Murid Abukhater, joven palestino, llegó a Cuba en diciembre de 2017 para estudiar en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM). El mayor de siete hermanos, desde niño Murid había soñado ser médico, sueño difícil de realizar en su tierra. Murid proviene del campo de refugiados Al-Bureij, en Gaza, donde sobrevivió tres guerras israelíes, la de 2008, la de 2012 y la de 2014. “Cuando primero llegué a Cuba –cuenta– sentía como si todavía estuviera en Gaza. Es un país sencillo, donde la población ha estado viviendo bajo un largo asedio, así como nosotros en Gaza. La diferencia aquí es que hay estabilidad porque Cuba no es un territorio ocupado, a diferencia de Palestina, que es un territorio ocupado por una entidad sionista que controla la economía, los recursos, las fronteras y restringe el movimiento.”
Murid narra su historia en un corto documental intitulado De Gaza a Cuba, producido por Belly of the Beast (https://shorturl.at/GxW3D), organización que desde 2020 elabora documentales periodísticos sobre Cuba. Al llegar a la ELAM, continúa Murid, “me sorprendió el número de estudiantes y sus nacionalidades. Venían de casi 100 países. La experiencia fue asombrosa, ver esa cantidad de estudiantes de países que uno jamás se imaginó visitar o siquiera que existían. Todos tenemos algo en común: no podíamos estudiar medicina en nuestros propios países y recibimos becas para estudiar en Cuba”.
Desde que llegó a Cuba, Murid no ha podido regresar a Palestina. Su sola partida, recuerda, fue “como escapar de una cárcel, ya que todas las fronteras y hasta el mar están controlados por la ocupación sionista”. Desde el 7 de octubre del año pasado vive cada día con intensa ansiedad, recibiendo noticias de amigos, conocidos y familiares que perdieron la vida a manos israelíes. Quiere regresar a Gaza “a ayudar a mi comunidad y a mi familia en su lucha contra la ocupación y para salvar vidas. Estaré en las primeras filas hasta que Palestina sea libre”.
La solidaridad de Cuba con Palestina data de antes de la revolución. En 1947, cuando en Naciones Unidas se votó la división del territorio palestino para crear el Estado de Israel, Cuba fue uno de sólo dos países no musulmanes que votaron en contra. Lo hizo, detalla el historiador australiano, Robert Austin Henry, consecuente con el axioma de José Martí que “divorciar a un pueblo de su tierra es un monstruoso ataque criminal”. Esa división, conocida como la Nakba, (“catástrofe”, en árabe), llevó a la expulsión de 750 mil palestinos, la destrucción de más de sus 500 pueblos o aldeas y la toma de 78 por ciento del histórico territorio palestino.
Meses después del triunfo de la revolución cubana, Ernesto Che Guevara vi sitó Palestina. Con su característica indignación hacia la injusticia e impaciencia por combatirla, al presenciar la miseria en el campo de refugiados Al Bureij, declaró a su líder: “Muéstrame qué has hecho para liberar a tu país. ¿Dónde están los campos de entrenamiento? ¿Dónde están las fábricas de armas? ¿Dónde están los centros de movilización?” Esa visita, declararía Salman Abu-Sitta, autor de Atlas de Palestina, “fue la primera señal de que la colonización de Palestina se transformaba de un conflicto regional a una lucha de liberación en contra del colonialismo”.
Cuba seguiría contundente con la causa palestina. En su discurso pronunciado en la Cumbre de Movimiento de los Países No Alienados en 1979, Fidel Castro declaró: “No cesa el imperialismo en su tenaz esfuerzo por mantener sojuzgados, oprimidos u ocupados otros pueblos y países cuyas causas demandan nuestro resuelto apoyo. Cito en primer término al sufrido y valeroso pueblo palestino […]. Despojados de sus tierras, expulsados de su propia patria, dispersados por el mundo, perseguidos y asesinados, los heroicos palestinos constituyen un ejemplo impresionante de abnegación y patriotismo, y son el símbolo vivo del crimen más grande de nuestra época”.
La solidaridad cubana no se ha quedado en declaraciones. Desde hace dé cadas la isla ha formado a miles de estudiantes palestinos en todo tipo de profesiones. Ahora que se cumplieron 25 años de la fundación de la ELAM, el presidente DíazCanel mencionó los “más de 100 estudiantes palestinos, que honran los predios universitarios de la ELAM con su disposición a ser servidor es de su pueblo, que hoy resiste la más cruel de las masacres por parte del genocida gobierno israelí”. Los estudiantes de la ELAM, reconoce, “han sufrido junto a nosotros los apagones, los problemas con el transporte, y los desabastecimientos. Ustedes saben lo que significa el bloqueo y cuánto daño hace a la cotidianidad de un pueblo laborioso y alegre como el cubano, que no conoce la rendición ni la amargura frente al brutal acoso de su poderoso vecino”.
“En Gaza –cuenta Murid– los niños no nacen con música y canciones, nacen con los sonidos de bombardeo y artillería.” Sin embargo, la devastación causada por el más largo y extenso bloqueo en la historia moderna hace sentir a muchos cubanos que viven una Gaza en cámara lenta. Será en parte por ello que cuando Murid está junto al mar en Cuba, recuerda el mar en Gaza.
Contra el sadismo de los arquitectos de la campaña de máxima presión impuesta por la administración de Trump y mantenida por Biden; contra una po lítica de la cual se mofan los actuales voceros de la Casa Blanca al preguntárseles sobre una política hacia Cuba condenada por el mundo entero (salvo Israel); y contra la perversidad del próximo gabinete de Trump cuyo regocijo ante el sufrimiento de otros es escalofriante, Cuba sigue luchando por su autodeterminación. Como ninguno, se solidariza con los pueblos devastados por la misma política imperial que impone a la isla un cruel sufrimiento.
Murid se recibirá de médico en junio. Al final del documental reflexiona, “No sé si regresaré a Cuba. Pero estaré eternamente agradecido a Cuba y a su pueblo. Estarán siempre en mi corazón y nunca los olvidaré. Gracias, Cuba”.
*Profesora-investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Autora del libro Lecciones inesperadas de la revolución. Una historia de las normales rurales
(La Cigarra, 2023).