicaragua, que venía en una misión especial: era urgente e imprescindible que se conociera la opinión de los diversos grupos sociales que apoyaban las políticas de Somoza.
Según refirió, el objetivo era llegar a un acuerdo para que el cine mexicano realizara un documental con el propósito de que la gente en todas las naciones viera la realidad sobre lo que estaba sucediendo en su país. La propuesta/petición consistía en una entrevista cara a cara con el presidente Somoza, a fin de obtener una apreciación verdadera y objetiva del rostro del gobierno. El Banco Cinematográfico no quiso comprometerse en la tarea, ya que todo el mundo entendería que esa era la posición del gobierno de la República.
Entonces, mi responsabilidad se concretó en conectar a la delegación nicaragüense con quienes yo consideraba los mejores hacedores de cortometrajes. Una vez reunidos, empezamos a discutir sobre quién tendría las características idóneas para cumplir con la labor de un eficaz entrevistador mexicano. Se expresaron diversas propuestas y, al final, yo les pedí considerar en primer lugar que se tratara de una mujer y, si lo aceptaban, yo presentaría la propuesta a favor de la señora Silvia Pinal, pues sabía que cumpliría la tarea de manera seria y profesional.
A los nicaragüenses les pareció una gran idea, y pensaron que le daría gran credibilidad al papel de reportera profesional. La señora estaría bien documentada y haría la entrevista personalmente al dictador Somoza quien, de antemano, sabría que si al final algo no le parecía, este documento jamás saldría a la luz.
Hice una cita con Silvia y le expuse lo inusitado del proyecto y el papel central que ella jugaría. Me pidió el guion completo de la entrevista y dos días para darnos a conocer la decisión que hubiera tomado. Antes de que el plazo se cumpliera, me habló por teléfono para comunicarme la aceptación de nuestra propuesta. Nos dimos a la tarea de escribir y rescribir versiones de la entrevista. Para el día 15 de julio habíamos llegado a un acuerdo, tanto de Silvia como del pequeño grupo que estaba participando en el diseño del programa.
Cuando estábamos discutiendo los ángulos de la producción, con asombro nos enteramos que la entrevista no podría llevarse a cabo. El día 17 de julio sin previo aviso, y asombrando a sus propios partidarios, el presidente Somoza tomó un avión en el que subió a su familia y salió del territorio nicaragüense, marcando el triunfo del movimiento sandinista.
Así, se perdió la oportunidad de hacer el documental más inusitado, pues lo menos necesario es conocer ya el rostro de los somocistas. Ahora más importante es descubrir a quiénes esconden su alma somocista detrás de un disfraz sandinista de toda la vida.
