°C -
|

La Jornada

Últimas noticias
Anuncio
Anuncio

El trabajo con la imprenta Freinet

25 de noviembre de 2024 00:04

Célestin Freinet, el educador que con buen sentido propone que en la escuela se realice un trabajo dignificante, creativo, diverso, cooperativo, desafiante y gozoso, me lleva a presentar en esta ocasión, a manera de texto libre, algunos ejemplos que ponen en claro el significado de dicho trabajo, sin necesidad de acudir a otro tipo de explicaciones. Siguiendo a Freinet, doy la palabra a unos niños que se expresan con espontaneidad, entusiasmo y sinceridad. Escojo episodios representativos de momentos y situaciones que tienen que ver con el inicio y primeros tiempos en que se utiliza la imprenta Freinet por niños españoles.

En primer lugar, referiré lo que en 1929 dice un crío andaluz, de 13 años, llamado Andrés Ortega, nativo de Cuevas, en la provincia de Almería y, hasta donde logro averiguar, es el primer crío español identificado que manipula una imprenta Freinet. Andrés es el hijo mayor de una modesta familia que emigra a Francia en busca de trabajo. Andrés, como es natural, tiene anhelos, sueños, alegrías y también tristezas. Y algo que es muy importante: Andrés tiene necesidad de aprender en la escuela el idioma francés.

Andrés es autor de un escrito titulado La imprenta, redactado en francés y publicado en el país galo en un cuaderno, a todo color, hecho con una imprenta Freinet. El cuaderno tiene una portada con el encabezado “À travers mon enfance”, está ilustrado por Polo Rouveyrol, niño francés de 11 años, y forma parte en dos colecciones distintas de folletos Freinet publicados en Francia. El texto de Andrés se debe a que es estudiante en la escuela freinetiana, en Masdieu-Laval (Gard), y realiza su trabajo con el auxilio de Léo Rousson, maestro encargado. Sin más, presento un fragmento en el que Andrés se expresa con palabras de niño que lo dicen todo. Lo que falta es que el lector las disfrute.

“De regreso de las vacaciones largas, la Societé du Sou nos compró una imprenta. La primera tarde, el señor Rousson nombró a cuatro estudiantes grandes para imprimir. Era la primera vez que veíamos una imprenta. El señor Rousson nos explicó dónde encontrar las letras, cómo tomar los componedores y cómo componer. De inmediato empezamos a imprimir. Cometíamos muchos errores. Teníamos que mirar en el espejo para corregirlos. Ahora ya somos mucho más hábiles. Todos queríamos imprimir nuestros textos. Así logramos muchos avances en ortografía y en composición en francés, sobre todo yo. Puedo decir que gracias a la imprenta yo aprendí francés. ¡Viva la imprenta!”

En segundo sitio, transcribiré un episodio escolar, narrado por el inspector escolar Herminio Almendros, protagonizado por el maestro Patricio Redondo y sus alumnos de la escuela nacional de niños número 1, en Puigvert de Lérida, allá por 1933. Esto escribe Almendros:

“¡El buen Patricio! Vivía solo en el pequeño pueblo campesino de su escuela, en una habitación humilde que no cerraba nunca. Su vida estaba en la escuela. Quien quisiera encontrarlo, a cualquier hora, habría de ir allí. Pasaba las horas estudiando y preparando el trabajo escolar de las jornadas, solo o acompañado de niños, que preferían a su casa o a la calle la ocupación en la escuela, aun a deshora. Hubo días en que, demasiado temprano, un grupo de alumnos iba a la casa del maestro y empujaban la puerta de la habitación: –Patricio, por favor, levántese y abra la escuela. Tenemos que tirar unos impresos y terminar los cuadernos. Pasado mañana es la fiesta del pueblo, y queremos llevar ese regalo a casa. Por la noche tendremos también que quedarnos. Patricio se levantaba: –Tomen la llave y vayan, que voy enseguida. Los alumnos adoraban al maestro”.

En 1990 entrevisté en Puigvert de Lérida a José María Bosch, uno de aquellos niños que, con 70 años a cuestas, recordaba:

“Todos mirábamos para hacer la mejor redacción, cuidábamos el componedor para que hubiese menos erratas. Lo emocionante era cuando teníamos el periódico hecho, cuando lo abríamos, seis, ocho, 10 páginas, y lo leíamos. Nos quedábamos hasta las tantas de la noche trabajando en él; el que quería marcharse, se marchaba, pero la mayoría nos quedábamos. Nos encontrábamos tan a gusto, que se nos pasaba el tiempo sin darnos cuenta (muchas veces nos venían a buscar nuestros padres al ver la hora); dibujábamos, y los clichés los hacíamos con una gubia en linóleum, para después imprimir. El maestro procuraba, por mal que saliera, que el trabajo lo hiciera cada uno de nosotros. Lo que hacía el autor estaba bien hecho y no se tocaba; no había nadie que lo rectificara. Hacíamos una cosa que nos gustaba y queríamos hacerla bien; nos marcaba el interés por aquello”.

A Freinet le inquietaba que la escuela de siempre, que le tocó vivir y transformar, fuera “tan poco atractiva”. Me anima saber que con el trabajo del texto libre y la imprenta (impresora, hoy), con buen sentido, dignificación y gozo, la escuela, incluida la universidad, llega a ser atractiva para los estudiantes y los docentes.

¡Elevemos la mirada de la educación!

*Profesor en la UNAM

[email protected]

El trabajo con la imprenta Freinet

A Freinet le inquietaba que la escuela de siempre, que le tocó vivir y transformar, fuera “tan poco atractiva”

Otra cumbre del clima decepcionante

En la COP29 se logró un acuerdo que salva la cara a la diplomacia climática: los países ricos prometen aportar 300 mil millones anuales a partir de 2035
Anuncio