En un hilo vive el bailarín. En un hilo baila. En el límite entre el juego serio de un niño y el oficio de un adulto, el bailarín no quiere perder la fantasía. A menudo al borde de la caída, oscilando en un pie, colgado de una escenografía, pero siempre retando a la gravedad… Frágil, desnudo, se arriesga constantemente”, escribe la bailarina Solange Lebourges (Francia, 1951) en su libro Lo bailado... nadie me lo quita.
El texto autobiográfico, en el que la autora incluye reflexiones y su pasión por la danza, fue reditado por el sello Nicolasa, y será presentado hoy en la Biblioteca Vasconcelos, en la Ciudad de México. Con esta publicación, el sello inicia la distribución internacional de libros de esa disciplina de autores mexicanos.
En entrevista, la bailarina, docente y escritora de origen francés, naturalizada mexicana en 2005, Solange Lebourges, explica que en sus memorias “quería hablar desde el cuerpo y lo que es la vivencia; no quería teorizar sobre la danza o el oficio, sino comunicar una realidad y la metamorfosis escénica que implica cuando dejas de ser tú mismo para ser otros personajes que se nutren de tu sensibilidad, experiencia y conocimientos.
Quería traducir en palabras y mostrar este fenómeno, compartirlo con los bailarines y la sociedad, porque a este oficio todavía le falta mucho para ser reconocido, valorado y apreciado, aunque existen menos prejuicios que cuando comencé a bailar, hace más de 50 años. Claro, en la actualidad la disciplina está más presente en la sociedad.
Después de su despedida de los escenarios, en julio de 2004, la bailarina entró en una crisis emocional; se inscribió a un taller literario y empezó a desarrollar los conocimientos que aprendió en la licenciatura en letras modernas, que cursó en la Universidad de Nanterre, lo que detonó la escritura de Lo bailado... nadie me lo quita, libro que le ayudó a recuperar su identidad
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Cuerpo , mente y espíritu
La autora, que llegó a México el 31 de enero de 1978, y en 1980 se incorporó al Ballet Teatro del Espacio, dirigido por Gladiola Orozco y Michel Descombey, considera que la encomienda del intérprete es entregar el cuerpo, la mente, el espíritu. En su texto le llama la tríada: cuerpo físico, cuerpo emocional y cuerpo mental.
Es una triada porque se trabaja al mismo tiempo con el cuerpo, sentimientos y la mente. Hay que prepararse, organizarse, y los bailarines son muy ordenados en su quehacer y saben cómo planear su día. Las tres vertientes se enlazan todos los días en la función, en la clase, en el ensayo; en la vida también
, comparte la maestra Solange, quien fue galardonada con la Medalla de Bellas Artes en 2004.
En el libro, la autora narra desde sus primeras clases en París, su ciudad natal; su arribo a México y la revolución personal que implicó el traslado, hasta su larga estancia de bailarina de Ballet Teatro del Espacio (BTE), cuyo cuerpo encarnó de manera magistral la poética del maestro Michel Descombey.
“Cuando entré al BTE sabía quién era el maestro por la Ópera de París; conocía su carrera de coreógrafo y primer bailarín; para mí era una luminaria. Recuerdo que montó La ópera descuartizada, y me encargó bailar un dueto muy poético donde prácticamente la mujer no toca el piso. A partir de ese baile me brindó la oportunidad de interpretar más duetos.
“Tenía facultad para eso, y el maestro empezó a encargarme duetos como Silencio y Ofelia. Luego me dio los papeles principales de sus obras. Era un mago tanto para iluminar las piezas, como para sacar de sus intérpretes lo mejor; tenía un don para adivinar las posibilidades expresivas de las personas.”
Ver tras bambalinas
Lo bailado... nadie me lo quita es la posibilidad de ver más allá de lo que aparece en escena, comprender cómo se construyen a sí mismos los bailarines como artistas, la importancia de las clases diarias, de la disciplina, de la confianza en el otro y en los otros, porque la danza es una actividad que siempre implica colectividad.
Al recordar su retiro de los escenarios, Lebourges mencionó que en París las bailarinas se jubilan a los 42 años, pero ella bailó hasta los 53. “Me retiré grande; me había lastimado todo, y el desgaste físico era demasiado; además, ya no tenía la energía ni me podía reponer tan rápido como los jóvenes; pasan los años y no es igual.
“La verdad no hubiera querido dar funciones y que me dijeran: ‘a su edad todavía está bien’; no era mi opción, porque quería bailar bien hasta el final, por eso tomé la decisión.”
Para la intérprete de Tierra sombría, Dueto azul, Preludio a la tarde de un fauno, La noche transfigurada, Noche de verano y Sinfonía fantástica, la danza le ha brindado muchas satisfacciones en su vida, aunque la alejó de su familia.
Hay una recompensa en este oficio, que es lograr transmitir, comunicar, interpretar al más alto nivel, así como imprimir en las retinas de los espectadores, ilusiones, sentimientos, una posibilidad de cambio y esperanza. Quizá como bailarines pretendemos una transformación en la sociedad, y el arte es parte de la transformación.
La segunda edición de Lo bailado... nadie me lo quita se enriquece con nuevas experiencias, no sólo de quien dedicó su vida a bailar en una de las más importantes compañías de danza contemporánea de México, como el BTE, sino que también aporta reflexiones como una docente que mira con asombro la formación de las nuevas generaciones de bailarines.
Con los comentarios de Marcela Sánchez Mota y de Hayde Lachino, el libro Lo bailado... nadie me lo quita se presenta hoy a las 13 horas en el vestíbulo principal de la Biblioteca Vasconcelos (Eje 1 norte Mosqueta, s/n esquina Aldama, colonia Buenavista, Ciudad de México).