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Niños buscan cartón en un basurero cercano al río Paraná, en las afueras de la ciudad de Corrientes, Argentina, donde la pobreza afecta a más de la mitad de la población. Foto Afp
13 de noviembre de 2024 07:55
Parece no tener fin la voluminosa deuda social en América Latina y el Caribe. Cierto es que en algunos países, como México en los últimos años, los indicadores de pobreza muestran alguna reducción, pero lo dramático es que el grueso de las naciones de la región no muestra mejoría sustancial, a grado tal que en el periodo 2015-2024 su tasa anual de crecimiento apenas promedió 0.9 por ciento, menos de la mitad del 2 por ciento a la que creció en la década perdida de los años ochenta.

A esa conclusión llega la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), organismo especializado de la Organización de Naciones Unidas que ayer divulgó su Panorama Social 2024, desafíos de la protección social no contributiva para avanzar hacia el desarrollo social inclusivo, del que se toman los siguientes pasajes:

Pese a los avances, aún 172 millones de personas en la región no cuentan con ingresos suficientes para cubrir sus necesidades elementales y, entre ellas, 66 millones no pueden siquiera adquirir una canasta básica de alimentos; el porcentaje de la población latinoamericana en situación de pobreza en 2023 fue de 27.3 por ciento, proporción que representa una disminución de 1.5 puntos porcentuales en comparación con el año anterior y de más de cinco puntos respecto de la registrada en 2020, el año más crítico de la pandemia de covid-19.

Se trata, además, de la cifra más baja desde que se tienen registros comparables. En tanto, la tasa de pobreza extrema alcanzó 10.6 por ciento de la población regional, cifra inferior a la de 2022 en 0.5 puntos porcentuales, pero por encima de los niveles de 2014. El patrón de desarrollo de América Latina y el Caribe tiene características comunes en materia de desequilibrios económicos, sociales y ambientales, que se manifiestan en tres trampas del desarrollo: baja capacidad para crecer; elevada desigualdad con baja movilidad y débil cohesión sociales; y capacidad institucional y de gobernanza poco efectiva para abordar los desafíos del desarrollo. Estas tres trampas y los círculos viciosos que las alimentan hacen que no sea exagerado decir que la región se encuentra en una crisis de desarrollo.

Por otro lado, las transferencias públicas, que incluyen programas estatales como las transferencias monetarias condicionadas y no condicionadas, las ayudas de emergencia y las pensiones no contributivas, también tuvieron importantes efectos sobre la pobreza, como se observó durante el primer año de la pandemia. En el periodo posterior, estas transferencias continuaron contribuyendo a reducir la pobreza en algunos países, particularmente en México, Brasil y Colombia, pues representan una fuente de ingresos muy importante para los hogares de menores recursos.

En México, Brasil, Chile, El Salvador, Panamá y República Dominicana, la tasa de pobreza en el año más reciente es al menos 4 puntos porcentuales inferior a la del inicio del periodo, aunque en Argentina, Colombia, Ecuador y Honduras las cifras más recientes son superiores. En el caso de la pobreza extrema, las variaciones han sido menores; sólo cinco países presentaron disminuciones por encima de un punto porcentual, mientras tres registraron aumentos superiores a dicho umbral. En el caso mexicano, la tasa de pobreza se redujo en nueve puntos y casi cuatro la de pobreza extrema.

Un elemento a considerar es la desigualdad del ingreso y la riqueza. En América Latina la segunda está mucho más concentrada que el primero, lo que se corrobora en todos los países de la subregión de los que se cuenta con información, así como con distintos indicadores de participación de los grupos más altos de la distribución en el ingreso y la riqueza total.

Alrededor de 2021, el 52.8 por ciento del ingreso total era concentrado por el 10 por ciento más alto de la distribución, mientras el 10 por ciento de mayores recursos acaparaba 65.9 por ciento de la riqueza total. Además, el uno por ciento más alto de la distribución se quedaba con 18.9 por ciento del ingreso y 33.1 por ciento de la riqueza. A largo plazo, las percepciones de injusticia distributiva se han mantenido en niveles muy elevados en América Latina, cercanos o superiores al 80 por ciento.

Las rebanadas del pastel

Parece que la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya entendió: por notoria y manifiesta improcedencia, desechó tres controversias constitucionales contra la reforma judicial, y en lista de espera, con igual final, está la presentada por la síndica municipal de Tangancícuaro, Michoacán, Elsa Zamora Chávez.

X: @cafevega

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