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La Profeco informó que el fin de semana, tras conciliar 270 inconformidades, recuperó para los clientes un millón 690 mil pesos por quejas contra negocios. Foto Luis Castillo
19 de noviembre de 2024 07:57
En su marasmo mental, el belicista presidente estadunidense Joe Biden habría decidido despedirse de la Casa Blanca con una resolución que, de no tomarse las medidas necesarias, irremediablemente conducirá a la humanidad a la devastación. Como dijo Albert Einstein (al menos a él se le atribuye), no sé con qué armas se luchará en la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras.

El gobierno estadunidense ha violado todos los acuerdos con Rusia, comenzando con aquel de 1990 (pacto Baker-Gorbachov, y subsecuentes) de que la OTAN no avanzará ni una pulgada hacia el este europeo, pero desde entonces la Casa Blanca y sus títeres de esa zona geográfica decidieron avanzar no pulgadas, sino miles de kilómetros hacia las fronteras rusas a grado tal que la fuerza militar (misiles incluidos) de la Alianza Atlántica se ha posicionado a milímetros de dichas fronteras.

A Biden –con la industria militar feliz porque su caja registradora no deja de tintinear– no le bastó apoyar y alimentar –financiera, política y militarmente– al gobierno de Israel para el genocidio en Palestina, sino que violó todos los pactos y brincó todas las fronteras europeas hasta llegar a la rusa, lo que motivó la intervención militar de esta última nación en Ucrania. Y de cereza, hoy estaría dispuesto a iniciar la tercera guerra mundial, al autorizar al gobierno títere de Kiev el uso de misiles estadunidenses de largo alcance para golpear a Rusia.

Hasta ahora la Casa Blanca no ha confirmado ni desmentido la decisión de Biden, y han sido las versiones periodísticas agarradas con alfileres (un funcionario estadunidense y tres personas familiarizadas con el asunto, según The New York Times) las que han corrido como reguero de pólvora. Lo mismo en el caso de Francia y Gran Bretaña que se habrían sumado a la citada decisión: tampoco se ha confirmado oficialmente, pero el periódico Le Figaro lo publicó en el mismo tenor.

Como parte del juego de las versiones encontradas, uno de los peones de la Casa Blanca (el alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, Josep Borrell) aseguró que los miembros de esa organización no han llegado a un acuerdo para permitir a Ucrania usar armas occidentales de largo alcance para atacar objetivos dentro del territorio de Rusia, aunque dijo que el gobierno estadunidense ha autorizado a Ucrania el uso de misiles de hasta 300 kilómetros de alcance para atacar territorio ruso; es mejor que nada.

En el mar de contradictorias, el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, “rechazó en rueda de prensa que su país hubiera actualizado su política sobre los ataques al territorio ruso. ‘Hemos dejado claro que siempre adaptaremos y ajustaremos las capacidades que proporcionamos a Ucrania cuando sea apropiado hacerlo, y nos han visto respaldarlo con las medidas que hemos tomado en los últimos años. Pero hoy no tengo ninguna actualización sobre esa política’”, según dijo (Rusia Today/ Sputnik).

De cualquier suerte, el presidente Vladimir Putin refrendó su postura: si se tomara la decisión de permitir que Ucrania ataque con armas occidentales de largo alcance la parte profunda del territorio ruso, eso significaría que los países de la OTAN están en guerra con Rusia, lo que significará, nada menos, que la implicación directa de los países de la OTAN en la guerra de Ucrania. Esa es una implicación directa. De hecho, de tiempo atrás el mandatario ruso fijó esa posición, no sin antes plantear, desde diciembre de 2021: ¿qué pensarían los estadunidenses si, por ejemplo, decidiéramos desplegar misiles en sus fronteras con Canadá y México?

Por su parte, Donald Trump promete (¿?) un fin rápido a la guerra en Ucrania, pero el discapacitado Biden le heredaría una enorme papa caliente con nefastas consecuencias, en medio de un ambiente mundial de por sí caldeado.

Las rebanadas del pastel

Mientras unos insisten en espolear la tercera guerra mundial y la consecuente devastación del planeta, otros proponen destinar una parte del presupuesto bélico mundial a fines pacíficos y socialmente productivos. En la reunión del G-20, la presidenta Claudia Sheinbaum planteó destinar uno por ciento del gasto militar mundial para llevar a cabo el programa de reforestación más grande de la historia, tomando como base el programa mexicano Sembrando Vida. Se trata, dijo, de dejar de sembrar guerras; sembremos paz y vida; con ello, ayudaríamos a mitigar el calentamiento global y restauraríamos el tejido social ayudando a las comunidades a salir de la pobreza.

Twitter: @cafevega

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