La guerra por delegación de EU y la OTAN contra Rusia en Ucrania ha entrado en una nueva fase. Según afirmó el 21 de noviembre el presidente ruso, Vladimir Putin, el conflicto ha adquirido elementos de “carácter global”. Sin ambages, el jefe del Kremlin dijo que “EU y sus satélites” están en guerra directa con Rusia. En consecuencia, el mundo es hoy más peligroso que en ningún otro momento desde la llamada crisis de los misiles entre EU y la ex Unión Soviética, con epicentro en Cuba, en 1962.
El punto de inflexión que parece marcar el tránsito de esta guerra proxy entre potencias a una guerra caliente entre Rusia y el eje EU/OTAN/Ucrania, es el intercambio de ataques con misiles de medio y largo alcance entre las partes, luego de la autorización para el empleo de ese tipo de armas por el presidente nominal, Joe Biden, el 17 de noviembre. Surge la interrogante acerca de si Biden, quien según el fiscal especial Robert Hur −nombrado por el Departamento de Justicia de EU− padecía “deficiencia cognitiva” en febrero pasado, lo que lo obligó a declinar su carrera por la relección en julio, habría estado mentalmente capacitado ahora para decidir soberanamente, él mismo, atacar Rusia. De allí que la decisión cuyo objetivo es exacerbar la confrontación para desgastar y desangrar aún más a Rusia; sabotear el mandato masivo de Trump para poner fin a la guerra y obligarlo a adoptar una posición más dura, y colocar a Volodymir Zelensky en una mejor posición de cara a una eventual negociación para un alto al fuego, sea atribuible al Estado profundo (deep state) al servicio del complejo industrial militar/financiero/ digital/mediático.
Putin había sido muy claro al definir que el uso de misiles de medio y largo alcance sería considerado un acto de guerra. En varias ocasiones, este año, el mandatario ruso se había esforzado en explicar que el Ejército ucranio subsidiario de la OTAN es incapaz, por sí solo, de realizar ataques con modernos sistemas de precisión de largo alcance de fabricación occidental; que los ataques son posibles sólo mediante el uso de datos de inteligencia de los satélites de la OTAN, de los que Kiev no dispone; que esos sistemas de misiles sólo pueden ser operados por personal militar (o contratistas) de la OTAN, y que la selección final de objetivos (en el territorio profundo ruso) sólo pueden hacerla especialistas altamente cualificados que se basan en datos técnicos de reconocimiento espacial proporcionados por EU y la OTAN. Ergo, en todos los aspectos, el disparo de esos sistemas de armas contra objetivos en Rusia es una operación EU/OTAN, y el hecho de que pudieran encontrarse en suelo ucranio no mitiga el papel de Washington y Bruselas en la agresión.
En ese contexto, en una breve sucesión de hechos en el marco de la doctrina “escalar para desescalar” (con o sin el aval de Donald Trump), el 19 de noviembre la OTAN disparó desde Ucrania seis misiles balísticos Atacms (Sistema Táctico de Misiles del Ejército de EU) contra objetivos militares en la provincia rusa de Briansk. Un día después, la OTAN lanzó una andanada de cohetes de crucero británicos Storm Shadow y su equivalente francés Scalp contra blancos castrenses en la región rusa de Kursk. A su vez, el jueves 21 de noviembre Rusia tomó represalias mediante un ataque combinado que incluyó el nuevo sistema hipersónico balístico de medio alcance Oreshnik (literalmente “mata de avellanas”) contra una fábrica del complejo industrial de defensa Yuzhmash, en Dnipró.
Ese día, Putin señaló que fue en ensayo de prueba en condiciones reales de guerra de uno de los sistemas hipersónicos (no nuclear) de medio alcance (entre 2 mil 500 y 5 mil kilómetros), capaces de atacar objetivos a una velocidad de Mach 10, de 2.5 a 3 kilómetros por segundo (lo que puede impactar el Reino Unido en sólo 19 minutos, Bruselas en 14, Berlín en 11 y Varsovia en ocho minutos), y que ningún sistema antimisiles (incluidos los Patriot) puede interceptar el Oreshnik. El Financial Times describió el ataque como un intento disuasivo para demostrar al Occidente colectivo la capacidad de Rusia en la escala de represalias.
Putin aseguró que Rusia se considera con derecho a atacar las instalaciones militares de los países que permitan el uso de sus armas contra el territorio ruso y que, en caso de escalada de las acciones agresivas, responderá de manera “decisiva y simétrica”. Eso supone que podrían ser alcanzados blancos militares en las principales ciudades del Reino Unido, Francia y Alemania; bases, submarinos y buques de guerra de EU y la OTAN en Europa, el mar Negro y el Mediterráneo a distancias nunca vistas; centros logísticos en Polonia, Rumania, los estados bálticos y Finlandia, y destruir satélites usados contra Rusia.
En un implícito mensaje a Trump, Putin señaló que EU cometió un error al destruir de manera unilateral el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio en 2019 (con Trump en la Oficina Oval), lo que llevó a Moscú a desarrollar y probar ahora el misil Oreshnik −que representa un nuevo paradigma en pertrechos de guerra y un salto cualitativo histórico en cuanto a su potencial destructivo− en respuesta a la producción y despliegue de misiles de alcance intermedio y corto de EU en Europa y la región Asia/Pacífico. (Durante una cumbre de la OTAN en Washington, en julio pasado, EU anunció que a partir de 2026 desplegará en Alemania armas de largo alcance, incluyendo el misil Standard SM-6 de Raytheon, el Tomahawk y armas hipersónicas en desarrollo con un alcance mayor que el que tienen hoy las potencias europeas. Moscú respondió entonces que desarrollaría una respuesta militar “sin nervios ni emociones”, y que el trabajo sobre las contramedidas ya estaba en marcha.)
Analistas militares y medios hegemónicos al servicio de la propaganda del Pentágono han admitido que la guerra proxy en Ucrania está perdida y los misiles que autorizó Biden no cambiarán las reglas de juego. En la línea de “escalar para desescalar”, el equipo de Trump filtró que el futuro presidente prevé una zona desmilitarizada (DMZ) a lo largo de la Línea de Contacto (LOC) patrullada por fuerzas de la OTAN; lo que resulta difícil creer que el Kremlin acepte, máxime, cuando el plan contemplaría que Ucrania siga siendo armado hasta los dientes por el Occidente colectivo y sirva como un puesto avanzado hostil de EU en la frontera de Rusia.