Laos. En el norte de Laos, cerca de la frontera con Tailandia, un grupo de científicos recorre las colinas frondosas de la selva para recolectar excrementos de elefantes, unos mamíferos cuya población disminuyó drásticamente en las últimas décadas.
La treintena de paquidermos del santuario de Sainyabuli, gestionado por el Centro de Conservación de Elefantes (CCE), son la prueba de las violencias infligidas por los humanos a los elefantes salvajes en Laos.
Antaño, estos mamíferos eran muy abundantes en este país asiático, pero la destrucción de su hábitat, la caza furtiva, los abusos de la industria forestal que los explota y la disminución de las oportunidades para reproducirse, mermaron a las poblaciones.
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) solo quedan entre 500 y mil elefantes en estado salvaje en este pequeño país pobre del sudeste asiático, tres veces menos que hace 20 años.
Para combatir esta tendencia, los investigadores apuestan por el análisis de ADN de sus excrementos, con la esperanza de mejorar las posibilidades de supervivencia de la especie.
En el área protegida de Nam Poui, cercana al santuario de Sainyabuli, los científicos trabajan en la recolección de muestras de los 50 a 60 ejemplares que habitan en la región.
Los excrementos permiten identificar a los individuos, determinar su sexo, rastrear sus movimientos y comprender los lazos familiares entre los miembros de la manada, explica WWF Laos, que colabora con el CCE en este proyecto.
Reserva genética
“El objetivo final es garantizar una población saludable de elefantes en cautiverio, que sirva como reserva genética en caso de un colapso de la población salvaje”, detalla Anabel López Pérez, bióloga del CCE, desde su laboratorio.
“Cuando sepamos el número de individuos presentes en el país, el objetivo será implementar un plan de manejo adecuado”, añade.
En el hospital del santuario del CCE, la elefanta Mae Khoun Nung coloca su pata sobre una estructura de madera diseñada especialmente para el cuidado de los elefantes.
El asistente veterinario Sounthone Phitsamone retira con un cuchillo el barro seco acumulado en sus tres grandes pezuñas.
Mae Khoun Nung, de 45 años, pasó su vida adulta trabajando en la tala de bosques, pero un día, su dueño dejó al paquidermo en el CCE, ya que no tenía trabajo suficiente y era incapaz de hacer frente al costo de mantenerla.
En 2018, el gobierno prohibió la tala ilegal, una industria que utilizaba elefantes para transportar madera, provocó que muchos paquidermos terminaran explotados por el sector del turismo, otros fueron vendidos a zoológicos, circos o criadores.
El CCE intenta comprar y proteger a los elefantes cautivos cuando salen a la venta. Muchos de los que llegan al centro son ancianos y están en pésimas condiciones después de años de arduo trabajo, explica Phitsamone.
Desde 2010 solo hubo seis embarazos y tres crías en el santuario.
El cuidador, que lleva más de diez años trabajando en el centro, tiene pocas esperanzas sobre el futuro de la especie en Laos.
"Si comparamos Laos con otros países, el número de elefantes en nuestra base de datos es bajo y sigue disminuyendo", lamenta.