Donald Trump, futuro presidente de Estados Unidos, declaró que usará al ejército con todo el rigor de la ley para apoyar sus decisiones de deportación masiva y con ello expulsar a un número nunca visto de migrantes, y retornar a todos los extranjeros sin documentos a lo largo de sus cuatro años de mandato. Vale la pena preguntarse, en primer lugar, por qué las personas son indocumentadas, y en segundo lugar, cuál es la verdadera razón para la deportación.
En cuanto a la indocumentación, hay varias respuestas, pero la más importante es porque las urgencias a que las personas se ven sometidas las obliga a salir de sus países de origen, ya sea por desastres naturales, por conflictos armados, por inseguridad, por dificultades económicas, o por una o todas ellas al mismo tiempo, que les impide alcanzar una vida digna.
Intentan llegar a aquellos países que en el imaginario colectivo pueden paliar sus carencias, y uno de ellos es Estados Unidos, como sucede del otro lado del Atlántico con la Unión Europea y las naciones del sur.
Por supuesto que ser indocumentado es una falta administrativa, porque no cumplieron con los requisitos que la soberanía del país implanta. Recordar que con la firma de la Paz de Westfalia, en 1648, se sentaron las bases del concepto de soberanía nacional y del sistema de Estados modernos, lo que sin ninguna duda deberíamos discutir en pleno siglo XXI. Separados por fronteras, se dice “tienes derecho a salir, pero no a entrar, a menos a que yo, Estado, lo permita”.
Y si bien los países han firmado acuerdos internacionales comprometiéndose a otorgar refugio y asilo a aquellos cuya vida corre peligro, la realidad es que los esquivan sosteniendo que la mayoría no lo demuestra porque son “migrantes económicos”, y les cierran la puerta.
Sin embargo, las naciones desarrolladas, destino de la mayoría de migrantes por razones obvias, necesitan su aporte sobre todo por sus dificultades demográficas, pero les ha resultado enormemente lucrativo mantenerlos en situación irregular y en un lamentable limbo jurídico, porque libera a los empresarios de cualquier obligación derivada de las leyes laborales.
Esto es claro en momentos de crisis económicas que son cíclicas y necesarias en el sistema capitalista, cuando pueden simplemente deshacerse de ellos deportándolos sin importar los años que trabajaron, que hayan pagado sus impuestos en forma religiosa y generado riqueza para el país receptor. De esta forma equilibran sus mercados laborales, mantienen sus beneficios y cuando viene la recuperación los flujos se renuevan, bajo la misma figura de indocumentados.
¿Hay alguna razón para deportar a millones de migrantes mexicanos si en su haber no hay ningún delito, están trabajando y tienen hijos nacidos en el país receptor? Podrían las autoridades revertir la situación y aplicar a todos los indocumentados una multa para obtener los papeles y con ello, por un lado, castigar la falta y al mismo tiempo resarcir el supuesto daño administrativo, pero tampoco lo aceptan.
Desde mi punto de vista, la verdadera razón de la orden de deportaciones, propuesta por la derecha, y más aún por la ultraderecha, es la de crear caos para doblegar a los países latinoamericanos, particularmente a México, y obligarlo a retroceder en la puesta en marcha de una política independiente y soberana, que busca un cambio de régimen desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador.
Política que, paradójicamente, tiene como uno de sus corolarios la reversión de la migración indocumentada forzada. No es un hecho menor que el próximo embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, quien realizó la mayor parte de su carrera militar en el Comando Sur de Estados Unidos, se retiró del ejército en 1998 y ahora es parte de la CIA.
Y así como no se puede desestimar lo que está pasando en Medio Oriente (que como señala el economista Jeffrey Sachs, Estados Unidos, a instancias de Israel ha dejado esa región en bancarrota y en ruinas), es muy importante recordar que América Latina es estratégica para Washington, tanto por razones geopolíticas como económicas, sociales, ambientales, de seguridad nacional y, sobre todo, por sus recursos estratégicos.
Por lo que tampoco debe olvidarse que Estados Unidos seguirá “alentando la fragmentación regional para obstaculizar cualquier iniciativa de coordinación y cooperación política que tienda hacia la integración. Divide y reinarás es la otra cara de la Doctrina Monroe (Morgenfeld, Leandro).