Tapachula, Chis. El Albergue Jesús El Buen Pastor, ubicado en la frontera con Guatemala, hizo un esfuerzo titánico por servir alrededor de 800 platos de pollo estofado con arroz y un vaso de horchata para que migrantes tuvieran una cena navideña.
Luego de hacer una oración y cantar villancicos, los primeros en acudir a la mesa fueron los niños, después los adultos.
Recibir un plato de comida caliente y no pasar desapercibido el momento significó para los migrantes la hospitalidad de México, además de darles fuerza y esperanza por lograr el sueño americano.
“(Me siento) bien porque por lo menos tenemos algo que comer, malo que estuviéramos en la calle y no tuviéramos que comer”, expresó la venezolana Daniela Rodríguez.
La mujer que viaja con dos niños llegó a Tapachula, Chiapas, hace dos meses huyendo de la persecución política en su país, dijo que pasar la Navidad lejos de casa es triste por no estar con la familia y amigos pero consideró que vale la pena el esfuerzo por un mejor futuro.
Olga Sanchez Martínez, fundadora del albergue que brinda ayuda humanitaria desde hace más de tres décadas, contó que este año fue más difícil hacer la cena por la falta de apoyo de la sociedad civil pero se logró servir un buen guiso para el disfrute de los migrantes.
“Nuestra intención de todos los años es darle una comida especial a cada uno de ellos, un refresquito (.) lo estamos haciendo nosotros solos como el albergue siempre lo ha hecho a dar lo que podemos y lo que tenemos (.) ahorita tenemos pollito que es lo que vamos a dar con arroz y un refresquito de horchata de arroz”, explicó.
Como creyente católica, agregó la activista, pasar la noche buena con los migrantes sirve para celebrar el nacimiento del niño Jesús.
“Siempre les digo (a los migrantes) no pierdan la esperanza, tengan siempre la esperanza que van a llegar, que van a tener una mejor vida un día, sigan adelante, hay que tener mucha fe para seguir adelante”, manifestó.
La salvadoreña Milena Galdamez, embarazada de siete meses, agradeció que ella, su esposo, su niña de tres años y una hermana pudieran celebrar la Noche Buena y la Navidad bajo un techo y con alimento, y no en las calles como decenas andan en la ciudad desbordada por el flujo de migrantes.
“Una alegría, disfrutando siempre aquí con los niños, y los seres queridos están lejos, pero aquí estamos. Estamos bien, no estamos en la calle, tenemos comida, estamos bien aquí”, comentó.
Herber Bermúdez, administrador del albergue, lamentó la falta de ayuda de las autoridades incluso de las representaciones consulares de los países, pero se hizo el esfuerzo por servir la cena “sencilla pero de todo corazón”.
“(Hay) alegría porque se les quita (por un momento) esa tristeza y ese estrés que traen ellos, saber que van a tener una cena navideña”, aseguró.
Agregó que es reconfortante poder acompañar a los migrantes en estas fechas porque han dejado su tierra y sus seres queridos pero que sepan que “cuentan con un apoyo en un país extraño al de ellos”.