Faltan unos días para Navidad; sin embargo, se ha convertido en tradición para un servidor usar este espacio para una breve reflexión sobre la importancia que tiene el próximo martes 24 en la vida de cada de uno de nosotros.
Diciembre es un mes significativo, al ser el último del año es inevitable que no sólo cambie el clima, que las ciudades y el viento se tornen más fríos, sino que además las compras y la vida se aceleran un poco. Sorprendentemente, también de manera inexplicable advertimos que de forma casi desapercibida la nostalgia irrumpe en nosotros de forma más cotidiana, que el deseo por librarnos de compromisos laborales y estar en casa se hace más presente y que de una manera u otra recordamos a las personas presentes o ausentes que son significativas en nuestra vida.
Los cambios en este 2024 arribaron como siempre, sin previo aviso; muchos se movieron de ciudad o de residencia, algunos decidieron modificar rutinas y reinventarse, y otros desgraciadamente han estado perdiendo su estabilidad laboral, pero estoy convencido de que los momentos de esparcimiento y de reposo se han transformado en algo esencial para continuar creciendo, personal, laboral, espiritual y emocionalmente.
Por otro lado, hay que reconocer que los problemas que más aquejan a la población son la violencia, el crimen y la inseguridad. De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública con corte a octubre en el país se han registrado 36 mil 119 homicidios, 667 feminicidios, 374 secuestros, 29 mil 530 abusos sexuales, 453 mil 239 robos; 277mil 810 delitos contra la familia y 2 mil 407 casos de corrupción de menores, por mencionar algunos de los rubros más presentes.
La situación es crítica; no podemos pasar por alto que comunidades enteras han sido secuestradas por el crimen organizado, que cada vez más gente se está viendo obligada a abandonar sus hogares y está teniendo que huir de su entorno; lo cual, sin duda, ha sumido a muchos lugares y familias en la desolación y la tristeza.
Por otro lado, lamentablemente la violencia también está presente en el mundo entero, y es que los frentes abiertos entre Rusia y Ucrania e Israel y los grupos terroristas de Hamas y Hezbollah continúan dejando cientos de muertos; incluso el papa Francisco se pronunció en favor de la paz: “Hago un llamamiento a los gobernantes y la comunidad internacional para llegar a la fiesta de Navidad con un alto el fuego en todos los frentes”.
Esta suplica de paz es sumamente necesaria frente a una sociedad marcada por las guerras, el crimen y la violencia, pero sobre todo es un acto necesario de empatía frente a miles de personas que han perdido a padres, hijos o familia y amigos, a quienes el dolor los ha paralizado y ha transformado sus vidas y a quienes continuar con una vida “normal” les será casi imposible.
Ante un panorama complejo, Navidad se convierte en una fecha llena de esperanza, porque la llegada de Jesús revolucionó su época y ha trascendido en el tiempo, sus parábolas, la manera en que actuó con sus discípulos y con la gente que lo acompañaba, sus palabras de consuelo, aliento y esperanza, así como la calidez con que trató a todos, hoy continúan presentes en la inocencia y anhelo de niños, en las convicciones férreas contra las injusticias, en los consejos de padres, en el abrazo amoroso de nuestra pareja, en las expresiones de cariño de amigos; sólo tenemos que detenernos a prestar atención al mensaje de Dios a través de la vida cotidiana.
La Navidad nos invita a hacer un alto, reflexionar y renovar fuerzas; además, nos llama a volcar la mirada hacia nuestro interior y a trabajar en transformarnos en aquello a lo que nos convocó Jesucristo: apoyar a los otros basados en el amor, a perdonar para sanar nuestro corazón, a entender que Dios sólo quiere que seamos felices sin dañar a los otros, pero sobre todo, a tener fe, porque no importan los desafíos que enfrentemos, si nos acercamos a Él y confiamos en Él, sabrá guiarnos para comprender sus enseñanzas.
Es difícil entender por qué cuando diciembre aparece, la paciencia y la añoranza se ciernen sobre nosotros, pero sobre todo nos conmovemos de formas inexplicables ante situaciones que antes pasábamos por alto.
Hoy ante cambios cada vez más repentinos y un mundo con más celeridad, es necesario regresar a aquellas simples, pero imprescindibles muestras de amor: como escuchar atentamente sin voltear constantemente al celular, impulsar a quienes sienten el mundo encima, dar gracias por todas las experiencias, por la confianza que han depositado en nosotros y por la esperanza que hemos puesto en los demás, y a rentender y restablecer el tiempo de calidad.
Es hora de cambiar el enfoque al percibir el dolor ajeno, de no ser indiferentes, de transformar nuestros esquemas, de rencontrarnos con esa versión de nosotros que de niños o adolescentes anhelábamos ser, pero también de que, aunque el dinero y las cosas materiales son importantes, es mucho más significativo escucharnos con amor y paciencia para cambiar aquello que en el fondo sabemos necesario hacer.
Jesús, a través de su palabra, nos enseñó muchas lecciones, y continúa haciéndolo a través de las sonrisas de los niños, de los consejos y amor de nuestros abuelos, en la mirada de quien amamos o con un día nuevo cargado de colores; todo depende de que abramos el corazón para escucharle, atenderle y servirle, porque para eso vivimos, para servir al prójimo.
¡Feliz Navidad!
*Consultor en temas de seguridad, inteligencia, educación, religión, justicia, y política