En la mayoría de los casos, los mafiosos habían operado con el reconocimiento y documentación que los acreditaba como hombres de gran prestigio en el mundo de los negocios, controlando bancos, dominando periódicos, canales de radio y televisión o liderando importantes compañías o empresas, además de todo tipo de actividades puramente delictivas, nos confirma Enrique Cirueles, autor que da innumerables aportaciones sobre el tema. Sólo con ver El padrino queda ilustrada la vida de la mafia en esos años.
El Embajador Bosques se preocupó por entender y sobrellevar sus días entre esa red de complicidades y mundo del crimen organizado. Se preguntaba cómo ha sido posible que una vasta organización delincuencial pudiera operar en Cuba por más de 20 años, sin que se produjera el más breve rechazo oficial y qué grupos políticos y financieros –dentro y fuera de la isla– estaban comprometidos tan estrechamente en la formación de aquel Estado de corte delictivo, mafioso. No se podía entender aquello sin un profundo estudio de la realidad económica, política y social de ese periodo que le tocó vivir.
No había duda: el crimen organizado de Estados Unidos había creado un poderoso imperio en la isla.
Se veía cómo la mafia estadunidense en Cuba se había concentrado no solamente en los hoteles y casinos, drogas y prostitución organizada. Estaban metidos en proyectos de más largo alcance, ocupando espacios cada vez más rentables. La expansión proyectada por Batista de obras a lo largo de la costa, hasta Varadero, también era un fuerte atractivo.
Las familias más notables que estaban al frente eran Amleto Battisti y Lora, Amadeo Barletta Barletta, Santos Traficante, padre e hijo, y el más célebre de todos los mafiosos que operaron en Cuba: el financiero de la mafia, Meyer Lansky.
El famoso espacio de espectáculos, el Tropicana, era el más cautivante de los refugios y centro de operaciones. Ofrecía de todo: las mulatas que dominaban la noche, el bingo de moda con grandes cantidades al ganador, restaurantes con exquisiteces y la poderosa zona de juego, casino completo con mojitos y daiquirís al gusto del más exigente apostador. Se anunciaban grandes artistas invitados, Nat King Cole, que cobraba grandes sumas por tres canciones.
La isla era el paraíso para miles de turistas estadunidenses que viajaban para beber y bailar, probar fortuna en los casinos, cocaína y tomar las exuberantes cinturitas de La Habana. Era el paraíso de la rumbera, la maraca y el ron.
Durante las temporadas de carreras hípicas, las más fuertes apuestas se concentraban en el hipódromo de La Habana. Destacó la inauguración del lujoso hotel Capri, que hasta la fecha mantiene su histórico salón Capri, por el que desfilaron luminarias.
Los vínculos de las familias mafiosas llegaban hasta el mismo despacho del presidente. Lo que existía en Cuba eran sectores económicos dependientes de los intereses financieros de Estados Unidos y la mafia estadunidense. Había otros personajes que aparecían como cubanos: Barletta, Julio Lobo, entre otros.
Había otro grupo de personajes, altos ejecutivos que ostentaban grandes negocios, sin contar a las cúpulas político-militares del poder existente, cuyos manejos fraudulentos hicieron muchos nuevos millonarios.
Por eso entendió con claridad el embajador Bosques por qué grupos intelectuales y clase no privilegiada veían cómo se apoderaban de su país los cómplices de Batista y se resistían a la instauración de una dictadura militar promovida desde Washington.
En el cuartelazo de Batista, además de la utilización de militares experimentados, quedaba cada vez más evidente la activa participación de altos oficiales de la CIA en el control operativo de esa grave violación al orden constitucional.
Recién llegado, el embajador Bosques vivió, observó y convivió entre todo tipo de actores de ese drama cubano. Batista había reforzado considerablemente el esquema de dominación estadunidense y reprimido a decenas de opositores que habían iniciado la rebeldía popular. Los que no habían sido asesinados en el cuartel Moncada se encontraban en prisión en la cárcel de máxima seguridad en la Isla de Pinos.
Batista había reforzado mucho más la seguridad con su leal aparato policíaco y militar. Bosques seguía dando asilo por las vías que tenía a su alcance. Fidel y los encarcelados se preparaban estudiando y preparando los pasos a seguir.
La CIA enviaba felicitaciones a Batista y al mismo tiempo invitaba a los mandos militares cubanos a discutir algunas técnicas usadas para combatir las actividades del comunismo internacional
, firmaba Allen Dulles, director de la CIA.
Batista empezó a acumular en bancos extranjeros millones de dólares.
Bosques vuelve como cada día a sus libros y se ha interesado por José María Heredia, el poeta cubano que vive exiliado en el siglo XIX en Toluca y escribe En el teocalli de Cholula:
“Muda y desierta
ahora te ves pirámide…
y hoy al hombre
que ciego en su saber fútil y vano
al cielo, cual titán, truena orgulloso,
sé ejemplo ignominioso
de la demencia y del furor humano.”
* Embajador de México en Cuba