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Investigadores consiguen reproducir en cautiverio al insecto barrenador de caoba

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En el laboratorio, las larvas se mantienen en brotes de cedro rojo, a 25 grados de temperatura y 70 por ciento de humedad. Foto cortesía de la doctora Rebeca González Gómez
26 de diciembre de 2024 08:35

Ciudad de México. Científicos del Laboratorio de Salud Forestal del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) avanzan en el estudio del insecto barrenador de caoba, al que por fin han logrado reproducir en cautiverio, con la finalidad de generar un manejo sustentable y que se deje de utilizar compuestos químicos para su erradicación, pues ello afecta no sólo al ambiente, sino también a la fauna polinizadora.

Así lo explicó a La Jornada Rebeca González Gómez, especialista en entomología y acarología, quien tiene a su cargo ese centro de estudios en Ecosur.

Dijo que una de las plagas que causan uno de los mayores daños económicos a los bosques tropicales es el insecto barrenador de la caoba (Hypsipyla grandella); sin embargo, a pesar de que ha sido ampliamente estudiado en México, aún no se ha desarrollado un sistema de manejo efectivo para su control.

Las actividades se limitan a labores silvícolas y aplicaciones de productos químicos, los cuales no son rentables económicamente. Las plantaciones a las que afecta son cultivos a largo plazo y las aplicaciones constantes de químicos no son viables. Además, estas sustancias implican un daño para el ecosistema, reiteró la experta.

Luego de varios años de trabajo, el equipo de González Gómez ha avanzado en la reproducción en cautivero de ese insecto, lo que abre la posibilidad de progresar en su manejo sustentable.

Daños al ecosistema

El barrenador de caoba es una pequeña polilla de color marrón o gris, con alas delgadas y frágiles, de entre 12 y 16 milímetros de longitud. Tiene una amplia distribución en el continente americano, desde el sur de Florida, Estados Unidos, hasta Argentina. En México, existen registros en los estados del Golfo, desde Veracruz hasta Yucatán.

Suele atacar al cedro rojo y la caoba, dos especies altamente cotizadas en el mercado internacional para la fabricación de muebles finos, puertas, revestimientos de interiores, instrumentos musicales y otros productos de lujo.

Estos árboles, además, tienen una relevancia ecológica porque proporcionan hábitat para una amplia variedad de fauna, y por su tamaño y longevidad son relevantes para el almacenamiento de carbono.

En su etapa larvaria es cuando produce su mayor daño, ya que perfora los brotes terminales de las plantas jóvenes para alimentarse del tejido interno, formando galerías dentro de los troncos y ramas. Esto provoca que los retoños se marchiten, se deformen o incluso mueran, lo cual afecta el crecimiento de los maderos.

Control biológico

Aunque por lo general son dos o tres las larvas que atacan a una misma mata, el umbral de tolerancia es menor; con una de éstas por árbol el daño resulta severo, subrayó la científica.

González Gómez mencionó que en el centro de investigación a su cargo, donde trabaja junto con un equipo de científicas, ha emprendido un estudio integral y profundo de Hypsipyla grandella, que incluye el análisis de la dieta para la cría, la comunicación química del insecto con el árbol, los enemigos naturales (parasitoides y depredadores), y la evaluación de la feromona sexual (el olor liberado por la hembra para atraer al macho) y el comportamiento de poblaciones geográficamente distintas.

Pero uno de los hallazgos más relevantes alcanzado en el centro de experimentación a su cargo fue el de lograr la reproducción en cautiverio del barrenador de la caoba, ya que esto permite proveer material vivo para hacer más investigación e implementar prácticas de control biológico.

En un periodo de cinco años, ya suman 20 generaciones procreadas, es una especie difícil de criar, pero, tras varios intentos de 2019 a la fecha, superamos esa barrera.

Resaltó que una de las partes más importantes del proceso de reproducción fue cuidar la alimentación de la población: se debe contar con todos los elementos nutricionales que permitan el óptimo desarrollo.

También pusieron énfasis en renovar su material genético cada cierto tiempo.

“Es común que los ejemplares en cautiverio reduzcan su tamaño; entonces, cuando identificamos que están muy pequeños, tenemos que volver a recolectar insectos silvestres, y ‘refrescamos’ la cepa o la colonia que tenemos dentro del insectario”, explicó.

En el laboratorio, las larvas se mantienen en brotes de cedro rojo, a 25 grados de temperatura, 70 por ciento de humedad y 12 horas de luz por 12 horas de oscuridad. Después, las pupas son separadas por sexo y transferidas a recipientes traslúcidos de 250 mililitros. Los ejemplares adultos que emergen son traspasados a cámaras de apareamiento, con el mismo número de machos y hembras.

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