No es posible, válganos Dios, criticar la no puntuación en poesía; pero no es tan desafortunado generalizar y afirmar que quien no sabe puntuar no sabe no puntuar.
Poema que no sorprende, que de alguna manera no toma por sorpresa –al autor, al lector–, puede (digo puede
) que no del todo sea poema. Para serlo, además, verdad de Perogrullo si se quiere, debe en una segunda, tercera, enésima lecturas agarrar por sorpresa nuevamente, otra vez sorprender.
Abruma la cantidad de poetas que son necesarios para que haya uno solo que, sin vuelta de hoja, a todos represente.
Poesía, amor de (no al, no del, aunque también) lenguaje.
No saben cómo se aprende verso libre de hacer verso medido, dijo.
Cierras la puerta y tu cuarto se abre para ti; cierras los ojos y te abres tú. ¿Hay un aliento interior? Sí, le llaman soplo. Te sopla o alienta unas palabras, un reposo de palabras al vuelo. Abres los ojos. Abres la puerta. Sales a pasear en tu cuerpo por esa especie de cuarto grande, o de universo limitado, que es tu ciudad. Sabes, al menos por ahora, quién eres. Sí, en efecto, eres tus palabras, las palabras de tu interna, callada voz.
Hacer de verso prosa y de prosa verso y de verso etcétera, hasta que el poema –¿prosa, verso?– encuentre su lugar.
Ser como agua subterránea, claro en la oscuridad.
Miras la voz / salir / como una estrella, / una estrella creciente, // no de tu boca, / de tu pecho, / de la oscuridad de tu pecho, / que ahora siente alivio. // Miras la estrella ampliarse, / amplificarse y / poco a poco / desvanecerse, desaparecer. // Te sientes aliviado, / ligero, suspendido / unos milímetros por encima del cielo. / Al fin he hablado, te dices, // al fin he dicho / lo que de otra manera, quién diría, / no podría ser dicho, sólo como ahora, / en canción que, ignorada, ya se sabe.
La voz que me habita, dice el poeta, es la voz que me deshabita para que al fin de mí mismo me habite (un instante fijado que como todos los instantes es, no obstante, pasajero), me habite yo.
Simple, si por simplicidad; no por simpleza.
Alguien le da a alguien un hueso de aguacate. El segundo alguien pregunta: ¿Para qué me das esto? El primero responde: Plántalo y verás.
No apresurarse, no alentarse, estar siempre a tiempo, los mejores en su oficio han sabido hacerlo.