uno por ciento del gasto militar de nuestros países para llevar a cabo el programa de reforestación más grande de la historia, con base en la experiencia de Sembrando Vida. La mandataria destacó que con su propuesta para dejar de sembrar guerras y, en su lugar, sembrar paz y vida
ayudaríamos a mitigar el calentamiento global y restauraríamos el tejido social ayudando a las comunidades a salir de la pobreza.
En su segundo mensaje a los dirigentes de las 20 mayores economías del mundo, insistió en que las absurdas guerras deben detenerse; para eso sirve la política, y aquí nos sentamos para hacer política, para construir la paz y proteger a los desprotegidos, a los que sufren
, porque, dijo, se niega a pensar que somos capaces de crear la inteligencia artificial e incapaces de dar la mano al que se quedó atrás.
Tanto el proyecto de reforestación como su enfoque multidimensional de reversión del daño ambiental, combate a la pobreza, desarrollo sostenible y fijación voluntaria de las personas en sus lugares de origen, han sido aplicados en el territorio nacional e internacionalizados con éxito desde el sexenio pasado. Al ser la propia mandataria quien lo expone y promueve ante sus pares, potencia la fuerza de su mensaje y brinda al mundo una salida esperanzadora a algunos de los desafíos más acuciantes, desde el cambio climático y la alarmante pérdida de cubierta forestal, hasta la migración y el riesgo de un conflicto bélico de escala global azuzado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Como resaltó la presidenta Sheinbaum, bastaría con una centésima parte de lo que el G-20 destina al sector castrense para apoyar a 6 millones de sembradores de árboles que reforestarían 15 millones de hectáreas, algo así como cuatro veces la superficie de Dinamarca; o toda la de Guatemala, Belice y el Salvador juntos
.
Con estas declaraciones, la presidenta Sheinbaum inauguró una nueva etapa del papel mexicano en la comunidad internacional en la que continúa el liderazgo fincado durante el sexenio anterior en la solidaridad, el respeto y la defensa irrestricta de la soberanía, pero le añade el elemento de la participación presencial de la titular del Ejecutivo en foros multilaterales. Prosigue así la recuperación de una voz autónoma y progresista que se extravió en la larga noche neoliberal, cuando México se alineó de manera deplorable con Washington y los presidentes se redujeron a ejecutores de los designios de la Casa Blanca.
Es indudable que México se encuentra en un momento estelar de su liderazgo internacional, el cual cobra mayor relevancia por su capacidad de reanimar a América Latina ante los extravíos de buena parte de los dirigentes de la región. Ojalá que éstos sean capaces de rectificar y hagan suyo un proyecto benéfico para sus conciudadanos y para el conjunto de la humanidad.
Ahora, es necesario apoyar la propuesta del gobierno federal mexicano y afinar sus mecanismos de realización, ya sea que México se desempeñe como asesor a partir de los resultados incuestionablemente positivos obtenidos en seis años de aplicarla, o que se limite a presentar su experiencia y cada país integrante del G-20 la retome con base en sus circunstancias y particularidades.