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“Pelo de Gato” ¿puede una madre ser tóxica?

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Portada del libro 'Pelo de Gato', de la escritora mexicana Elvia Ardalani. Foto tomada del sitio web www.elviaardalani.com
20 de diciembre de 2024 22:25

¿Es justo que una madre maltrate a su hija porque le “roba” la atención de su marido? ¿es sano que un padre viva con una esposa que lo aísla y lo ningunea todo el tiempo? ¿es humano que una niña sea maltratada por su mamá para que “aprenda” lo difícil que es ser mujer? Estas son algunas de las preguntas que la escritora Elvia Ardalani nos plantea en su novela Pelo de Gato. “Algo que siempre me interesó hablar son las relaciones entre madres e hijas, porque creo que hay mucho mito respecto a este tipo de relaciones. O sencillamente la figura de la madre, creo que no hemos humanizado a la madre en general en nuestra cultura. De alguna forma la hemos idealizado tanto que ya no es una mujer, es eso, un mito”.

Aunque la idealización ha logrado darles a estas mujeres buenos atributos como seres amables, cuidadosos y cariñosos, es importante reconocer posibles conductas destructivas en el lazo madre-hija. Para poder describir dichos lazos a profundidad Ardalani nos cuenta, desde un principio cómo se va dando la relación entre Minerva (madre) y Romina (hija).

“En vez de sentirse contenta de que su compañero celebrara con ella aquella encarnación del amor que era el nacimiento de un hijo deseado, sintió rabia, se creyó traicionada, pensó que Salvador era una mala copia de su padre, un hombre que la abandonaba en pos de una hija, de otra mujer”.

Novela ubicada en los años de la guerra sucia en el norte del país Pelo de gato nos plantea que el problema en esta historia es que el esposo ahora ya no le presta la misma atención a su esposa y de ahí todo se empieza a complicar. Más adelante averiguamos la razón por la cual Romina tiene muebles viejos en su recámara. Un día mientras Romina le cambia los pañales a Mini, su hermana menor, hace un gesto desagradable al oler un pañal sucio. Gesto suficiente para que Minerva, la madre, retire todos los muebles infantiles del cuarto de Romina y los mude al cuarto de su hermana. Este castigo en primer lugar deja a la niña sin dónde dormir esa noche, y la forma en la que obtiene los muebles viejos es gracias al padre (quien aboga por el bienestar de su hija).

Luego de este cruel evento, Salvador decide construirle una casita de muñecas a Romina, en un intento por compensar la falta de amor maternal. “Le surgió la idea de construirle a su hija una casa de juegos…que reflejara el estilo urbanista de la casa donde vivían, pero optó por dejar de lado sus convicciones estéticas y complacer los sueños de su niña. Salvador nunca construyó una casa con tanto gusto”. Este hombre es noble, trabajador y empático con su hija, pero a lo largo del libro siempre será sometido por su esposa. Para él, indirectamente, Romina siempre va a tener que adaptarse a su madre porque está enferma (al menos eso es lo que Minerva les hace creer).

Aquí es importante hacer un paréntesis para mencionar lo siguiente. Aun cuando Salvador es un padre que puede causarnos frustración por su falta de carácter ante su esposa, debemos recordar que los hombres también pueden ser víctimas de violencia. “Ha aumentado hasta 60 por ciento el índice de hombres golpeados, acosados, maltratados. En el Valle de México es donde hemos atendido más casos de hombres golpeados, abandonados o alejados de sus hijos, denuncias de intento de violación que son falsas, a ellos les damos atención jurídica”, según la fundadora de ¿Y los hombres qué?, María de Lourdes Domínguez.

Finalmente, la culminación del odio que Minerva le tiene a Romina es cuando le pide a su amante, Ricardo Lanza, que secuestre a su hija. Todo eso lo logra manipulando a su otro hombre, el cuál ya le había cumplido otros caprichos. “Amaba a Minerva, había hecho todo cuanto ella había querido, hasta mandar matar al jardinero que supuestamente la había intentado violar. Y sí, en su cabeza siempre usaba ese adverbio: supuestamente, pues no estaba convencido…En cuestión de días Ricardo Lanza y sus hombres se habían librado de Romina. Lo que Lanza no esperaba era que la mutilaran ni que fueran tan hábiles para pedir el rescate”. Es así como Minerva termina de enseñarle a su hija que la vida para las mujeres es difícil.

Esta historia compleja que se lee muy fácil por su escritura transparente nos hace reflexionar sobre las relaciones madres-hijas. Relaciones a veces nada fáciles y por momentos tóxicas. Y aunque madre solo hay una, en realidad las maternidades son muy variadas para bien o para mal. Espero que este libro nos abra un nuevo inicio para los próximos temas que trate una nueva ola del feminismo, la que les tocará escribir y describir a las niñas y a las que todavía están por nacer.

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