El 4 de diciembre, un hombre esbelto de estatura mediana, cubierto con un pasamotañas, disparó tres tiros sobre Brian Thompson en una céntrica calle de la ciudad de Nueva York. El muerto era el gerente general (CEO, por sus siglas en inglés) de United Health Care (UHC), la compañía de seguros médicos más grande del mundo, octava en la lista de Forbes después de Walmart y Amazon. Para hacerse una idea de las dimensiones de UHC, sus ingresos en 2023 equivalieron a 18 por ciento del PIB mexicano.
El asesino dejó trás de sí tres casquillos impresos cada uno con una palabra: “delay” (retrasar), “deny” (negar) y “depone” (deponer). Dos días después del crimen, la policía hizo circular una fotografía del presunto sospechoso con el rostro descubierto “mientras flirteaba con una cajera”. Era Luigi Mangione, joven de 26 años, proveniente de una familia acaudalada, religiosa y muy conservadora, que había estudiado en una de las universidades de punta en Estados Unidos; ingeniero con dos maestrías en ciencias de la computación y una carrera prometedora. Nada más alejado de un militante de izquierda o un activista del actual anarquismo.
Comenzó así una doble cacería: la de la polícía y la de la prensa. La policía ofreció inicialmente 10 mil dólares de recompensa a quien rindiera información sobre su paradero. En unas cuantas horas, la prensa construyó el caso –como suele suceder hoy en día, de la manera más irresponsable–. En la actualidad, cualquier periodista de esquina se siente detective, juez, fiscal o defensor con tan sólo dar un par de clics en Google u obtener unas cuantas “filtraciones”, sin la menor evidencia (ni los menores escrúpulos).
La persecución se prolongó durante 10 días (hacia el final el monto de la recompensa ascendía a 50 mil dólares). El tiempo suficiente para que millones de internautas emprendieran una campaña masiva de apoyo a Mangione, la App para recaudar fondos cerrara sus servicios (aduciendo que se trataba de un “crimen”) y la red se inundara de camisetas, prendas y gadgets que vindicaban su “causa” y lo convertían en ícono popular súbito.
Rápidamente, la opinión pública entendió que los emblemas inscritos en los casquillos de las balas hacían alusión al título del libro de Jay M. Feinman, Delay, Deny, Defend: Why Insurance Companies Don’t Pay Claims and What You Can do About (2010), un minucioso estudio de las estrategias jurídicas que las compañías de seguros médicos siguen para evitar pagar los gastos médicos de sus asegurados. Quien sostenga que la labor intelectual de investigación no afecta nuestras concepciones de la sociedad, debería recordar este momento para dudarlo. United Helath Care es la campeona en este rubro. En los últimos cinco años logró evadir los gastos médicos de 32 por ciento de sus asegurados, lanzando a muchos de ellos a la bancarrota individual. Y Brian Thompson fue uno de los artífices de este récord.
En cuestión de días, Mangione devino de un villano a un auténtico héroe popular. El crimen puso en dramática evidencia un siniestro mecanismo del sistema de “salud privada”. O mejor dicho: todo lo siniestro que resulta el sistema de salud privada. Relegada a las reglas del mercado, de lo último que se preocupa la lógica del capital es del bienestar de los pacientes. O en palabras de Martin Shkreli: “Yo no soy responsable por el bienestar de los pacientes; es un asunto de los médicos; de lo único que soy responsable es el del bienestar de los accionistas que represento”. Shkreli es el CEO que logró elevar el costo del medicamento que se emplea para aliviar el VIH de 13.50 a 750 dólares.
Al ser detenido en un MacDonald’s, Mangione llevaba en su mochila una pistola autoconfeccionada con técnica de 3D y un cuaderno con algunos apuntes: “Se trata de compañías parásitas y corruptas, que abusan, roban y matan… En la última década, sus utilidades ascendieron como nunca, mientras el promedio de vida del estadunidense descendió drásticamente… No es un asunto de conciencia, es sólo un juego de poderes”. Esta última frase, la podría haber firmado W. Benjamin.
En el siglo XIX, una parte del anarquismo sostuvo que el atentado individual podía fungir como un catalizador para una “toma general de conciencia”. Mangione, que se asemeja al personaje de la cinta Joker más que a cualquier anarquista, hizo efectiva –o, mejor dicho: encarnó– esta profecía. De alguna manera, desnudó lo ominoso que se esconde bajo la supuesta libertad de elección de la compañía de seguros y el médico que se prefiere. El argumento por el cual no existe en Estados Unidos una cobertura universal pública.
Hoy el debate comienza por su más simple corolario: la salud privada es la salud de la que se priva a la mayoría de la ciudadanía. La nueva economía política del cuerpo sitúa así al antiguo tema del cuidado de sí en un tipo de conflictualidad inédito. Y no sólo en Estados Unidos.