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Amor por la cultura / Elena Poniatowska

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Mis padres me fomentaron el amor por los libros; me llevaban a ferias del libro, asegura Tatiana Nogueira. Foto Germán Canseco / Archivo
29 de diciembre de 2024 08:29
Tatiana Nogueira sonríe bonito; su elocuencia me asombra porque habla de libros, de música, de viajes y no se cree la divina garza. La veo sentada frente a mí y tengo la certeza de que ella es capaz de salvar al mundo si es necesario; por eso mismo no le creo cuando me cuenta que le da pena pedirle a Alberto Ruy Sánchez que le firme los libros que abraza con fervor.

–¿Eres hija única, Tatiana?

–No, tengo un hermano, Arturo, y una hermana, Mónica, que son más chicos que yo.

–¿Desde hace cuántos años trabajas?

–El primer sueldo lo cobré a los 12 años, trabajaba en Reino Aventura. También en un centro de readaptación social. Ahí hacían teatro los fines de semana, llevaban a los chicos que cometían algún delito para que se acercaran a la cultura.

–¿Eras actriz?

–Yo era actriz y después, más que la actuación, me gustó la producción. Entonces empecé a cambiar los telones, a poner la música. Me gustó más ser responsable de lo que estaba sobre el escenario. También cantaba en bandas de rock.

–¿Qué tipo de canciones?

–Eran covers, o sea, canciones ya conocidas, pero también yo escribía mis canciones y mis amigos las musicalizaban. Ellos saben hacer música, yo no. Uno de ellos, Saúl, es músico de jazz y toca en San Francisco. El otro era Jorge Cobián, guitarrista; Mariano Espíndola tiene grupos de rock y ha tocado en el Zócalo. Fui la única que ya no siguió cantando.

–¿Y por qué no, Tatiana? Habrías tenido pegue.

–Porque, la verdad, me daba pena pararme en el escenario; sí, ganaba concursos de canto, pero la timidez era mayor. Me gustan mucho los escenarios, pero me gusta más el contenido y ver cómo se admira la gente de las cosas que pasaban frente a sus ojos. Disfruto mucho más crear el espectáculo.

–¿Cómo te interesaste en la cultura?

–Toda la vida me gustó mucho leer; mi papá y mi mamá me fomentaron ese amor por los por los libros; me llevaban a ferias del libro. Todo mi dinero me lo gastaba en libros; el dinero que me daban para comprar los libros de texto lo gastaba en libros para mí.

–¿A qué autores leías?

–A Cortázar, Borges, Graham Greene, Michael Ende. Leía mucha fantasía épica, a Isaac Asimov. De los mexicanos, a Rulfo, Carlos Fuentes, Rosario Castellanos, Parménides García Saldaña; José Agustín era mi máximo. Elena Garro con Los recuerdos del porvenir; a Octavio Paz lo empecé a leer, a Vicente Leñero. Leer me ha dado la oportunidad de conocer a personas que nunca me imaginé; me ha dado trabajos que jamás pensé que iba a tener. Trabajé en Planeta, en el Fondo de Cultura Económica (FCE), en Panamericana, en editoriales americanas como Harper Collins. Antes de eso, como te conté al principio, yo trabajé en la música; también en radio con Javier Aranda, porque yo le producía las entrevistas; gracias a él, empecé a conocer a los autores de primera mano. Grabamos a poetas, escritores como Carlos Monsiváis.

Creo que de las cosas más increíbles que me pasaron fue dar una conferencia sobre lo que estábamos haciendo para fomentar la lectura en México, en la Feria del Libro de Casablanca, Marruecos. Fui allá representando a México como responsable de los programas de fomento a la lectura. Cuando trabajé en la editorial Planeta fui a Barcelona y a Madrid, pero también viajé con músicos, Elena. Hice giras de son abajeño con un músico veracruzano. La música y los libros son lo que más me gusta.

–¿Cómo te ha dado tiempo de hacer tantas cosas?

–Porque a veces he tenido dos o tres trabajos al mismo tiempo: en la mañana trabajaba en la editorial y en la tarde me iba a la disquera, con una productora de conciertos. Cuando trabajé en el FCE, me tocó la gestión de Consuelo Sáizar. Recuerdo que ella empezaba a trabajar muy temprano; todo el edificio estaba apagado y no prendían las luces hasta las 7 de la mañana. Yo llegaba a las 6 de la mañana para tener toda la información de las notas de prensa en la plataforma del FCE; yo trabajaba a oscuras una hora hasta que prendían las luces del edificio.

–¿Y no es difícil trabajar antes de que salga el sol?

–Los trabajos que he tenido de promoción de la cultura son así, te empujan a madrugar. En Televisa había programas que empezaban a las 6 de la mañana y yo tenía que estar como a las 4:30 o 5 de la mañana para entrar al aire. Era un trabajo muy demandante, sí, pero la vida me fue llevando hacia la cultura. Yo era productora de un programa que se llamaba Humanísimo, de Tomás Mojarro, hablábamos de literatura mexicana.

Javier Aranda ha sido un guía que conozco hace 30 años y en todas las cosas que he emprendido siempre ha sido como un faro para mí. Por ejemplo, cuando yo estaba a cargo de los programas de fomento a la lectura, tenía un espacio en Radio UNAM y ya teníamos ahí un programa. Javier me hizo el honor de ser quien lo condujera.

–Javier fue un gran amigo de Monsiváis y lo apoyó hasta el último día de su vida.

–El último programa que grabó Carlos Monsiváis nunca salió al aire y lo grabó con Javier. Fuimos a grabarlo a casa de Carlos, platicaron como dos horas de muchísimas cosas, todo quedó grabado y conservo esas cintas. También tengo grabaciones de Octavio Paz en Televisa, en un disco de audio que se llama Travesía. Estoy segura de que debe haber copias en el archivo de Televisa. Imagínate, Elena, son grabaciones de voces históricas de intelectuales, escritores, poetas, historiadores.

–¿Tú consideras que las instancias culturales mexicanas conservan bien los archivos de los intelectuales, las zonas arqueológicas?

–Creo que deberíamos ser mucho más cuidadosos con esas evidencias, grabaciones y registros que tenemos de los grandes personajes que han conformado la vida cultural en México. En muchas ocasiones, yo guardé las entrevistas originales, sin música ni comerciales, porque a veces pasaba que la gente grababa una entrevista sobre una canción y yo pensé que eso a un historiador no le iba servir. Con Javier Aranda grabamos un programa de Octavio Paz antes de que se quemara su departamento, su biblioteca; nos habían prestado unas grabaciones y yo hice una copia. Por eso se rescataron porque todo se perdió en ese incendio terrible.

–Tatiana, ¿qué te ha dado la cultura en lo personal?

–Hoy me ha dado la oportunidad de conocer a las personas que he admirado a través de sus libros, ser más cercana a ellos. Me ha permitido viajar por todo el mundo, he estado en lugares que nunca me imaginé que podía estar. Los libros y la música me abrieron la puerta del mundo. A Gabriel García Márquez lo conocí cuando entré a la editorial Planeta, él era uno de sus autores; esos encuentros son de lo más bonito que me ha dejado trabajar en editoriales. A Antonio Skármeta, el de El cartero de Neruda, lo conocí en México y me dijo que le gustaba mucho la música de Armando Manzanero y las carreras de caballos. Entonces, después de que trabajamos todo el día haciendo entrevistas y presentaciones, como yo conocía a la representante de Manzanero, organizamos una cita y fue una noche inolvidable para Skármeta, porque no esperaba esa sorpresa. Siempre trato de darle un regalo a los autores, algo que les guste mucho.

–De todos esos personajes, ¿ninguno es pretencioso?

–Muy pocos son así. La mayoría es muy noble, son autores sensibles, cercanos a sus lectores. J. J. Benítez, por ejemplo, firmó como seis horas en la FIL de Guadalajara; era el último día, hicimos firma de libros y él le firmó a todo el mundo; nos apagaron las luces de la Expo Guadalajara. Le dedicó tiempo a los jóvenes, a los viejos, los escuchaba y no le importó que terminamos como a las 4 de la mañana, pero él atendió a todos y cada uno de sus lectores.

–Qué fundamental es el apoyo de los papás, ¿verdad?

–Fue muy importante el impulso que me dieron mis papás para leer, porque había cosas que no eran aptas para mi edad, pero nunca me dijeron que no lo leyera; me llevaron a museos, a obras de teatro que empezaron. También me animaron a estudiar música, pero no soy buena. Intenté aprender a tocar la guitarra, pero mis dedos son tan largos, no alcanzo a pisar las cuerdas y terminé cantando.

Cuando no me encontraban en la casa, sabían que estaba en La Casa del Libro, en Gandhi, El Sótano o El Parnaso, que era una librería preciosa en el centro de Coyoacán, creo que ahora es un restaurante. Este amor por la cultura es algo que me contagiaron mi mamá y mi papá, porque yo los veía a leer, han sido un gran ejemplo para mí.

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