La propuesta de México, en boca de la Presidenta, puso a pensar a más de uno. Abandonar la idea de matar –aunque sea solamente uno por ciento del gasto en la guerra– para sembrar vida no parece algo descabellado; es más, sin exagerar, resulta una convocatoria salvadora ahora que ya sabemos cuáles son los resultados de nuestra civilización
.
El grupo de los 20, más los invitados, fueron convocados, entre otras cosas, para tratar los problemas de la pobreza y el hambre en el mundo como tema central, pero hasta donde sabemos fue la posibilidad de una gran guerra entre las potencias dominantes lo que dio sustancia a la reunión.
La cumbre de Río, ésta, la de hoy, deriva de aquella que se llamó De la Tierra o Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en la que estuvieron presentes representantes de 179 países y también algo así como 17 mil personas que asistieron a un foro de ONG que se efectuó en paralelo.
Desde entonces, cuando la cumbre alcanzó resonancia mundial, nada parecía poder mover las grandes estructuras económicas culpables del deterioro del medio ambiente y de la vida en el planeta. Eso, en la larga noche neoliberal, no era más que la consecuencia sana del legítimo
enriquecimiento de unos cuantos.
Pero ahora, cuando los tambores de la guerra generan temor en todo el mundo, la mexicana, en sólo cinco minutos le pide al mundo dejar de gastar recursos económicos en la muerte y adoptar un programa que no afecta a nadie, pero que se puede convertir en la tabla de salvamento.
Sembrar vida
. El concepto debió haber sonado extraño. ¿A quién pedirle que sus misiles permanezcan quietos? ¿A Biden? ¿A Macron? Sin pronunciar nombres, pero con la idea firme de que sembrar vida ya es un programa probado y exitoso, Claudia Sheinbaum exigió una nueva oportunidad para el mundo.
Ya era hora de que México volviera a los escenarios internacionales con propuestas importantes, trascendentes. La idea que dejó CSP entre quienes tendrán que decidir el mañana en el mundo busca eso –sin obligar a nadie a realizar sacrificios–: invertir un porcentaje ínfimo en darle otra oportunidad a la tierra.
De pasadita
Sucedió hace algunos martes en el Zócalo. La abogada buscaba el auxilio de la Fiscalía de la Ciudad de México para resolver un caso que involucra a importantes militantes del Partido Verde que ahora, cómplice de Morena, se ha vuelto intocable.
Tal vez por eso la licenciada en leyes fue recibida por el fiscal general, Ulises Lara López, con gesto de disgusto y hasta con majaderías, según testigos.
Se trata de un caso en el que va de por medio la salud mental de unos menores a quienes su padre, hermano de un verde famoso, ha llevado a extremos muy difíciles de explicar.
Pero en fin, la abogada quería el apoyo de la justicia, pero se encontró con un muro de intereses creados que impiden que eso tan deseado en el país, la justicia, se convierta en un bien de todos.
Y lo peor: si bien es cierto que la audiencia de los martes en el Zócalo se ha convertir en una acción popular muy importante para todos, la actitud de ciertos funcionarios como el caso que nos relatan en donde el fiscal condenó antes de escuchar argumentos puede echar por tierra un muy buen proyecto. Nada más.