Los niños cual soldados en un campo de batalla, permanecieron pecho tierra, obedientes a las indicaciones de los docentes.
Los balazos no duraron más de un minuto, que pareció ser eterno. Los niños finalmente se levantaron y comentaron unos a otros, algunos dentro de su burbuja, dispersos, otros más afectados por la situación, con sus ojos interrogantes y su mente infantil preocupada.
A media hora del hecho, ya los maestros andaban fuera de los salones a la expectativa. Los alumnos, algunos con risas nerviosas, se preguntaban si salir o no. Andaban en rejolina dentro de los salones.
Los seis grupos de la escuela primaria Eduardo Caldera, ubicada en calle Rey Jorge VI y Reyna Sofía del sector Villa del Real, vivieron la experiencia, una de las que se viven en estos días en Culiacán.
El director comenta: "Escuchamos ráfagas, los maestros implementaron el protocolo, algunos padres vinieron por los niños y se los hemos estado entregando, pero los demás los estamos protegiendo".
Aunque la Secretaría de Seguridad Pública prácticamente los obliga a dar clases presenciales, no descarta la posibilidad de tomar la decisión propia de trabajar en línea, como ya lo han hecho algunos días pasados cuando la situación se torna más violenta.
Los balazos fueron a siete cuadras del plantel, pero como si hubieran sido a dos.
Los calibres que sonaron fueron tres, todos de armas largas. Las detonaciones surcaron los aires y se incrustaron en las mentes infantiles, ingresaron a los oídos de maestros y alumnos haciendo eco, y ahí se quedaron, grabadas.
Con información de El Debate de Sinaloa