El difundido programa de bacheo ha tenido escasa duración y efectividad. Las vías de las ciudades y, las carreteras del país, permanecen casi igual de agujeradas. Lo poco que logran reparar se daña, nuevamente, con la inevitable erosión del inclemente golpeteo. Los tres largos años de descuido, transcurridos entre lluvias y sequía, no han sido en vano. Tal parece que el concepto de mantenimiento no tiene cabal traducción en la realidad y los empeños nacionales. La paciencia ciudadana está llegando a su punto de aguante, pues la exasperación aumenta con los días.
El costo social es considerable y se escritura a los daños que sufren en lo personal los usuarios de esas destartaladas articulaciones. Los medios de transporte privado, colectivo y de trabajo, reciben, un tanto agrandados por el coraje, las cientos de miles de facturas por los daños ocasionados. Desde los recuerdos más lejanos ha prevalecido la carencia de recursos para transitar, con atravesadas, sin sobresaltos y sobria continuidad en las banquetas.
El manejo de las finanzas del país, condensado en el presupuesto, y sus billones de ingresos y gastos, no ha logrado apaciguar las contrariedades del día a día de los viajes y el trasiego por calles, rutas y caminos destartalados. Como una derivada de estos datos, surge inevitablemente la densa noción de insuficiencia de los haberes con que cuenta el erario para enfrentar ésta y otras muchas contingencias. Retomar la ingente necesidad de dotar a la hacienda de lo que hace falta vuelve, una y otra vez, a impregnar la conciencia en la búsqueda de remedios y dimensionar daños.
El costo que implica una reforma integral, bien se sabe, es considerable. Pero posponerla al infinito es tal vez mayor. Y la razón de esta ecuación deficitaria, rellenada de insatisfacciones urgentes, es conocida hasta el cansancio. Los referentes financiables que se nulifican se prolongan a las visiones de futuro y las ambiciones de progreso y bienestar. Asuntos que solicitan elevar la mirada y posarla en horizontes entrevistos, sin evadir las penas y obstáculos que la constriñen y achican.
La satisfacción de lo que se requiere con urgencia no debe impedir todo lo que se deja o pospone para un futuro que, sin duda, no habrá de llegar sin riesgos. Y no llegará, porque se disuelven en densos trasiegos burocráticos las inversiones y compromisos para tales aventuras de un promisorio desarrollo.
La discusión abierta para una reforma fiscal que genere los recursos para ambos aspectos: satisfacer urgencias cotidianas y sostener lo deseable es lo requerido. Cuando hacerla es también lo que ahora toca fijar con precisión. Aunque al mismo tiempo se deberá decidir quiénes y cuánto pagarán para los equilibrios de justicia. Demasiadas evasiones se han permitido en previsión de la tranquilidad social. Ahora que se tiene la legitimidad y el respaldo popular, hay que emprender esta rigurosa senda. Financiar el crecimiento con bienestar, con futuro sólido, es lo conducente. Dejar las privaciones e insuficiencias para administrar como es debido es tarea de la construcción prometida.
Eliminar la pobreza y moderar la desigualdad es una tarea, no sólo pendiente, sino necesaria. Los recursos que esta empresa requiere no tienen el canal normado que exigen. Hay que diseñar los varios complementos para conseguir su puesta en funcionamiento.
El motor en que se deben fincar muchos de los trabajos pendientes ya está en movimiento. Morena es esa pieza complementaria que habrá de ser afinada para que sostenga los trabajos y presiones cotidianas. Dotarla no sólo para ganar el voto ciudadano, sino para impregnar a la ciudadanía la energía indispensable para la movilización. Y que sea también soporte de la voluntad constructiva que enfrente los desafíos del mañana. México no puede ser arrinconado y volverse temeroso porque un Donald Trump futuro lo insulta y amenaza.
Plantarse con digna actitud, pero con los medios para hacerla valer es lo conducente e impostergable. No se trata sólo de apelar al patriótico deber, sino apoyarlo con los mecanismos eficaces para sortear obstáculos imprevistos. Que las tropelías de groseros personajes no maltraten las propias empresas. Por lo demás, ojalá México logre fondear con suficiencia los emprendimientos que lo harán un mejor país para vivir. Que la investigación científica no se achique para esparcir sus beneficios.
Hace falta, por ejemplo, embarcarse en la exploración espacial, industrializar el litio, sin faltantes de agua, la sanidad para todos los ríos, dominar la energía atómica y el hidrógeno verde, evitar la gentrificación continua de ciudades y pueblos, completar la infraestructura educativa y otros muchos rubros que han languidecido. Los cuerpos de estudio, análisis e inteligencia esperan su robustecimiento. Sortear las pugnas y pleitos internos para ir por el mañana de una hacienda pública robusta.