El pasado 11 de noviembre falleció Juan de la Fuente Hernández, académico adscrito a la Universidad Autónoma Chapingo y uno de los más incisivos historiadores de la acción colectiva campesina. De la Fuente se formó originalmente en la carrera de economía y pasó a cursar un posgrado en París. Durante los últimos años sostuvo un espacio de reflexión sobre la acción colectiva a partir de autores como Sidney Tarrow o Donatella della Porta, pero ampliando sus referencias hacia Albert O. Hirschman y Baruch Spinoza, al tiempo que investigó la experiencia cooperativa de El Grullo. Sin embargo, su verdadera pasión fue la historia de la lucha agraria.
De la Fuente se empeñó en pluralizar el recorrido de la concepción progresista y libertaria del mundo campesino. Así, reconociendo que la ciencia social era producto de la acción de colectividad, buscó comprender el derrotero de las alternativas del liberalismo, mostrando que el socialismo, el nacionalismo y el anarquismo dieron respuestas tempranas y sólidas a la cuestión agraria.
De esta búsqueda nació el volumen colectivo El pensamiento agrario radical mexicano, que trazó desde finales del siglo XIX al advenimiento de la posrevolución las formas de comprensión de la temática agraria.
La intervención política de los agrónomos fue también una preocupación constante en su despliegue intelectual. En los años 90, junto a un equipo de investigación, produjo las primeras obras que abordaban la presencia de la Fundación Rockefeller en el proceso de modernización a partir de instituciones como el INIA, lo que le valió ser un pionero en el estudio del nacimiento mexicano de la Revolución Verde en el libro La investigación agrícola y el Estado mexicano: 1960-1976.
La atención a la disidencia agronómica la planteó, en coautoría con Diana Méndez, en el breve pero sustancial volumen Haciendas sin hacendados, mismo que recupera la experiencia práctica y teórica de la Liga de Agrónomos Socialistas entre 1938 y 1950.
Como todo buen advenedizo en el campo de la historia, no respetó las barreras conservadoras asociadas al gremio, atreviéndose a plantear desde problemas contemporáneos preguntas al pasado. Dos fueron los motivos que le acompañaron en ese periplo. Por un lado, que en el transcurso del periodo 1959-1965, las izquierdas mexicanas pudieron reinventarse, al horadar la hegemonía de la ideología de la Revolución Mexicana, en buena medida gracias al impulso de la movilización campesina.
Entre los avatares del Congreso Agrario de Toluca y la irrupción armada de Madera, De la Fuente siguió la movilización campesina por todo el país, mostrando como fue ella el revulsivo que nutrió una nueva época estratégica para las izquierdas. De todo esto nació el volumen, escrito a cuatro manos, titulado El invierno social llega a su fin: las izquierdas frente al resurgir campesino.
El segundo fue la firme convicción de que la explicación clasemediera de la transición no alcanzaba para captar la raíz popular de la conquista democrática. A diferencia del consenso generalizado que coloca el énfasis en la acción contestataria universitaria, De la Fuente insistió en mirar en la alborada campesina no sólo en su demanda por la tierra, el agua o el crédito, sino, ante todo, como una praxis libertaria y justiciera realizada por los desposeídos. Para ello indagó en Contra viento y marea: la pertinaz historia de las izquierdas y el movimiento campesino, los motivos que dieron origen a la Central Campesina Independiente y al Frente Electoral del Pueblo, mismo que llevó a Ramón Danzos Palomino como candidato presidencial.
Libro clave, restableció el lugar del compromiso de los comunistas y de la acción agraria en pos de la igualdad y la democracia. Una extensión de este trabajo, de nuevo a cuatro manos, planteó una explicación más ambiciosa de este periodo bajo el título La raíz plebeya de la democracia mexicana, que quedó en proceso de gestión para su publicación.
De la Fuente fue un académico de viejo estilo, de los que casi no quedan hoy. Lejano a cualquier tipo de protagonismo o del aspiracionismo de la pertenencia a los sistemas de evaluación, convertidos en identificador de una jerarquía académica, entendió el quehacer intelectual como algo más profundo que la producción de papers.
Quizá fuera su temprana militancia en el grupo Estrategia, comandado por Aguilar Monteverde, al cual abandonó con un grupo amplio para pasar al Partido Comunista Mexicano (PCM), en el segundo lustro de la década de 1970, lo que dejó esta impronta antiacademicista, pero nunca antintelectual. En el PCM, además, incursionó como corresponsal del quincenal Oposición, en un breve paso por el periodismo militante.
La partida de De la Fuente deja un hueco enorme en el estudio de la raíz agraria de las conquistas democráticas, así como del compromiso de los comunistas del siglo XX para ampliar los derechos y libertades. Descanse en paz.
*Investigador UAM