Uno. Quiero creer (necesito creer) que los que viajamos a bordo de esta “nave de los locos” pintada por El Bosco a inicios del siglo XVI (y hoy, con 7 mil millones de tripulantes), somos conscientes de los que en tierra, con inaudita insensibilidad y crueldad, defienden sus intereses pecuniarios hablándonos de “libertad”, “democracia”, “civilización” (poco más de mil millones).
Dos. Por otro lado, a diario, menudean las advertencias de una guerra nuclear en ciernes, que, de estallar, conducirá a que los sobrevivientes de las radiaciones envidien a los muertos.
Tres. Con luz verde de Washington, el llamado “conflicto de Ucrania” contabiliza un millón de muertos en dos años. Y con igual respaldo, la pandilla judeo-nazi de Tel Aviv, que en la hipócritamente llamada “guerra de Gaza” (territorio de extensión similar a la alcaldía de Tlalpan), lanzó 75 mil toneladas de explosivos en sólo un año, equivalente a seis de las bombas atómicas que arrasaron con Hirsohima y Nagasaki, hace 79 años.
Cuatro. Alzándose de hombros, no faltan quienes sienten que Ucrania y Gaza están “muy lejos”. ¿De veras? Porque quizá estén “muy cerca” de las oleadas bíblicas que por los caminos de México se abren paso para llegar a la “tierra prometida” realmente existente. Junto con los que allí se muerden las uñas, en caso que el gran Donald Trump cumpla con la amenaza de expulsarlos de sus confines.
Cinco. Ya nada en este mundo queda “muy lejos”. Detengámonos, por ejemplo, en el caso de Rahaf Saad, palestina de cinco años que a su padre enloquece de dolor preguntando dónde están sus piernas, perdidas tras un bombardeo. Un ataque que se produjo cuando su familia regresaba a su hogar en la zona de Al-Nuseirat, área que había sido declarada “segura” por el régimen judeo-nazi.
Seis. Con datos de la OMS, la Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina (Unrwa) y Unicef, el médico y periodista colombiano Víctor de Currea-Lugo, quien lleva años recorriendo aquellos parajes de la verdad on line, calculó: 47 por ciento de la población de la franja (2.3 millones) son niños, y 40 por ciento menores de 15 años.
De los casi 44 mil muertos registrados, 17 mil son niños y niñas, a más de 19 mil separados de sus padres, o que han perdido uno o ambos padres.
Estimado de muertes: más de 186 mil, atribuibles directa o indirectamente a los bombardeos, incluidas las causadas por enfermedades, y sin contar más de 10 mil sepultadas bajo las ruinas (80 por ciento perecieron en edificios residenciales).
Estudiantes asesinados: 11 mil 500; académicos asesinados: 750, estudiantes sin acceso a educación formal desde hace más de un año: 660 mil.
Daños de infraestructura escolar, incluidas escuelas oficiales y de la Unrwa: 94.7 por ciento, de las 564 que existieron. Edificios escolares de la Unrwa alcanzados directamente y/o dañados: 183.
Ataques contra instituciones de salud en los que murieron 759 integrantes del personal médico: 512; ambulancias destruidas: 131; heridos graves: más de 96 mil en el primer año (una de cada 23 personas).
Desplazados: unos 1.9 millones (algunos hasta 15 veces).
Hospitales y clínicas que funcionan parcialmente: 17 de 36 para un total de 114. Partos diarios: 160 (5 mil al mes), de los cuales 20 por ciento son pretérmino; aumento de abortos espontáneos: 300 por ciento; sistema de vacunación: colapsado.
Gazatíes que enfrentan una crisis alimentaria catastrófica: un millón (500 mil con grados extremos de hambruna); niños entre seis meses y cinco años con desnutrición aguda: 21 mil 600.
Agua potable: 95 por ciento con problemas de acceso, ya que 65 por ciento de los tanques fueron deliberadamente destruidos.
Ganado muerto por ataques aéreos o sacrificado prematuramente: 60 por ciento.
Flota pesquera destruida: 70 por ciento.
Necesitados de tratamiento sicosocial y de salud mental: un millón.
Ruptura de programas materno-infantiles, partos atendidos de manera improvisada, aumento de la mortalidad materna y neonatal, y niños que son operados sin atención preoperatoria ni posoperatoria, lo que aumenta el riesgo de infecciones: casi todos.
Siete. A lo apuntado por Currea-Lugo, hay que añadir el uso criminal de fósforo blanco, material incendiario difícil de extinguir, que se adhiere a la piel y la ropa, dañino para las personas por todas las vías de exposición, porque puede rencenderse durante el tratamiento debido al contacto con el oxígeno; el personal médico debe tener precaución al atender a las víctimas del ejército “más moral del mundo”, según el primer ministro Benjamin Netanyahu (con orden internacional de captura).
Ocho. Rahaf tuvo “suerte”. Sobrevivió.
Hoy es una más de las 4 mil 50 niñas y niños a los que sin anestesia, se les amputó una o ambas piernas. https://acortar.link/7BAjvz