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Diciembre de 1914

19 de diciembre de 2024 00:01

La Ciudad de México ha tenido un papel fundamental como centro político, económico, educativo y cultural a lo largo de nuestra historia, desde fines de la época prehispánica hasta nuestros días. Ha sido asiento del poder político central –salvo en muy contados y pasajeros episodios–. De igual modo, en momentos convulsos, de trastornos políticos, asonadas militares o revoluciones, ha sido objeto de enconada disputa por los bandos enfrentados, que han buscado controlarla como pieza estratégica de su lucha.

Durante la Revolución Mexicana la capital del país fue objetivo militar y político de primera importancia. Fue ocupada sucesivamente por las fuerzas constitucionalistas y convencionistas desde agosto de 1914 hasta junio de 1915, cuando el constitucionalismo ganó la guerra civil a la alianza villista-zapatista y ya no perdió el control de la urbe. Álvaro Obregón, al frente del Ejército del Noroeste, llegó a la ciudad el 15 de agosto de 1914; cinco días después llegó Carranza.

Durante casi tres meses, las fuerzas constitucionalistas tuvieron el control de la capital. Nombraron a Alfredo Robles Domínguez gobernador del Distrito Federal y a Francisco Cosío Robelo, inspector de policía; clausuraron los tribunales y juzgados; decretaron la pena de muerte para quien cometiera robos y saqueos y lograron un acercamiento con la Casa del Obrero Mundial, una de las organizaciones obreras más importantes de la capital. En esos meses, no lograron resolver los problemas de escasez de alimentos

Tras la ruptura de la Soberana Convención, la División del Norte villista inició su avance avasallador desde Aguascalientes hacia la capital. El constitucionalismo desalojó la urbe. Carranza, Obregón, y una parte considerable de sus fuerzas se atrincheraron en Veracruz. Los zapatistas aprovecharon para entrar a la ciudad a fines de noviembre. El 3 de diciembre llegó a la ciudad el gobierno convencionista, encabezado por Eulalio Gutiérrez. Los villistas Manuel Chao y Mateo Almanza fueron nombrados gobernador del DF y comandante militar de la plaza, respectivamente; Vito Alessio Robles, jefe de la policía. El 4, tuvo lugar el encuentro de Villa y Zapata en Xochimilco; dos días después, el histórico desfile de la División del Norte y del Ejército Libertador del Sur.

Los ejércitos de Villa y Zapata permanecieron varios días en la capital. A diferencia de lo que temían los citadinos, las fuerzas de Villa y Zapata no saquearon los comercios, no abrieron las cárceles ni quemaron oficinas públicas, como habían hecho en otros lugares. Hubo gran respeto hacia la vida y las propiedades de la población.

Si bien algunas mansiones de las familias más ricas fueron intervenidas por los jefes revolucionarios, la gente se sorprendió por la actitud respetuosa y tímida de la tropa. Los zapatistas, en lugar de quitar y exigir, pedían, como testificaron muchas personas. Tampoco cerraron las iglesias, no apresaron a los curas, ni los pusieron a barrer las calles como hacían los jefes constitucionalistas en el norte y como lo haría meses después Álvaro Obregón en la propia capital.

La vida cotidiana se alteró. Miles de soldados estaban en las calles y requerían alimentos y víveres para la numerosa tropa. La ocupación fue bastante organizada y pacífica, aunque hubo episodios de violencia que enturbiaron la imagen de ese trascendental acontecimiento. El gobierno convencionista devolvió la autonomía a los municipios y sus bienes, rentas y prerrogativas al de la Ciudad de México. Decretó la pena de muerte a quien robara.

Lo que más afectó a los capitalinos fue la escasez de alimentos, su encarecimiento y especulación por los comerciantes. El gobierno convencionista buscó remediarla. Decretó precios oficiales a la carne, pan y artículos de consumo popular y presionó a los comerciantes para tener abasto suficiente y barato. Trajo maíz y frijol del estado de México, y se hicieron entregas gratuitas a los pobres.

Sin embargo, no consiguieron eliminar la escasez, la carestía, ni someter a los comerciantes. Se padeció hambre. La guerra hizo que se privilegiara el traslado de tropas, caballería y armamento. La Convención hizo obligatorio el curso de su moneda y retiró de la circulación la carrancista, lo que desató protestas e incertidumbre en quienes habían usado esa moneda en los meses previos.

Aunque los convencionistas trataron de ganarse a la población para resolver el desabasto, y aumentar el salario de los trabajadores, no fue suficiente. Y pese a todos estos problemas, hubo mejor aceptación de la población capitalina hacia la ocupación convencionista que con la constitucionalista.

La ocupación de la ciudad duró pocas semanas. A fines de diciembre de 1914, Villa, con el grueso de su ejército, salió hacia Torreón, para preparar las batallas que pronto comenzarían. Zapata salió también con sus tropas para preparar la toma de Puebla. El balance de esos días en la capital, para la alianza de Villa y Zapata, no fue favorable.

Las contradicciones internas entre el gobierno de la Convención –producto de una negociación en Aguascalientes en la que tuvo papel central Álvaro Obregón– y los jefes campesinos se hicieron más fuertes y se produjo una fractura. El gobierno de Eulalio Gutiérrez no representaba a la revolución campesina. Era el poder formal, pero el poder real lo tenían los jefes militares campesinos. Saboteó la entrega de armas al zapatismo y se convirtió en un caballo de Troya para la alianza de Villa y Zapata. Al verse maniatado, Gutiérrez entró en tratos con Obregón.

Al ser descubierta su traición, huyó de la ciudad, junto con sus ministros, entre ellos José Vasconcelos y José Isabel Robles. A pesar de sus intentos, no lograron atraer a sus filas, salvo casos aislados, a la población capitalina, que padeció casi un año la irrupción de las fuerzas revolucionarias enfrentadas. Hambre, enfermedades, inseguridad, escasez de ví veres, falta de circulante, de agua, electricidad y servicios se volvieron endémicos en esos días, tal vez los más difíciles en la historia de la capital, junto con la Decena Trágica.

*Director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México



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