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COP29: la otra transición

13 de noviembre de 2024 07:24
Como anfitrión de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29), el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, denunció la hipocresía de los países occidentales que presionan a las naciones pobres para que disminuyan la producción de hidrocarburos, pese a que siguen siendo los principales consumidores de gas, petróleo y sus derivados. El mandatario ejemplificó este doble discurso con la petición que le hizo hace dos años la Unión Europea para que aumentara sus envíos de gas después de que el bloque se privó a sí mismo de su fuente más confiable y barata de energía, en el intento de destruir la economía rusa.

Además de lo señalado por Aliyev, Occidente tiene un historial que lo priva de autoridad moral para imponer una agenda en materia climática al resto del mundo: en la actualidad, los países ricos consumen seis veces más recursos y generan 10 veces más impactos climáticos que los de ingreso bajo, a lo que se añade su responsabilidad histórica como creadores y difusores de las tecnologías y el modelo económico que condujeron al planeta al desastre ecológico en que se encuentra. Así, mientras Estados Unidos y las potencias europeas llevan dos siglos emitiendo gases de efecto invernadero (GEI) y consumiendo recursos naturales a un ritmo más veloz de lo que pueden reponerse, hace apenas tres décadas que China –por mencionar a la más importante de las economías emergentes– es un emisor significativo de CO2, y desde hace años lidera de lejos el desarrollo e implementación de fuentes de energía limpia.

Lo anterior no significa que deba minimizarse la imperiosa necesidad de una transición hacia fuentes de energía limpia y el abandono de los combustibles fósiles, sino que dicho proceso será una farsa en tanto los costos que implica no sean asumidos por quienes se han beneficiado del modelo que hoy se reconoce insostenible. Es inmoral exigir a naciones pobres o de ingresos medios que cuentan con hidrocarburos que se abstengan de producirlos si antes no se les proporcionan los recursos financieros, tecnológicos, educativos y de otro tipo que necesitan para sustituir los capitales y los empleos que obtienen de los sectores petrolífero y gasífero.

Queda claro que tal sustitución va más allá de los ingresos generados directamente por la venta de los hidrocarburos, pues gran parte de las economías actuales giran en torno a ellos, por lo que la transición energética sólo será posible en la medida en que se aborde como una transición económica, con una reconfiguración completa de los sectores productivos.

El cambio es impostergable e imprescindible para librar al planeta de una crisis tan grave que podría desembocar en el colapso civilizatorio, pero no se puede despetrolizar a costa del hambre. Como señaló una organización ecologista acerca de la COP29, la única manera de que todo el mundo actúe es si se sabe que se hace de manera justa. Y quienes deben poder el ejemplo son, por supuesto, los principales contaminadores.

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