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Los muros del odio

16 de noviembre de 2024 00:03

El pasado 5 de noviembre se definió el destino político de Estados Unidos, tras varios meses de una reñida contienda electoral donde la candidata demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump hicieron gala de un sinfín de tácticas para lograr la simpatía de las y los votantes en ese país. Estas elecciones se vieron marcadas por cambios de último momento y atentados que mantuvieron a la ciudadanía en vilo constante. Ejemplo es que tan solo después de un desangelado primer debate que sostuvieron Donald Trump y Joe Biden se dejó en evidencia la deteriorada salud física y mental que padece el actual mandatario estadunidense.

Como resultado, el Partido Demócrata decidió proponer como candidata a la vicepresidenta Kamala Harris, equilibrando la balanza entre ambos contendientes. Sin embargo, a pesar del estratégico movimiento, los cuestionamientos hacia la migración y la seguridad en las fronteras fueron los principales temas que se mantuvieron en la agenda.

Más allá de lo que nos pudiéramos imaginar, las pugnas y diferencias en los discursos no sólo se quedaron en las grandes cúpulas del poder, también permearon en todos los estratos de la sociedad. Por irónico que pareciera, los discursos de xenofobia los retomó la misma comunidad migrante indocumentada, pues era recurrente que se hablara sobre el “grave problema de la frontera”, y lo mucho que cambió el país con los recién llegados, es decir las personas que entraron en grupos grandes a ese país en el verano de 2022. Afirmaban que anteriormente la economía y la seguridad eran mejores y calificaban de injusto el nuevo sistema de apertura de fronteras, ya que “los que entran ahora, tienen todo más fácil”.

Estas palabras se escuchaban en repetidas ocasiones; incluso en entrevistas previas a darse resultados electorales, una simpatizante latina de Trump usó la expresión de que durante el gobierno de Biden “dejaron entrar muchos animales”. Definitivamente, con este comentario repudiaba sus orígenes. La situación se convirtió en unos contra otros.

Lo más lamentable es que parte de la comunidad migrante mexicana ve en Trump “la esperanza para arreglar al país”, pues mencionan factores como que en su gobierno había una mejor economía y que tuvo mano dura con la migración. Al hacer este análisis perdieron de vista que ellos también son migrantes y, peor aún, que alguna vez cruzaron esa misma frontera. Esto sólo nos deja claro que la estrategia implementada en 2022 por el gobernador texano Greg Abbott de enviar camiones llenos de solicitantes de asilo a los estados santuarios, como Nueva Jersey, Nueva York o Chicago, fue un éxito. Generó división y sobre todo, gran resentimiento entre las personas, pues dio la sensación de que “a los recién llegados se les trataba mejor”.

En las calles se escuchaba la frase “Nosotros cruzamos el desierto, trabajamos duro y nadie nos ha regalado nada, pero para ellos todo es muy fácil”. Sumado a esto, los programas especiales que se habilitaron para los recién llegados de regularizar su situación migratoria, empeoraron la división y el enojo. Esto sólo nos refleja un poco del porqué Trump ganó con una importante mayoría en las urnas y por qué muchos mexicanos con documentos apostaron por él.

La comunidad mexicana migrante se siente defrauda por los gobiernos demócratas, pues sólo han sido utilizados como bandera política, mientras en los hechos los han olvidado, por lo que el fantasma de las deportaciones no asusta más que permanecer toda una vida en la incertidumbre, sin tener un futuro seguro ni aquí ni allá.

Ellos y ellas, los indocumentados, han sido, por años, el motor de la economía estadunidenses. Sus hijos e hijas nacieron en ese país y para muchos de ellos es la única realidad que conocen. Hay poblaciones indocumentadas que han visto nacer a sus nietos ahí; otros tantos son grandes empresarios o tienen propiedades y, sobre todo, han hecho de esa nación su hogar. Sin embargo, nunca han podido regularizar su situación.

Esta es una gran incongruencia por los pasados gobiernos, que los han dejado marcados y han hecho su futuro incierto. Las personas que llevan décadas en este país aún mantienen el recuerdo vivo de que el único presidente que implementó una amnistía para que pudieran regularizar su situación fue el republicano Ronald Reagan en los años 80.

Ésta es la razón del porqué algunos latinos, sobre todo mexicanos, se pronunciaron en favor de Donald Trump. Pudo esto más que el dolor por los suyos y por sus raíces ante las constantes agresiones del candidato en sus discursos. Todo esto no lo ven los demócratas, tan sólo lamentan la derrota, sin reconocer la deuda histórica con la población migrante.

Lo que sigue es un futuro incierto para todos, pues el próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, nos ha dejado claro que basó su campaña en el odio, la división, la misoginia y sobre todo, no respetando los derechos ganados. Para la comunidad migrante indocumentada viene un importante reto de sobrevivencia. Es por esto que desde el primer fin de semana que se supo que Trump sería el próximo mandatario, hubo varias movilizaciones en Nueva York, donde se pronunciaban por el derecho de las personas indocumentadas y por los de la comunidad LGBT+.

Las y los defensores de la comunidad nos hemos replegado haciendo estrategias con nuestros pares, replanteando nuestro trabajo y sobre todo, diseñando diversos escenarios de ayuda. Sabemos que se aproximan tiempos oscuros que no sólo afectan a los indocumentados, sino a todas y a todos en carne propia.

A pesar del miedo, sabemos que no pararemos, pues estamos seguros de que esto nos hará replantear nuestra estrategia no sólo en Estados Unidos, sino en México, que por mandato del país vecino también endurecerá sus políticas migratorias y de frontera. En las noticias nos han dejado ver que un gran cantidad de gente en forma de caravana está intentando cruzar México, antes de que Trump tome protesta, lo que refleja la última pisca de esperanza que tiene la población desplazada por la violencia en el mundo y que mantiene la fantasía de que Estados Unidos es la tierra prometida. Estas elecciones nos dejan claro que la discriminación y el rechazo a la otredad han podido más que cualquier política progresista.

Ahora, más que nunca, es importante generar estrategias y planificar programas de apoyo para la comunidad migrante que nos permitirán estar preparados ante futuros escenarios catastróficos. La unión de nuestra gente será el arma más poderosa que nos dejará derrumbar los muros, que han sido construidos por los discursos de miedo y odio.

*Integrante del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan



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