Antes que nada, y para contrarrestar la propaganda aquí y en todo mundo: es falso que la derecha haya triunfado con un gran mandato popular, lo cual ha llevado a un sinnúmero de analistas progresistas aquí y en otras partes del planeta a proclamar que Estados Unidos ahora sí mostró sus colores verdaderos
de país racista, misógino y xenofóbico, entre otras cosas. Vale subrayar, como La Jornada reportó (https://www.jornada.com.mx/2024/11/ 13/mundo/024n1mun), que Trump ganó la presidencia con poco más de un tercio del total del electorado, o sea, una minoría de los que tienen derecho al voto en este país.
Ahora se cuenta con más datos –aún preliminares– del lentísimo conteo, que ponen en contexto el triunfo de la derecha. Trump ganó con uno de los márgenes más reducidos del voto popular desde el siglo XIX, calculó el New York Times, con ventaja de 1.6 por ciento sobre Kamala Harris. Más aún, todo indica que no ganará la mayoría del voto popular emitido (ahora es de 49.9 por ciento). El hecho de que 40 por ciento del electorado no participó en la elección significa que Trump ganó con menos de la mitad de ese 60 por ciento del electorado que acudió a las urnas. Aunque él sigue declarando que “ America nos dio un mandato sin precedente y poderoso”, en realidad ganó la Casa Blanca con un tercio del electorado. O dicho de otra manera, una mayoría abrumadora de dos tercios del electorado no votó por él.
Ahora, ante el triunfo de la derecha llevada al poder por una minoría del electorado, la pregunta inmediata es de dónde y cómo se organizará una resistencia teniendo en cuenta que la gran mayoría del país no apoyó la propuesta reaccionaria y neofascista del ganador. Desde demócratas tradicionales, liberales, hasta progresistas en su más amplio sentido, todos, obviamente, saben que se necesita responder y rápido al proyecto de nación que ya se está impulsando por el presidente electo y su entorno. Pero por ahora no hay consenso más allá de eso, entre alertas y alarmas de qué tan terribles serán los próximos cuatro años. Las propuestas son todo lo que uno se imagina, o de hecho, no muestran gran imaginación por ahora, aunque eso se dará con el tiempo, desde reconstruir
al Partido Demócrata y/o apostar a las organizaciones sociales –sindicatos, ambientalistas, mujeres, la comunidad gay, defensoras de derechos civiles, de inmigrantes, y más–, o sea, alguna combinación de los derrotados por el resultado. Vale subrayar que no fue sólo una derrota electoral, sino de las fuerzas sociales progresistas del país.
Mientras Trump constituye su gabinete, calificado por algunos de carro de payasos, las implicaciones para las mayorías aquí y para países que no están dispuestos a recibir órdenes no son nada chistosas. Para los próximos gobernantes, el enemigo interno
es toda la amplia gama de opositores a su proyecto, tal como lo repitió Trump todos los días. El ex militar que nominó para encabezar las fuerzas armadas más grandes del mundo escribió en su libro Cruzada americana, en 2020, que habría que humillar, intimidar y aplastar a nuestros opositores izquierdistas
y “derrotar a los enemigos internos de America”.
Para la resistencia, esto ya no es el mismo juego político de siempre. Y por lo tanto, la respuesta no puede ser más de lo mismo. Tal vez lo que representa Trump es tan grave que obligará a las fuerzas progresistas a imaginar algo mucho más allá que sólo la próxima elección.
Por ahora, Trump podría haber irrumpido el juego tradicional del duopolio político estadunidense con su movimiento que nunca fue controlado por la cúpula tradicional del Partido Republicano, el cual ahora está sometido al magnate. Por el lado progresista, Bernie Sanders en parte logró hacer algo parecido dentro del Partido Demócrata al lanzarse como precandidato presidencial del partido en 2016, pero en ese caso la cúpula tradicional lo derrotó. Tal vez la resistencia que estará surgiendo tendrá que abordar si es hora de algo nuevo más allá de sólo solicitar un voto por el mal menor, otra vez.
Johnny Cash. Man in Black. https://www.youtube.com/watch?v=oDd32K-mOVw