A los braceros los llamaron trabajadores “indispensables” durantela pandemia, ahora son sujetos de deportación, porque la mayoría de los braceros que trabajan en el campo son indocumentados.
Por lo pronto, el zar de la migración ya anunció que va a empezar con las deportaciones en Chicago. Primero, porque es una ciudad santuario, pero también, porque allí radica la clase obrera migrante. Lo que recuerda las deportaciones de 1929, cuando la prioridad era deportar a los mexicanos de las zonas industriales del norte, donde los empleos debían ser para los inmigrantes blancos.
Uno de los principales objetivos de la política migratoria estadunidense a lo largo de todo el siglo XX, fue la de concentrar a los mexicanos en el sur y en las labores agrícolas. El programa bracero (1942-1964) otorgaba contratos a trabajadores agrícolas hombres de manera temporal. Se aplicaba una selectividad genérica para que no llegaran familias; era un contrato estacional para que no se quedaran permanentemente y, finalmente, era exclusivamente para ejidatarios y agricultores. Los únicos que están “impuestos” y pueden resistir esas jornadas de trabajo.
En la actualidad, en la agricultura trabajan hombres y mujeres; son residentes, no regresan; los que trabajan en la pisca son indocumentados y 95 por ciento son mexicanos y 5 por ciento guatemaltecos. Pero cada vez son menos.
La mecanización y la robótica en la agricultura desplazan todos los años a cientos de trabajadores manuales, literalmente braceros. Primero desplazaron a miles de trabajadores del betabel, luego del algodón, más tarde a los cañeros. Ahora entró la mecanización a los cultivos de zanahoria, brócoli, alfalfa, cacahuate, nuez, almendra, uva para vino, etcétera. Todavía se resiste la lechuga, que parcialmente está mecanizada, la uva de mesa, la fresa y las berries, el aguacate y el perejil, también la manzana y otros. Cuando los frutos maduran en tiempos diferentes es complicado mecanizar. Pero los israelitas ya tienen drones con robots que detectan las manzanas maduras y dejan las que están verdes.
Pero se requiere de al menos un millón de braceros al año, la mitad de ellos tienen visas temporales H2A y los demás suelen ser indocumentados. Además de la mecanización, hay que tomar en cuenta la programación de los cultivos y las fechas exactas en que se debe cosechar. De ahí la necesidad de contar con mano de obra disponible en ese preciso momento.
En el mercado de mano de obra, controlado por los contratistas de indocumentados, se vive con la incertidumbre de poder contar con la mano de obra adecuada, en fechas precisas. Esto juega a favor de los contratistas que hacen los compromisos, fijan los precios y tienen margen de maniobra. Por eso mismo, los granjeros prefieren a los contratados con visas H2A, que no entran en el mercado libre de mano de obra y que están sujetos a un solo patrón y no pueden trabajar en otro lado, aunque las condiciones sean deplorables.
Este programa de visas temporales es unilateral y viene a suplir al programa bracero, que eran acuerdos anuales bilaterales. Con estas visas, México sólo ha llegado a tener un memorando de entendimiento con Estados Unidos bastante general, repetitivo y poco riguroso. No obstante, en éste se afirma: “Ni el empleador, ni el reclutador, ni ningún agente del empleador o el reclutador puede obtener beneficio alguno de la transacción”.
Todo mundo sabe que eso no se cumple y que los reclutadores cobran sus comisiones y que los abobados, mexicanos y estadunidenses, cobran por sus servicios. También es conocida la práctica de quitar los pasaportes de los trabajadores para que queden sujetos al empleador, lo que se considera como trata.
Son innumerables las anomalías en este campo y están bien documentadas por investigadores. Enrique González Araiza ha documentado y denunciado la trata laboral. Según Hernández León, se trata de una industria y de una “economía del engaño” y añade que “la actividad de los enganchadores y sus agencias resulta sumamente lucrativa porque pueden realizar un doble cobro: a los empleadores por identificar y reclutar nueva mano de obra, y a los trabajadores por ser incluidos en las listas”.
Pensando en voz alta, se podría uno imaginar la posibilidad de que se rompiera el acuerdo de entendimiento sobre las visas H2 y que se impidiera o limitara la salida de medio millón de trabajadores agrícolas mexicanos. Simplemente porque no se cumple la Constitución, artículos XXV y XXVI y tampoco con el memorando de entendimiento, firmado por este gobierno de la 4T, el 17 de enero de 2023.
Ésta sería una jugada peligrosa porque afectaría a medio millón de mexicanos y sus familias que se quedarían sin esos ingresos. Pero la medida podría cambiar las reglas del juego en el trabajo agrícola temporal a favor de los trabajadores, y México podría tener mayor injerencia en la supervisión de ese programa, que podría ser avalado por el Congreso y no como un simple memorando de entendimiento.