En el tiempo, 1980 y 1981 constituyeron una dupla definitoria de la manera de pensar y actuar de otro dueto que ha ocupado esta columneta en las semanas recientes. En este lapso, el partido Acción Nacional perdió y ganó un Calderón. Si con este cambio el PAN ganó o perdió en la preservación de sus razones y objetivos fundamentales, corresponde dictaminar a los directamente interesados, es decir, a los miembros y simpatizantes de esta formación política. Un breve recordatorio: Luis Calderón denunció como causales de la renuncia inapelable a su militancia partidaria de varias décadas, dos o tres definitivos y definitorios disensos con la dirección partidaria. Su renuncia, pese a la infinidad de dirigentes de alta gama que lo convocaban a desistir de su propósito, se hizo efectiva. Por el contrario, el ingreso del nuevo Calderón, Felipe de Jesús, nada tenía que aportar en doctrina, trabajo partidario, proselitismo en territorio o capacidades de liderazgo, debate o manejo de tribuna. Pero eso sí, resultaba ideal para descalificar el comportamiento subversivo de su progenitor, quien, según los líderes panistas, se había vuelto un feroz enemigo del partido que, en 1939, representó una valiosa trinchera democrática frente a los embates del gobierno comunista de Lázaro Cárdenas, quien pretendía la existencia de una sola clase, la de los trabajadores. El PAN buscaba lo mismo: un Estado uniclasista, pero con la salvedad de que la hegemonía socio-económica correspondería en exclusiva a los financieros, banqueros, industriales (principalmente los regiomontanos), es decir, a los poseedores.
Un detallito que aporta más luces para un juicio acertado: en esa época, los diputados de Acción Nacional debían entregar a la dirección nacional, un porcentaje de sus ingresos, a fin de tener recursos para cumplir compromisos con los electores. Luis Calderón se negó a entregar su cooperación porque ésta iba a proporcionar más recursos a la línea que él rechazaba; sin embargo, tampoco iba a dejar de cumplir su obligación partidaria. Por eso, a partir de ese momento entregó la cuota acordada al comité estatal del partido en Michoacán. No resisto la tentación de mencionar aquí una actitud de Felipe de Jesús que, en un asunto semejante, dineros y conveniencia personal, se comportó ligeramente diferente. Tenía unas cuantas quincenas cobrando como director de Banobras cuando descubrió que el banco bajo su mando, ¡quién lo creyera!, también otorgaba créditos y, con el fin de ir aprendiendo, decidió correr personalmente los riesgos de esta función tan excepcional y se autorizó un crédito más blando que un migajón, destinado en exclusiva a hermosear su casa familiar. ¡Y pensar que Gómez Morín concibió el Banobras ante la necesidad de auxiliar a los municipios para construir obras de beneficio popular!
Felipe de Jesús estudió jurisprudencia enla Escuela Libre de Derecho. En alguna entre-vista declaró que no lo hizo en la UNAM porque allí le habían puesto insalvables peros por ser egresado de una prepa particular y confesional. La universidad no guarda constancia alguna de la solicitud de inscripción y, obviamente, tampoco de su rechazo. ¿Podría Felipe de Jesús, dado que a él como acusador corresponde la carga de la prueba, demostrar que la UNAM cometió un acto discriminatorio inconcebible con un joven michoacano sin mayor relevancia, cuando fue capaz de aceptar con respeto y reconocimiento a Gómez Morín como su rector?
Un hecho más allá de toda duda razonable es que Calderón Hinojosa encontró el camino para su encumbramiento político, primero en el cambalache de su progenitura a cambio de una escalera grande y otra chiquita
para ascender rápidamente el escalafón partidario. Su deslindamiento y pública abjuración de la honorable posición política de su padre le granjearon todas simpatías de la cúpula panista, que lo impuso como líder juvenil al que jamás se le conoció una sola acción, una toma de postura, un gesto de apoyo a cualquier demanda juvenil. Luego se le proyectó como asambleísta, candidato a diputado federal y aun a gobernador (quedó en tercer lugar). Con estos antecedentes, ¿es creíble el 1% con el que se dijo ganó la elección presidencial?
En la próxima visita a estas páginas, la columneta presentará como colofón una serie de datos de la vida actual de nuestro personaje central, Felipe de Jesús. Si alguien (él, por ejemplo), tiene alguna opinión contraria o favorable a lo aquí escrito, estos renglones están a su disponibilidad sin más limitante que el breve espacio
del que hebdomadariamente aquí disponemos.