El próximo enero se cumplirán 13 años de que, en las sombras de la noche, las autoridades de la Ciudad de México retiraron del Paseo de la Reforma una gigantesca estatua del ex mandatario de Azerbaiyán, Heider Aliyev, fallecido en 2003. Había sido un obsequio de su hijo Ilham, que lleva 21 años gobernando con mano férrea dicho país, encarcelando a activistas en pro del ambiente y a periodistas críticos con el régimen. La última hazaña de Ilham: despojar por la fuerza a la Republica de Armenia, parte de su territorio: Nagorno Karabaj.
Ilham ha estado los últimos días en el ojo del huracán, porque en la capital de su país, Bakú, terminó el sábado pasado la 29 Cumbre sobre el Clima de Naciones Unidas. Su propósito central era lograr que los países tomen acciones coordinadas contra el aumento global de la temperatura. Trece días en que fue notable la ausencia de figuras destacadas de los gobiernos. Entre ellos, el del país en que se firmó el Acuerdo de París. Igualmente, de discusiones y desencuentros. Estos últimos comenzaron desde que el gobierno del país anfitrión anunció que aumentaría los próximos 10 años su producción de combustibles fósiles (la de gas, un tercio), una de las principales causas del calentamiento global.
Lo anterior es incompatible con sus compromisos en el Acuerdo de París. Además, designó como presidente de la COP29 a su ministro de Ecología y Recursos Naturales, Muxtar Babayev, ex dirigente de Socar, la empresa estatal de petróleo y gas. Se repite así lo de la COP anterior en Emiratos Árabes Unidos. La presidió un magnate petrolero.
En su discurso inaugural de la COP29 el presidente Aliyev criticó duramente a los países occidentales por alentar una “campaña de difamación y chantaje bien coordinada” a fin de cuestionar los ricos recursos petroleros y de gas de su nación. Son, dijo, un “regalo de Dios”. Recibió pronta respuesta del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien tachó de absurda cualquier estrategia que implique duplicar el uso de combustibles fósiles.
Lo que ha ocurrido en Bakú muestra cómo, aunque se promueven políticas hacia energías renovables, se sigue dependiendo de los combustibles fósiles. Y que mientras los países más desarrollados son los que más emiten gases de efecto invernadero, los que forman el mundo pobre sufren mayormente los efectos.
No han faltado los analistas que califican a esta COP como tribuna de compañías y gobiernos para promover la producción y el uso continuos de combustibles fósiles. No en vano más de 2 mil 400 delegados estaban asociados con la industria que los explota. Ésta, de placemes pues el futuro presidente de Estados Unidos y sus más cercanos colaboradores niegan el cambio climático y son partidarios de extraer a cualquier costo ambiental la mayor cantidad posible de petróleo y gas.
Igual que en las cumbres anteriores, las negociaciones climáticas se centraron en cómo las naciones ricas pueden ayudar financieramente a los países en desarrollo a abandonar los combustibles fósiles, gestionar futuros daños climáticos y abordar las pérdidas ya sufridas por fenómenos extremos. Finalmente, y tras una sesión de clausura caótica, en la COP29 se logró un acuerdo que salva la cara a la diplomacia climática: los países ricos prometen aportar 300 mil millones anuales a partir de 2035 para que el mundo subdesarrollado, pobre, recorte emisiones de dióxido de carbono y se adapte a la crisis del clima. Son 50 mil millones más que la propuesta inicial y tres veces más que el apoyo actual. Aun así, la cantidad comprometida está muy por debajo de las necesidades reales que tienen los países que más padecen el calentamiento global: alrededor de 1.3 billones de dólares cada año.
Y dado el país anfitrión y los grandes intereses corporativos, no hay ninguna mención a la urgencia de recortar emisiones de combustibles fósiles: el petróleo, el carbón o el gas, que provocan la mayoría de las emisiones de dióxido de carbono, causa fundamental del cambio climático. Agrego que los países deben presentar el año próximo sus compromisos para cumplir el objetivo de limitar el calentamiento global a menos de 2 grados Celsius para 2050.
Otra cumbre del clima decepcionante, ya que ignoró los datos recientes de los especialistas que muestran que estamos a punto de llegar a ese límite.