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José Agustín / Elena Poniatowska

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El escritor mexicano, José Agustín, falleció el 16 de enero de 2024. Foto Rogelio Cuéllar
01 de diciembre de 2024 08:29
Cuautla está ligada a José Agustín y a su mujer, Margarita, hoy por hoy pintora y guía de su tercer hijo José, también excelente pintor, a quienes visito de vez en cuando en esa urbe de Morelos. Aunque a José Agustín papá lo conocí en la Ciudad de México y lo entrevisté varias veces, recuerdo con gusto un viaje a Francia al encuentro literario Les Belles Étrangères, en el que nos presentamos Carlos Monsiváis, Sergio Pitol, Eraclio Zepeda y yo en París, Lyon y Bordeaux, para hablar de México y de lo que escribíamos.

A lo largo de los años, José Agustín aparecía en los periódicos un día sí y otro también con la llamada literatura de la Onda y el desafío a Fuentes y a Octavio Paz. Recuerdo que una vez, en una de esas visitas a los onderos, en Cuautla, María Luisa Puga, quien vivió en Acapulco, se echó un clavado en la piscina de José Agustín mientras nosotros bebíamos unas chelas. Eran los años de las chelas, los años de la risa y de la irreverencia; los años de un Acapulco asoleado y una Cuernavaca irreverente y poblada de visitantes famosos, como Barbara Hutton, la mujer más rica del mundo, the poor little rich girly el sha de Irán… Hoy, a mis casi 93 años, considero a José Agustín un gran amigo de juventud como consideré a Parménides García Saldaña y a Gustavo Sainz, quien levantó un altar a Octavio Paz y a Carlos Fuentes en su biblioteca, al lado del Instituto Francés de América Latina. A lo largo de los años seguíamos viéndonos, porque yo iba feliz a Cuautla, hasta que recibí la pésima noticia de su muerte, el 16 de enero de 2024. De vez en cuando visito a Margarita y a su hijo José; es una dicha escucharlos y comer con ellos. Cuando por alguna razón vienen de Cuautla a la Ciudad de México también nos vemos, y hoy, José, el pintor, llega a la casa en Chimalistac con una magnífica pintura que de inmediato cuelgo en un muro de la sala.

Doy gracias a toda la corte celestial por la amistad y el talento de José Agustín, quien además era un hombre de cultura, que sabía hablar de literatura (en inglés y en francés) y la reverenciaba, a pesar de sus desplantes, que algunos consideraron insolentes. Esta amistad con la familia de José Agustín ha durado más años de los que voy a vivir, y ver a Margarita y a José siempre ha sido una felicidad, porque los amores de mis primeros años como periodista son siempre los más fuertes, por la propia juventud, la de la risa y la admiración por la literatura.

–José –pregunto al hijo menor de José Agustín–, ¿cuándo fue la primera vez que te diste cuenta de que tu papá era una voz inesperada en la literatura que jalaba a los jóvenes?

–Soy José Agustín Ramírez Bermúdez –responde José muy serio y como si esperara un 10. Creo que mis primeras impresiones se dieron a raíz del día en que oí a mi padre dar una conferencia. No me impactó tanto que fuera mi padre arriba en el escenario como la reacción de sus oyentes a su lucidez, su fuerza, su encanto, sobre todo a su risa, a su forma de no tomarse en serio, lo que provocó aplausos y carcajadas. Me di cuenta de que muchos chavos estaban muy contentos.

–Tu papá siempre tuvo auditorios llenos, incluso en Francia, donde lo oí, y no se diga en Estados Unidos…

–Su inteligencia me marcó y decidí seguirlo cada vez que venía a la Ciudad de México, y me di cuenta que muchísima gente joven y hasta vieja permanecía de pie o en los pasillos en la sala Ponce o en cualquier otro sitio, cuando antes me había dado cuenta de que no todos se quedaban hasta el final de la conferencia de otros intelectuales… En muchas ocasiones vi que los impuntuales en la sala Manuel M. Ponce permanecían de pie afuera y como me llamó la atención, empecé a preguntarme: Pues ¿quién es mi papá?

–Un rockstar de la literatura.

–José Agustín era totalmente rockstar. ¿Por qué viene tanta gente? Ahora, cuando asisto a algunas actividades literarias y veo la sala semivacía reflexiono: Oye, mi papá tenía un poder de convocatoria muy tremendo.

“Yo era el clásico niño latoso que va y viene, y como que quería entender, y era muy frustrante, pero alcancé a comprender que muchos oyentes miraban a mi papá con devoción y le ponían más atención a él que en misa. Entonces dije: ‘Mi padre tiene algo especial’. También en la escuela, al dar mi nombre en clase, me preguntaban: ‘¿Eres algo de José Agustín?’ Muy pronto nos mudamos toda la familia a Cuautla y ya vivimos entre libros.”

–José, recuerdo haberlos ido a visitar a Cuautla cuando eran chiquitos. Alguna vez me acompañó María Luisa Puga, quien se tiró a la alberca porque era una gran nadadora. Jugaron carreras y ganó tu papá.

–Mi papá nos llevó a vivir a Cuautla, que era un municipio indígena y casi todos los niños hablaban náhuatl, y yo venía llegando de Estados Unidos, donde mi padre enseñó durante varios años en algunas universidades, entonces yo hablaba inglés y mis hermanos también. Al llegar a la casa de Cuautla, mis padres decidieron mandarme a la escuela y los chavitos me preguntaban: ¿Qué hace tu papá?, y yo les respondía: escribe novelas¿Cómo novelas? ¿Qué es eso? ¿Qué son las novelas?Libros.Como si no supieran qué era un libro, insistían: “¡Ah, como las telenovelas! Como Cuna de lobos, y volvían a preguntarme: ¿cuáles telenovelas ha escrito tu papá?

–¿Entonces te diste cuenta de que tu papá era muy importante?

–Al principio, él mismo me prohibió leer La tumba, me decía: hasta que tengas 18; creo que lo consideraba un libro existencial, nihilista. Además, soy el más chavo de los tres.

–¿Un cochinito lindo y cortés? –como cantaría Cri-cri.

–Mi hermano Andrés es editor de muchos libros, entre otros los de mi papá, que ahora publica Penguin Random House. Mi hermano Jesús es neurosiquiatra; él heredó la genialidad de mi padre. Nuestro hermano Jesús, ahora que estamos aquí, y no en Cuautla, nos dejó hospedarnos en su casa; él vive aquí en Chimalistac, muy cerquita de tu casa caminando, por la estación Viveros del Metro. Tengo más amistad con Jesús que con Andrés, creo que por la edad o porque tuvimos pláticas infinitas sobre temas irrelevantes, y las seguimos teniendo.

“Ahora estamos haciendo esta película en honor a mi padre, porque es un personaje importantísimo que conjuga muchas cosas de la cultura o la contracultura mexicana creativa, talentosa. Aunque soy un turista en esto de la literatura, la verdad he hecho teatro experimental después de asentarnos definitivamente en Cuautla, y eso me va a ayudar.

Él tenía una conexión muy fuerte con México, y era lógico que regresara a escribir las tragicomedias. Mi papá hablaba muy bien inglés y le encantaba esa cultura. Monsiváis dijo que era el primer estadunidense nacido en México, o algo así. A mi papá sí le fascinaba el rock, toda la música, pero también le encantaba todo lo mexicano.

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